Con la muerte de Mao, los nuevos dirigentes instauraron un modo de producción capitalista, conservando su sistema político. Se superaron los prejuicios en contra de la empresa privada, se eliminaron las granjas colectivas y se instaló la libre competencia.
Contraste. Para 2020, China planea no tener pobres. En el G20 nadie habló de acabar con el consumo, mientras que en la contracumbre se identifican con ideas antiguas, aunque seguramente usan celulares. FOTO: SHUTTERSTOCK
Cuando China rompió las relaciones con la Unión Soviética, los líderes del Partido Comunista quisieron lograr la autosuficiencia económica. Mao propuso el Gran Salto Adelante con la intención de producir masivamente acero, carbón y electricidad, terminando con la propiedad de la tierra y obligando a la constitución de comunas agrícolas. Pretendía con eso suprimir la tendencia burguesa al consumo, el individualismo contrarrevolucionario. El plan fue un fracaso y provocó una hambruna en la que murieron más de 40 millones de personas.
En 1958, Mao renunció a la presidencia, permitiendo que se implante una economía de cuasi mercado que mejoró un poco la situación. Su obsesión por luchar en contra de las desviaciones capitalistas de la gente que podían arruinar su fervor revolucionario lo llevó a propiciar la Revolución Cultural de 1966, que quiso que se reeducaran, entendieran las ventajas de la pobreza, las comunas y la vida estoica. Se editó el Libro rojo con citas del presidente que resumían la sabiduría de la humanidad y tenían poderes cuasi mágicos.
Liu Shaoqi y Deng Xiaoping, que propiciaban una sociedad más abierta, fueron perseguidos como "seguidores de la vía capitalista". Los Guardias Rojos se movilizaron y promovieron un culto desmesurado a la personalidad. La China de Mao logró la igualdad. Todos fueron iguales en la pobreza, simplemente porque nadie tuvo nada.
Raimundo Fares, intelectual mendocino que estuvo en la China de esa época, escribió al volver Un inmenso convento sin Dios, libro en el que exaltaba un modelo con el que los chinos se habían convertido al ascetismo, comían poco, tenían poco sexo, llevaban una vida monacal. La racionalidad burocrática permitía que todos tuvieran algo de comida aunque fuera mala, algo de ropa aunque fuera con un mismo modelo, con la misma tela, todos sobrevivían con lo mínimo, pero en la virtud.
Después de Mao. Pero la mayoría de los chinos quería acceder a la tecnología, consumir, vivir mejor. Con la muerte de Mao, los nuevos dirigentes instauraron un modo de producción capitalista, conservando su sistema político. En 1980 abandonaron el colectivismo agrícola y liberalizaron el agro. El Producto Interno Bruto se disparó. Se superaron los prejuicios en contra de la empresa privada, se eliminaron las granjas colectivas y se instaló la libre competencia. Aparecieron muchos multimillonarios en dólares y la sociedad avanzó rápidamente hacia la supresión de la pobreza. Ningún país del mundo ha logrado tanto éxito combatiéndola.
Más de 700 millones de personas superaron hasta ahora esa situación y para 2020 China planea llegar a la pobreza cero, habiendo sido el país con más pobres del mundo.
La realidad refutó la idea de que la implantación del libre mercado llevaría a una democracia de tipo occidental. La economía crece a pasos agigantados, pero las demandas por más libertad, no.
Para sorpresa de quienes rechazamos la invasión norteamericana al sudeste asiático, Vietnam, Laos y Camboya implantaron economías capitalistas que conservan el sistema político autoritario y parecen ser más eficientes que los capitalismos que respetan las libertades. Cuando en esos países el Estado decide hacer una reforma, la hace. Cuando intenta algo semejante Macron en Francia o Macri en Argentina, todos los que defienden intereses sectoriales protestan y salen a defender sus privilegios.
En la concepción china de la política, hay una distinción entre la democracia y la libertad, que en Occidente normalmente se identifican. Existe una democracia piramidal de tipo indirecto, en cuya base está la elección de dirigentes del partido en el barrio, que eligen a otros de mayor nivel y a otros, hasta llegar a las máximas autoridades. Lo que no existe es la posibilidad de que cada persona o agrupación haga lo que quiera, defendiendo intereses sectoriales.
Existen pocos grupos en el mundo que rechazan el capitalismo, el consumismo, y quieren retroceder a una economía en la que los pobres vivan del Estado o de subsidios conseguidos por organizaciones intermedias. Creen en eso tres dictaduras militares quebradas del Caribe y unas pocas personas que tienen miedo del progreso y mezclan ideas falangistas con elementos luditas.
La realidad refutó la idea de que la implantación del libre mercado en China llevaría a una democracia de tipo occidental
Tecnología. China será pronto la economía más grande del planeta y está en la punta del desarrollo tecnológico, que plantea desafíos difíciles para todas las sociedades, que necesitan lograr que la desaparición de los empleos tradicionales no afecte a la población. Hace pocos meses, Uber inició un servicio de camiones sin conductor en Arizona que permite hacer viajes más largos, sin descanso, reducir los accidentes y llegar a áreas más aisladas. Enfrenta la competencia de Nvidia, empresa china que vende estos camiones en Asia y está ingresando al mercado norteamericano. El desafío de innovarse y mantener el empleo es enorme.
En China trabajan como camioneros 30 millones de personas y su número crece por el incremento de la producción, que subió de 10.400 millones de toneladas a 36 mil millones en un año. ¿Cómo impulsar el desarrollo tecnológico sin afectar el empleo?
La robotización, la nanotecnología la revolución de las comunicaciones obligan a repensarlo todo. Desde hace unos años, en Estados Unidos desaparecieron los cajeros en farmacias y supermercados. Este año, Walmart puso robots para limpiar sus establecimientos y están desarrollando robots que puedan analizar las perchas para reponer los productos y vigilar que estén bien marcados.
China hace un enorme esfuerzo por compatibilizar este desarrollo con la meta de pobreza cero, que supone cero desempleo.
El país ha desarrollado una maquinaria de vigilancia cibernética que controla a una población que cada vez se comunica más con internet. WeChat, el equivalente chino de WhatsApp, cuenta con más de 300 millones de usuarios y en esta sociedad próspera hay que controlar el delito, que se incrementó desmedidamente por la aparición de la riqueza. El gobierno aplicó técnicas de origen militar para controlar el problema, tuvo éxito, pero la vigilancia se ha incrementado a niveles que a muchos occidentales nos parecerían insoportables.
Existen pocos grupos en el mundo que quieran retroceder a una economía en la que los pobres vivan del Estado o de subsidios
India era hace cuarenta años un país de enormes contrastes. Buena parte del sur, y particularmente Calcuta, estaban sumidos en la pobreza más absoluta. Era insoportable ver cómo morían de hambre decenas de personas por día y cómo la sociedad había asumido esto como algo natural. En cambio el norte, particularmente el Punjab, era ricos y desarrollado tecnológicamente. Todo cambió con las transformaciones iniciadas en 1991 por Manmohan Singh, un ministro de Finanzas liberal que fomentó la economía de mercado, el acceso de grupos privados a la industria, la reducción de aranceles, la inversión extranjera y otras políticas capitalistas con las que el país llegó a un crecimiento apenas menor que el chino. Estas políticas se explican en el libro de Drèze y Sen India, Economic Development and Social Opportunity. El segundo país más poblado del mundo es ahora la cuarta economía más importante, y en 2030 será la tercera.
Combatir la miseria. El Gobierno lanzó un plan de trabajo para acabar con la miseria en el campo, donde vive el 70% de sus 1.100 millones de habitantes. Existe un aumento considerable de la capacidad de consumo de la clase media, gracias al incremento de la inversión, tanto privada como pública, nacional y extranjera. En su caso, India ha usado ventajas que le permiten competir mejor en áreas como la exportación de servicios tecnológicos, por alto nivel de educación de buena parte de su población y porque es un país en el que se habla inglés, lo que le abre amplios mercados en la era de internet. Políticamente, es una democracia estable, que protege la propiedad privada y mantiene una separación de poderes que evita que los políticos alteren el normal desempeño de la economía y de los mercados. El plan del gobierno es terminar con la pobreza y ha dado enormes pasos en esa dirección.
Estos fueron dos de los países que estuvieron en el G20, en donde nadie habló de acabar con el consumo ni con el libre mercado. Ni en las universidades importantes del mundo, ni en la alta política, se discute un modelo que tenga como ejemplo Cuba o la dictadura venezolana. Ningún país, tampoco los comunistas, tiene interés en los escombros de la Guerra Fría ni en la pobreza medieval. Cuando se leen los documentos de la “contracumbre del G20,” es difícil de entender que existan dirigentes identificados con una derecha tan antigua, que para colmo es posible que usen celulares y computadoras. Estarían más cómodos con máquinas de escribir.
*Profesor de la GWU, miembro del Club Político Argentino. (Fuente www.perfil.com).