Por Carlos Manzoni - LA NACION
Si hubiera que definir a la Argentina según sus posibilidades de convertirse en un gran generador de energías renovables, se podría decir que es como esos nóveles futbolistas que exhiben un extraordinario potencial, pero aún les falta refrendarlo en el campo de juego. Su ficha técnica muestra que tiene los mejores vientos del mundo, ubicaciones ideales para aprovechar los rayos solares, caudalosos ríos y excelente aptitud para los cultivos. Sin embargo, su performance devela que sólo 5,3% de la demanda energética local es abastecida por "fuentes limpias".
La Patagonia posee algo que el mundo va a necesitar cada vez más: viento. Allí sopla uno de los más aptos, por su velocidad, para impulsar molinos eólicos. Pero el costo inicial para montar la infraestructura es altísimo, ya que un parque para generar 200 megas cuesta 200 millones de dólares. Carlos Galtieri, director de proyectos especiales de Siemens, que tiene entre sus tareas impulsar las energías renovables, lo define así: "El potencial es tremendo, pero hay que ver cómo se lo aprovecha".
El cálculo entre el inmenso costo inicial y el valor del megavatio en el mercado interno desalienta a los inversores. "Ahora hay en marcha 30 emprendimientos, porque el Estado prometió comprar esa energía a un precio mayor que el de la derivada de combustibles fósiles, para luego distribuirla subsidiada a los consumidores", explica Galtieri. Los grandes parques de Chubut y La Rioja siguen hoy subutilizados.
En lo que el país está fuerte es en biodiésel. Con 1,3 millones de toneladas exportadas en 2010 y 1,9 millones de toneladas producidas en ese año, es el primer exportador mundial y el cuarto productor (detrás de Alemania, Francia y Brasil). Según la Cámara Argentina de Biocombustibles (Carbio), las grandes empresas invirtieron US$ 700 millones y este año desembolsarán otros 200 millones para construir tres plantas.
Las que están mal son las pymes, que fueron las más afectadas por el congelamiento del precio de los biocombustibles ordenado por el secretario de Comercio, Guillermo Moreno. Con el aceite de soja (su materia prima) a US$ 1125 la tonelada y el biodiésel en 880, las cuentas no les cierran y dejan el negocio en manos de las grandes productoras, que pueden compensar lo que pierden a nivel local con sus ventas al exterior.
En tanto, con los disturbios en el norte de Africa, se tornó más negocio comprar etanol y mezclarlo con la nafta, lo que aparece como una oportunidad más para el país, que últimamente sólo lo ha producido intensamente a partir de la caña de azúcar, teniendo la posibilidad de hacerlo también con maíz y sorgo.
"Con 2% del área sembrada de esos dos cultivos se podría cumplir con el 5% de mezcla con nafta que ordena la ley; pero hasta ahora sólo había cupos para la caña, que no llegó a cumplirlos", dice Martín Fraguío, director de Maizar. Los nuevos cupos para maíz y sorgo dieron un impulso: hay cinco plantas en construcción para el mercado interno y se proyecta una para la exportación.
Mientras el etanol cuesta US$ 500 por metro cúbico y tiene 5% de retención a la exportación, el biodiésel vale 1000 y paga 20 por ciento. El ideal 20/20 de la Unión Europea (lograr que en 2020 el 20% de la energía sea provista por biocombustibles) abre un gran mercado. Aún así, Gabriel Obrador, vicepresidente de Carbio, advierte que sólo la mitad del cupo podrá ser cubierto con producto de "1° generación,", ya que otro 10 corresponderá al de "2° generación".
Este último (el único aceptado por los grupos ecologistas), que se elabora con cártamo, palma o jatrofa, entre otros, permite ahorrar 50% de carbono e insume menos agua y fertilizantes. "Hoy somos muy eficientes en soja, pero también podemos serlo con nuevos cultivos, en zonas desérticas del norte del país", dice Obrador, que también es presidente de Patagonia Bioenergía.
Con Yacyretá, el Chocón y Chihuidos, entre otras, la energía hidráulica hoy nutre 45% del consumo energético local. Pero eso muchas veces no es suficiente ante el déficit de otras fuentes y los picos de demanda. "Además, esas reservas están lejos de los grandes centros y luego hay que transmitirlas", acota Galtieri.
La hoy discutida energía nuclear, incluida por algunos dentro de las renovables, cubre 8% de la oferta local. "En vez de haber gastado millones en Atucha II, se podría haber apostado a energías más limpias", dice Juan Carlos Villalonga, director de Greenpeace. No sólo eso: aún se piensa en una Atucha III.
Un mix de energía eólica, hidráulica y solar sería lo ideal, según los técnicos consultados, para iniciar el camino hacia el reemplazo del combustible fósil. Pero aunque parezca una obviedad, coinciden, para concretar esa transición el Estado debe entender que además de soja, el país tiene viento, sol y agua.
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domingo, 20 de marzo de 2011
El país no saca todo el provecho de las energías renovables
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