Por Alejandro Maglione - Brando - @MaglioneSibaris amaglione@lanacion.com.ar
Después de una ridícula prohibición que duró más de 60 años, las bodegas vuelven a instalarse en los alrededores de Colón, Entre Ríos, para aportar algo más que buen vino.
Había una vez. Una comarca que se llamaba y se llama Colón, en la provincia de Entre Ríos, justo enfrente de la localidad uruguaya de Paysandú, que se encuentra del otro lado del río Uruguay. Una zona en la que a fines del siglo XIX se afincaron más de 500 inmigrantes suizos, principalmente del cantón de Valais. Sus descendientes aún están establecidos en el lugar derramando apellidos franceses y alemanes. Los italianos del Piamonte y Saboya también dieron el presente.
La viticulutura fue una de las actividades que desarrollaron estos pioneros en la provincia. El Tannat, por ejemplo, fue traído desde Francia hasta Entre Ríos. Desde allí cruzó al Uruguay donde tomó el nombre de Harriague en honor a Don Pascual Harriague, el inmigrante vasco que las implantó en el país vecino.
Entonces. Cuando en la zona ya había veinte bodegas y viñedos, más otras diez en los alrededores de Concordia, alguien resolvió –durante la presidencia de Agustín P. Justo, en 1930– que el vino sólo debía producirse en la región de Cuyo y lo sancionó con la ley Nº12.137. Al que no suplantaba las viñas por otros cultivos se las quemaban. Incluso se terminó con la elaboración de grapa, aguardiente muy popular en aquellos años. Este dislate se extendería, aunque pueda parecer increíble, hasta el año 1998.
Después de una ridícula prohibición que duró más de 60 años, las bodegas vuelven a instalarse en los alrededores de Colón, Entre Ríos, para aportar algo más que buen vino.
Un atardecer mágico en Colón, Entre Ríos.
La resurrección. Al cambiar la legislación, Jesús Vulliez decidió comprar en el año 2000 la que fuera la bodega del suizo Joseph Fabre, fundada en 1874. De inmediato plantó diversas variedades para conocer cuáles se adaptaban mejor a la zona. Eligió Chardonnay, Merlot, Tannat, Cabernet Sauvignon, Syrah y Sangiovese. Atento a que en Paysandú hay 4 bodegas con 300 hectáreas de viñedos, convocó al enólogo uruguayo Jorge Pehar para encaminar su terruño. “No tenemos los viñedos de altura que hay en Mendoza o Salta, pero los tenemos a 20 o 30 metros sobre el nivel del mar, como en Burdeos”, dice divertido.
En simultáneo, Jesús puso en valor el edificio histórico de la bodega: lo abrió al turismo, construyó cabañas para alquilar y, junto con su esposa, se ocupan personalmente de las visitas guiadas. Para bautizar la bodega, añadió a su apellido el de su abuelo, por eso se llama Vulliez-Sermet.
Jesús admite que todavía están en una búsqueda. En la actualidad, investigan un sistema de conducción de la viña que se apoya en soportes con forma de enormes “Y”. Esto podría generar un mayor aprovechamiento de la luz solar y favorecer la evaporación, imprescindible para una zona de 1000 milímetros de precipitaciones anuales.
Después de una ridícula prohibición que duró más de 60 años, las bodegas vuelven a instalarse en los alrededores de Colón, Entre Ríos, para aportar algo más que buen vino.
Desayuno con vista a los viñedos en la Bodega Vulliez-Sermet.
¿Los vinos? En evolución. Probé el 4 Variedades que es un corte de Tannat, Cabernet Sauvignon, Merlot y Malbec. También un Chardonnay que con claridad se expresa de manera particular en la zona. Por último, un Tannat que de a poco parece alcanzar esa mansedumbre que los uruguayos logran con esta cepa.
Colón. Gran anfitrión resultó Ariel Battista, el presidente de la Asociación de Hoteles y Restaurantes, que permitió conocer algunos de los puntos turísticos que ofrece. El río Uruguay tiene la característica de que sus costas son de arena muy blanca, con abundante vegetación y aguas calmas. A pocas cuadras del centro está el parque termal, totalmente renovado y con buena afluencia de turistas. El Parque Nacional El Palmar también forma parte del paisaje de la zona.
Después de una ridícula prohibición que duró más de 60 años, las bodegas vuelven a instalarse en los alrededores de Colón, Entre Ríos, para aportar algo más que buen vino.
El Tannat es una de las variedades que mejor se dan en la zona.
Colón Vinos. Es una fiesta de la que participa toda la comunidad: el Rotary local, la Asociación de Hoteles y Restaurantes, el municipio. Varios restaurantes aportan diferentes bocadillos como alitas de pollo y empanadas de surubí. Las bodegas donan vinos para la subasta del fin de fiesta en la que los lugareños eran identificados y estimulados por el rematador a demostrar su generosidad.
Conclusión. Colón es un excelente ejemplo de que la frontera del vino sigue en expansión. También, de que el enoturismo propone lugares alejados de Cuyo con alternativas más cercanas a Buenos Aires, Rosario y otras grandes ciudades. Desde Aurora del Talar, el lugar elegido para los estudiantes que buscan un viaje de egresados diferente, hasta hotel Costarenas con 4 estrellas, la oferta de alojamiento es variada. La conjunción de producción con turismo siempre es una apuesta acertada. Colón es una prueba más.