La Central Nuclear Embalse volvió a funcionar el pasado 4 de enero, luego de que se completara satisfactoriamente su plan de extensión de vida. Carlos Terrado, vicepresidente de Nucleoeléctrica Argentina (NA-SA), brindó a DEF detalles de las obras e hizo un balance de su implicancia tecnológica y de los futuros proyectos de la empresa.
En el interior de la sala de control, donde se monitorea cada detalle del funcionamiento de la central de Embalse. Foto: Emmanuel Bocchi/DEF.
Luego de una parada técnica de tres años, la segunda central nuclear construida en nuestro país –ubicada en la costa sur del Embalse Río Tercero, en el Valle de Calamuchita– acaba de iniciar su segundo ciclo de vida. La "puesta a crítico", alcanzada el pasado 4 de enero, es el término técnico que se utiliza para definir la reacción en cadena controlada de la fisión de los átomos de uranio.
Tal como explicaron desde Nucleoeléctrica Argentina (NA-SA), en este tipo de procedimientos, los operadores determinan que "el reactor se ha puesto a crítico cuando la fisión de los átomos de uranio está estabilizada". Cabe recordar que Embalse cuenta con un reactor del tipo CANDU, de fabricación canadiense, con tecnología de tubos de presión, cuyo combustible es el uranio natural y cuyo refrigerante y moderador es el agua pesada.
Las autoridades del sector y del gobierno nacional siguieron el minuto a minuto de la puesta a crítico del reactor. Foto: Álvaro Corral/DEF.
A partir de los ajustes y actualizaciones que se le realizaron en el marco del plan de extensión de vida, se estima que la planta podrá seguir abasteciendo con energía firme al sistema eléctrico nacional durante las próximas tres décadas.
Entre las obras efectuadas, cabe destacar el recambio de todos los componentes internos de la calandria (núcleo del reactor), el cambio de los generadores de vapor, la actualización y puesta a punto de los sistemas de seguridad de la planta y la repotenciación, que permitió incrementar en 35 megavatios la potencia eléctrica total de la central y llevarla a 683 megavatios –hasta diciembre de 2015 su potencia total instalada era de 648 megavatios–.
El 100 % de los componentes nucleares fueron desarrollados en Argentina. Foto: Emmanuel Bocchi/DEF.
Según informó NA-SA, en el pico de las obras, el programa de extensión de vida ocupó a alrededor de 4000 personas, entre personal propio de la empresa y trabajadores de las contratistas y prestadoras de servicios.
Tal como explicó Carlos Terrado, vicepresidente de NA-SA, esta ha sido la primera experiencia en el mundo de "un proyecto de actualización y extensión de vida de este tipo de centrales en el que se cambian también sus grandes componentes, entre ellos los cuatro generadores de vapor, que además fueron fabricados en la Argentina".
En el pico de las obras, el programa de extensión de vida de Embalse ocupó a alrededor de 4000 personas. "Esto ha generado recursos humanos y capacidades tecnológicas reconocidas internacionalmente, que abarcan a un espectro de empresas nacionales, tanto grandes como medianas, que invirtieron y lograron la calificación como proveedores nucleares", añadió, al tiempo que manifestó el orgullo del directorio de la empresa por "el éxito de un proyecto de alta complejidad tecnológica, que cumplió con los tiempos previstos en el cronograma y respetó el presupuesto original".
Lo que sucedía en la sala de control durante la puesta a crítico era transmitido en directo. Foto: Álvaro Corral/DEF.
Terrado, ingeniero nuclear de larga trayectoria en el sector, que asumió en 2016 la vicepresidencia de NA-SA, destacó "que un proyecto como este es sumamente complejo, ya que implica respetar los edificios, como el de la contención, extraer los sistemas y componentes que hay que reemplazar, sorteando interferencias que no se pueden demoler; incorporar los nuevos sistemas y montarlos con precisión". En ese sentido, apuntó: "Renovar y mejorar una central, como se hizo en Embalse, es un proceso aún más complejo que construirla desde cero".
"NA-SA demostró que pudo gerenciar un proyecto de esta naturaleza en tiempo y forma, lo que implica que está en condiciones de encarar la construcción de una central del tipo CANDU con tecnología propia, sin contraer deuda en divisas y fabricando localmente prácticamente la totalidad de los componentes, incluyendo el combustible y el agua pesada necesarios para toda su vida útil", subrayó Terrado. "Estamos en condiciones de aplicar recursos propios para generar todos los megavatios que el país necesite como energía de base, segura, confiable y no contaminante", completó.
Renovar y mejorar una central, como se hizo en Embalse, es un proceso aún más complejo que construirla desde cero.
Por lo pronto, NA-SA continúa trabajando con su contraparte china –la Corporación Nuclear Nacional China (CNNC) y su subsidiaria, China Zhongyuan Engineering Corporation (CZEC)– para la construcción en nuestro país de una futura central del tipo Hualong One, bajo la modalidad "llave en mano".
Carlos Terrado, vicepresidente de NA-SA. Foto: Álvaro Corral/DEF.
Con la elección de ese modelo para la cuarta central, Argentina estaría generando un cambio en su tradicional línea tecnológica, dejando el uranio natural y agua pesada, para pasar a un reactor alimentado por uranio enriquecido y refrigerado y moderado por agua liviana. La idea de NA-SA es que la participación de la industria local en ese proyecto ronde el 40 % del monto total del contrato.
Esta sería la tercera central nuclear de este tipo fuera del territorio chino, ya que actualmente están en vías de construcción dos plantas en Pakistán, país que ha sido un histórico aliado de Pekín y cuyo programa nuclear tiene una fuerte impronta china.
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