Por Aitor Pereira - Infobae
Fotografía cedida este miércoles por la Comisión Naconal de Actividades Espaciales (CONAE) de Argentina que muestra una fase de la elaboración del satélite Saocom 1B en abril de 2019, en la provincia de Córdoba (Argentina). EFE/Conae Argentina
(EFE).- Argentina es el país de Latinoamérica con mayor desarrollo en el fabricación y operación de satélites, una industria pionera que se sustenta sobre un cosmos de compañías nacionales que ahora tienen dos retos principales a futuro: exportar su tecnología y desarrollar un lanzador propio.
Para finales de marzo estaba programado el lanzamiento de un nuevo satélite argentino, el Saocom 1B, diseñado para la observación terrestre, pero debido a la pandemia de la COVID-19 se tuvo que posponer. Ahora las autoridades negocian una nueva fecha, que esperan que sea entre agosto y octubre, para la puesta en órbita con la compañía estadounidense SpaceX, propiedad del magnate Elon Musk.
Argentina puede cubrir todas fases en la vida de un satélite a excepción de la puesta en órbita, por lo que tiene que contratar este servicio con empresas extranjeras, lo que supone un gran gasto de transporte y dependencia externa, y que ha llevado a la industria nacional a trabajar desde hace años en el desarrollo de un cohete propio que verá la luz en los próximos años.
CAPACIDAD DE LANZAMIENTO, EL ÚLTIMO ESLABÓN
"Un aporte importante de nuestros próximos proyectos va a estar en ese rango, contar con un vehículo lanzador nos permite poder decidir o tener esa capacidad de acceso al espacio en el momento exacto en el que el satélite está listo", indicó a Efe el director ejecutivo y técnico de la Comisión Nacional de Actividades Espaciales (CONAE), la agencia espacial argentina, Raúl Kulichevsky.
El CONAE busca, en colaboración con el sector privado, desarrollar esta lanzador, conocido como proyecto Tronador, desde hace más de dos décadas, un tiempo en el que el desarrollo fue irregular debido a los vaivenes de presupuesto y que ahora se encuentra en una fase avanzada, por lo que apuntan a 2024 como fecha final.
El primer vehículo lanzador de Tronador está pensado para "satélites de órbita baja de observación de la tierra, con órbitas cercanas 600 kilómetros de altura y peso de 600 o 700 kilos".
Estas son las características de Saocom 1B, que aguarda su lanzamiento en Estados Unidos, a donde fue transportado en "uno de los aviones de carga más grandes del mundo", lo que supuso un "gran esfuerzo logístico y económico".
Cuando este satélite esté en órbita se complementará con el Saocom 1A, de iguales características y lanzado en 2018, y cerrará la primera fase del proyecto Saocom, que permite una observación y análisis de la superficie terrestre, arrojando datos para la investigación científica y mejora de sectores productivos como la agricultura.
EXPORTAR TECNOLOGÍA
Tanto los satélites Saocom, destinados a la observación terrestre, como los de la familia Arsat (telecomunicaciones) fueron diseñados principalmente por la compañía Invap, una empresa argentina que durante años ha desarrollado esta tecnología y que ahora busca posicionarse en el mercado internacional.
"Nosotros estamos apostando muy fuerte, el mercado nacional ya es nuestro y el gran desafío es convertirnos en un referente global y comercializar en el mundo, estamos dando muy buenos pasaos en ese sentido", afirmó a Efe el gerente del área espacial de Invap, Gabriel Absi.
Para ello la compañía se ha presentado a varias licitaciones internacionales para la fabricación de satélites completos y ya ha exportado partes de los mismos a países como Brasil, a quien vendió el ordenador principal del Amazonia 1, cuyo lanzamiento está programado para este año.
La tecnología que desarrolló esta compañía le ha servido también para implementar un área de defensa y seguridad, en la que produjeron 23 radares para vuelos comerciales (en el 2000 Argentina solo contaba con 3 radares de este tipo en todo el país) y de uso militar, instalando para la Fuerza Aérea seis radares en la frontera norte para el seguimiento de vuelos ilegales.
Otra de las compañías que integra el nutrido entramado satelital argentino es Veng, creada con el objetivo de desarrollar el lanzador Tronador y expandida a otras áreas de la actividad espacial, como la operación de estaciones terrestres o procesamiento de imágenes satelitales, y también se encuentra en una fase de internacionalizar sus servicios.
"Si los proyectos de Argentina siguen en marcha, empresas como Veng y otras tantas tienen la oportunidad de demostrar al mundo las capacidades tecnológicas argentinas, eso es fundamental para que puedas exportar esa tecnología", manifestó a Efe el gerente general de Veng, José Luis Randazzo.
Veng se encarga también de comercializar las imágenes que obtienen con el satélite Saocom, un producto con gran demanda internacional ya que Argentina es, junto a Japón, el único país con satélites con banda L que permiten estudiar la superficie terrestre, lo que tiene aplicaciones para agricultura, hidrología, medioambiente y gestión de emergencias naturales y antrópicas, entre otras.
MEJORA EN TELECOMUNICACIONES CON VISIÓN REGIONAL
Además de los satélites de observación terrestre, que gestiona CONAE, Argentina cuenta también con satélites de telecomunicaciones, a cargo de la compañía estatal Arsat, que dispone de una constelación de dos satélites (Arsat I y II) a la que se sumará un tercero que se encuentra en construcción y que permitirá mejoras en las comunicaciones de toda la región.
El nuevo satélite, que Invap ya está diseñando, se llamará SGI y contará con avances en relación a sus predecesores como un sistema de propulsión eléctrica que no necesita combustible líquido, lo que permite recudir su peso a la mitad y abaratar sus costes, principalmente para el lanzamiento, en el que cada kilogramo tiene un costo aproximado de 30.000 dólares.
Su lanzamiento está programado para mediados de 2023 y con él Arsat podrá garantizar uno de sus objetivos principales, el "acceso universal a la tecnología de la información y telecomunicaciones", en un contexto en el que el país cuenta con una rede de fibra óptica de unos 32.000 kilómetros a la que los lugares más remotos no pueden acceder, por lo que tienen que tomar señal satelital.
"Necesitamos llegar a muchos más hogares en zona remota, del orden de 100.000, que están lejos de la fibra óptica, por eso surge la necesidad del SGI", manifestó a Efe el presidente de Arsat, Pablo Tognetti.
La huella de SGI abarcará todo el territorio nacional y de los países limítrofes, a los que podrá ofrecer servicios, una posibilidad que "se está analizando".
La expansión es parte del plan futuro de Arsat, bien sea a través de servicios directos como la señal satelital, o acompañado al sector espacial argentino. "Nuestro objetivo pasa por participar o apoyar programas de exportación involucrando tecnología espacial argentina, satélites o lo que sea. Arsat hace sus propios desarrollos de la estación terrena", agregó Tognetti.
La industria satelital de Argentina cuenta con un gran número de actores, que representan al sector público y privado, y aunque cada uno tiene sus intereses propios comparten una visión grupal de seguir avanzando y dar a conocer el poder de una tecnología nacional de la que pocos países pueden presumir.