Un poderoso sismo desató un maremoto que arrasó el este de Japón. Hay más de mil muertos y el gobierno prevé “un número extremadamente alto” de víctimas. Buscan a 100.000 personas entre el horror. Alerta por un escape radiactivo.
Foto: EL GOLPE. UNA OLA GIGANTESCA ARRASA LA CIUDAD DE NATORI, EN EL ESTE DEL PAIS.
Faltaban quince minutos para las tres de la tarde en Japón, cuando los centenares de personas que estaban en las playas de Sendai sintieron que el suelo los movía. Pocos segundos después vieron venir la primera ola. Fue el instante en que todo se transformó: a partir de ahí se vieron cuerpos que flotaban, junto a los autos, a las casas y todo lo que pasara cerca. A su paso, una enorme marea se llevaba por delante lo que hasta entonces había sido una ciudad. En esa zona del norte de la costa oriental, ayer sufrieron el peor sismo en 140 años –de 8,9 grados en escala de Richter–, que provocó ya más de 1.000 muertos y más de 100 mil desaparecidos, incendios sin control y cortes de luz a cuatro millones de personas.
La catástrofe se debió en gran medida a que el movimiento sísmico, originado 125 kilómetros hacia adentro en el Océano Pacífico, generó un enorme tsunami con olas de 10 metros de altura, que viajaban a 700 kilómetros por hora . El lugar en que las aguas impactaron con más violencia fue en la ciudad costera de Sendai. Allí, varias horas después de las primeras réplicas, los cadáveres aún se apilaban en las playas sin que los pudieran identificar.
También las olas arrasaron varios barcos y trenes, con decenas de pasajeros, y se temen que hayan sido devorados por el mar. Muy cerca de Sendai y Miyagi, decenas de ciudades y aldeas en un litoral de 2.100 kilómetros fueron sacudidas por más de 80 réplicas. Pero los movimientos sísmicos, además llegaron a otros lugares como Tokio, ubicado a casi 400 kilómetros de allí.
El gobierno japonés, por medio de su vocero Yukio Edano, ya advirtió que hay un número “extremadamente alto” de víctimas y le pidió a la población que esté preparada para nuevas réplicas de gran intensidad. Fuente oficiales sostienen que la cifra crecerá a medida que pasen las horas por el gran número de personas desaparecidas. La agencia de noticias Kyodo informó que las organizaciones encargadas de las operaciones de rescate temen que el número de muertos supere el millar.
Los daños se cuentan de a miles. Las casas prefabricadas se ven flotar por el medio de la ciudad; los edificios costeros destruidos por el agua; las granjas inundadas y decenas de construcciones prendidas fuego, entre ellas una refinería petrolera y una planta nucleoeléctrica.
“Tuvimos que subirnos a un auto y salir hacia el interior porque por radio nos dijeron que se venía el agua y que no podíamos hacer nada. Los terrenos están todos inundados y la policía no nos deja volver a buscar nuestras cosas. Dicen que es peligroso, que cuando se haga de día se podrá saber mejor en qué condición quedaron nuestros campos”, explica Yukio Shimoraki, una cosechadora de vegetales de una granja que está cercana a Miyagi.
Pero los efectos del terremoto no se circunscriben sólo a la costa del noroeste japonés. Cerca de cuatro millones de hogares están sin electricidad en seis provincias distintas. Impresionaban las imágenes nocturnas de ciudades en las que sólo se veía energía eléctrica en los edificios que tenían funcionando sus generadores de emergencia.
El fuego también afectó las centrales nucleares de Onagawa y Fukushima-Daiichi. Aunque el Gobierno sostiene que allí no se produjeron, por prevención se declaró el “estado de emergencia de energía nuclear” porque en la última central había problemas para enfriar un reactor.
En el centro de Tokio, varios edificios enormes se sacudieron con fuerza durante minutos mientras los empleados salían corriendo a las calles. Las imágenes transmitidas por TV mostraban un edificio en llamas y enormes nubes de humo. El servicio ferroviario en el noreste de Japón y el de Tokio, que normalmente transportan 10 millones de pasajeros diarios, fueron suspendidos, dejando a centenares de miles de personas varadas en las estaciones y vagando por las calles. Esta falta de comunicación se complicó más aún porque también dejaron de funcionar los teléfonos móviles.
“Nos explicaron que nos tenemos que tranquilizar. Esperemos que mañana (por hoy) se normalicen todos los servicios de transportes, que son imprescindibles para que la ciudad vuelva a recuperar su ritmo de siempre”, se esperanza Takeshi Mishiro, quien caminó 10 kilómetros para volver a su casa.
La noche había llegado y lo más grave parecía haber pasado. Pero la cautela continuaba entre las autoridades japonesas y los sismógrafos internacionales, que extendían las alertas de tsunami para todo el Pacífico, en lugares tan distantes como Sudamérica, México, la costa de Estados Unidos, Canadá y Alaska.
Fuente: Diario Clarín
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sábado, 12 de marzo de 2011
Miles de desaparecidos en un tsunami devastador
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