Tiene la mejor conversión de maíz y soja en carne, y es la proteína más barata para la población urbana del sudeste asiático
La mitad del pescado que se produce en el mundo ya proviene de la producción acuícola.
Si bien la proteína animal más producida es la de cerdo, la más consumida a nivel mundial desde siempre es la proveniente de los peces. En términos de kilos per cápita, el consumo de pescado aumentó de 9 kilos en 1961 a 20,5 kilos anuales por persona en 2015. En los 60’ era casi todo capturado en mares o aguas continentales, hoy casi la mitad es producida en cultivos acuícolas.
Frente a esos 20,5 kilos consumidos per cápita, el consumo de cerdo, aún el que más producido en granjas, es de 16,5 kilos, el de pollo de 15 kilos y los vacunos (el caviar de las proteínas animales) fue de 9,3 kilos.
La producción total de carnes pasó de 87 a casi 500 millones de toneladas, es decir que se multiplicó por 6 el consumo. De estos solo el 30% no depende de los alimentos balanceados, una parte de los bovinos y los peces capturados (91 millones de toneladas).
Cuando se analiza el crecimiento entre los 60’ y hoy, la producción total de carnes per cápita pasó de 35 a 61 kilos (tasa anual del 2,8%) mientras que la población pasó de los 3.000 a 7.300 millones de personas (tasa anual del 1,6%), es decir que la producción total de carnes creció de 87 a más de 450 millones de toneladas.
De estos solo el 30% no depende de los alimentos balanceados, una parte de los bovinos y los peces capturados (91 millones de toneladas).
La producción acuícola creció el 183%, la de pollo 86%, de cerdo 39% y vacuno el 15%. Estos crecimientos son inversos a la tasa de conversión del alimento balanceado, es decir cuantos kilos de este debe consumirse para producir un kilo vivo. Los peces son los más eficientes con 1,1/1,2 kilos por kilo producido, los pollos cerca de 1,8, en los cerdos 2,7/2,5 y en los vacunos cuando no comen hierbas de alrededor de 7.
Los peces más cultivados son herbívoros (comen lo mismos alimentos que cerdos o aves) como las carpas o las tilapias del Nilo, además de cangrejos, camarones y moluscos, varios de estos como parte del cultivo de los anteriores comiendo sus desechos. Los peces carnívoros como los salmones o truchas son mucho menos importantes y apuntan a otros mercados y sectores sociales.
La producción pesquera mundial alcanzó según FAO a 171 millones de toneladas en 2016, de los cuales la acuicultura representó un 47% del total y un 53% excluyendo los usos no alimentarios (incluida la reducción para la preparación de harina y aceite de pescado).
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Se estimó el valor total en 362 000 millones de dólares, con un 64% que preceden de la producción acuícola. La captura está estancada desde los 80’, creciendo solo la componente acuícola.
La producción continental en estanques representa el 63% de la producción, el resto en jaulas en aguas marinas. Pero además de peces en acuicultura se producen 30 millones de toneladas de plantas acuáticas, básicamente algas, de ellas China genera el 47% del total y en segundo lugar Indonesia con el 38%.
China es la gran potencia acuícola, en los últimos años pasó de producir 15 a 50 millones de toneladas de peces, representa más del 60 % del total mundial, le sigue India con solo el 7%.
En los últimos años en Argentina estamos viendo la aparición de productos cultivados como el pacú, o más recientemente dorado o surubí producidos en el norte, que se suman a las truchas patagónicas con más antigüedad. Pero en todos los casos son cantidades muy pequeñas a nivel mundial, ínfimas en relación a las potencialidades de Argentina.
En resumen, la carne de los peces es individualmente la proteína animal más consumida, tiene la mejor conversión de alimentos balanceados basados en dos partes de maíz y una de soja, por ello la acuicultura es la producción animal que más crece y crecerá, siendo los centenares de pobres rurales chinos que pasan a ser clases medias urbanas los principales destinatarios de este producto, como la proteína más barata.
Nota de Redacción: Fernando Vilella es director del Programa de Bioeconomía de la Facultad de Agronomía de la Universidad de Buenos Aires. Fuente: Mitre y el Campo