Por Luisa Corradini
El congelamiento de tres diminutos orificios de menos de un centímetro de diámetro, situados bajo la trompa del avión, podría ser el responsable del accidente fatal del Airbus 330 que desapareció el lunes pasado en medio del océano Atlántico con 228 personas a bordo.
Esos orificios, en realidad sensores de velocidad, son mencionados cada vez con más insistencia como el punto crucial en el proceso de interpretación de la veintena de mensajes emitidos en los últimos minutos de vuelo por el sistema automático de comunicación (Acars). Un memorando enviado ayer por Air France a sus pilotos, donde afirma que comenzó a remplazar esos sensores en todos sus jets de mediana y larga distancia, parecería confirmar esas sospechas. Horas antes, Airbus también lanzó una recomendación a sus clientes.
El constructor del A330 recuerda que, en caso de dudas sobre la veracidad de las informaciones indicadas por el instrumental, las tripulaciones deben respetar los manuales de vuelo. Esa recomendación, validada por la Oficina de Investigación y Análisis (BEA), encargada de hallar las causas de la catástrofe, no implica que los pilotos del vuelo AF447 hayan cometido errores, sino que los instrumentos de la aeronave funcionaban mal.
En un comunicado publicado anteayer, la BEA señalaba "la incoherencia de diferentes velocidades [puesta a la luz] por los mensajes automáticos transmitidos por el avión". Recibidas entre las 2.10 y las 2.14 GMT, esas comunicaciones traducen un dramático encadenamiento de desperfectos.
Poco antes de las 2, el avión había recorrido unos 3000 kilómetros. El piloto automático estaba conectado. Una de las últimas comunicaciones radiales señala la entrada en una zona de fuertes turbulencias. La nave conservaba su rumbo sin tratar de evitar la tormenta que se encontraba en su camino. Aún se ignora por qué.
A las 2.10, se precisa que el "piloto automático está desconectado". El sistema pudo haber sido desconectado por la tripulación, que quiso cambiar de rumbo o trató de controlar manualmente el avión. Pero también puede haber sido la computadora de a bordo que tomó esa decisión en función de las informaciones que tenía.
Al mismo tiempo, el Acars anunció la pérdida de los indicadores de velocidad, la avería más grave. "Esto quiere decir que los tres sensores de velocidad se congelaron porque los sistemas de deshielo no funcionaron", explica el informe del Sindicato Nacional de Mecánicos de Aviación Civil. Ese desperfecto provocó a su vez la inutilización del calculador encargado de medir la velocidad del vuelo y puede también llegar a perturbar el funcionamiento del piloto automático.
Luego, en sólo cuatro minutos, se sucedió una cadena de hechos que derivó en el trágico desenlace.
El congelamiento de tres diminutos orificios de menos de un centímetro de diámetro, situados bajo la trompa del avión, podría ser el responsable del accidente fatal del Airbus 330 que desapareció el lunes pasado en medio del océano Atlántico con 228 personas a bordo.
Esos orificios, en realidad sensores de velocidad, son mencionados cada vez con más insistencia como el punto crucial en el proceso de interpretación de la veintena de mensajes emitidos en los últimos minutos de vuelo por el sistema automático de comunicación (Acars). Un memorando enviado ayer por Air France a sus pilotos, donde afirma que comenzó a remplazar esos sensores en todos sus jets de mediana y larga distancia, parecería confirmar esas sospechas. Horas antes, Airbus también lanzó una recomendación a sus clientes.
El constructor del A330 recuerda que, en caso de dudas sobre la veracidad de las informaciones indicadas por el instrumental, las tripulaciones deben respetar los manuales de vuelo. Esa recomendación, validada por la Oficina de Investigación y Análisis (BEA), encargada de hallar las causas de la catástrofe, no implica que los pilotos del vuelo AF447 hayan cometido errores, sino que los instrumentos de la aeronave funcionaban mal.
En un comunicado publicado anteayer, la BEA señalaba "la incoherencia de diferentes velocidades [puesta a la luz] por los mensajes automáticos transmitidos por el avión". Recibidas entre las 2.10 y las 2.14 GMT, esas comunicaciones traducen un dramático encadenamiento de desperfectos.
Poco antes de las 2, el avión había recorrido unos 3000 kilómetros. El piloto automático estaba conectado. Una de las últimas comunicaciones radiales señala la entrada en una zona de fuertes turbulencias. La nave conservaba su rumbo sin tratar de evitar la tormenta que se encontraba en su camino. Aún se ignora por qué.
A las 2.10, se precisa que el "piloto automático está desconectado". El sistema pudo haber sido desconectado por la tripulación, que quiso cambiar de rumbo o trató de controlar manualmente el avión. Pero también puede haber sido la computadora de a bordo que tomó esa decisión en función de las informaciones que tenía.
Al mismo tiempo, el Acars anunció la pérdida de los indicadores de velocidad, la avería más grave. "Esto quiere decir que los tres sensores de velocidad se congelaron porque los sistemas de deshielo no funcionaron", explica el informe del Sindicato Nacional de Mecánicos de Aviación Civil. Ese desperfecto provocó a su vez la inutilización del calculador encargado de medir la velocidad del vuelo y puede también llegar a perturbar el funcionamiento del piloto automático.
Luego, en sólo cuatro minutos, se sucedió una cadena de hechos que derivó en el trágico desenlace.
Fuente: Diario La Nación
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