Por Federico Sturzenegger - Diario Clarín
Bajar la inflación es sencillo y factible fiscalmente. Pero el oficialismo no tiene credibilidad. Si le toca gobernar a la oposición, es probable que sea su primer logro del 2012.
Hace un año escribí en esta sección una nota donde marcaba cómo la inflación seguía la evolución de la política monetaria . Cuando la emisión monetaria se aceleraba, la inflación subía; cuando la emisión se reducía la inflación caía. Concluía allí que de no cambiar la política de fuerte expansión monetaria que el BCRA estaba llevando adelante sería imposible contener el fenómeno inflacionario .
Hoy, un año después, el BCRA no sólo siguió expandiendo fuertemente la cantidad de dinero sino que la aceleró con lo que la inflación lejos de amainarse ha seguido creciendo. En el ínterin seguimos escuchando historias de lo más diversas sobre las causas de la inflación: las presiones monopólicas , sin explicar por qué las mismas no se expresaron en los 90 o en otros países; los aumentos salariales , sin clarificar que los mismos son consecuencia de la inflación y no su causa (gremios igual de combativos tuvimos siempre).
También se achaca la inflación a la devaluación del dólar , historia que claramente cayó por su propio peso en el 2010 durante el cual el dólar estuvo planchado y aun así la inflación se aceleró; o a la falta de inversión que hace que no haya suficientes bienes, insólita explicación en un país que creció en el 2010 un 8.5%; y así sucesivamente.
Sin embargo, hoy la inflación es tan alta y consistente , que más que preguntarnos de dónde viene la inflación, debemos plantearnos cómo hacer para bajarla . Lo sorprendente es que lograrlo es muy sencillo: si se apunta a una inflación del 10%, con un crecimiento del 5% de la economía, los agregados monetarios no deberían crecer por encima del 15%, algo menos de la mitad del crecimiento actual.
En los años 70 y 80, la emisión monetaria se producía por la inhabilidad del gobierno para cobrar impuestos. En los 90 y 2000 el panorama cambió radicalmente. De la mano de una tecnificación de la tarea de la AFIP, la recaudación tributaria del gobierno nacional pasó de menos del 12% del PBI al 29% en 2010. Por ello, en los últimos años, la emisión estuvo más asociada a la idea de que una política monetaria expansiva aseguraría un crecimiento perpetuo, que a una necesidad fiscal. Esto implica que desandar el camino sería más fácil, porque no hay hoy una necesidad fiscal que obliga a la emisión .
Aun sin que lo fiscal sea la causa hoy de la inflación, bajar la inflación al 10% produciría una merma de recursos para el gobierno nacional de unos $18.400 millones (algo más de un punto del PBI), un número no menor, pero perfectamente absorbible en un contexto donde el crecimiento de por sí generaría un incremento de la recaudación estimada para el 2011 de unos $61.500 millones.
La pregunta relevante entonces no es sobre la solución técnica al problema de la inflación sino sobre los costos y tiempos necesarios para reducirla . Respecto del costo económico de acomodar los niveles de emisión para generar una inflación más acotada, la visión más común es que tendría un efecto negativo sobre el nivel de actividad económica.
A mi entender esto es falso por un par de motivos. Primero, porque hoy la emisión se traduce casi automáticamente en aumentos de precios y los aumentos de precios generan una merma en el poder adquisitivo de los salarios. Es esa merma la que capta la denominación de “impuesto inflacionario” ya que la suba de precios actúa como un impuesto más sobre el bolsillo de los ciudadanos . Bajar la inflación, entonces, le reduce ingresos al Gobierno pero nos lo sube a todos nosotros con un efecto neutro en el agregado. Subir o bajar un impuesto no es en sí recesivo o expansivo, solamente determina quién gasta esos recursos.
Segundo, porque la política monetaria tiene un efecto expansivo en tanto mantiene la demanda agregada tonificada, lo que se garantiza con una inflación positiva, que la mayoría de los países satisfacen posicionándose con una inflación en el rango de entre 1 y 4%. Una inflación del 25% es un exceso que sólo contribuye al aumento de precios sin adicionar más potencia a la expansión del producto. En tanto no se transite por el camino de la deflación, bajar la inflación del 25% al 5% no implica abandonar el objetivo de que la demanda agregada siga en todo momento en modo expansivo.
Respecto de los tiempos necesarios, tenemos a favor que Argentina mantiene vigente hoy la prohibición de la indexación . Sin indexación, una baja en la tasa de emisión que sea creíble y anticipada se verá reflejada rápidamente en todos los contratos y negociaciones salariales, produciendo una baja muy rápida en los niveles de inflación.
En definitiva, bajar la inflación no sólo es sencillo sino que es factible fiscalmente , y, con una mínima cuota de credibilidad , no tendría un efecto negativo sobre el producto y podría ser implementada rápidamente. Cabe preguntarse si este gobierno, con su historia en este tema (INDEC incluido) está en condiciones de generar esa credibilidad. Si le tocara gobernar a la oposición es probable que una baja en la tasa de inflación sea su primer logro del 2012.
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jueves, 17 de marzo de 2011
Un gobierno confiable bajaría la inflación sin costo
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