Hay motivos, además de los personales, para que Mauricio Macri no esté presente en la asunción de Jair Bolsonaro el 1 de enero. Y para que tampoco viaje a Brasilia la vicepresidente Gabriela Michetti, la responsable habitual para algunos de estos menesteres. Las noticias que llegan desde Brasilia son de la aplicación de más proteccionismo y de puesta en duda de la vigencia del Mercosur como Unión Aduanera imperfecta. El acuerdo con la UE está en crisis y Uruguay analiza su propio destino.
La ausencia en la asunción de Jair Bolsonaro de Mauricio Macri y de la vicepresidenta Gabriela Michetti, la delegada para este tipo de cuestiones diplomáticas; tiene sus explicaciones económicas. Las novedades que trajeron desde el país vecino los primeros funcionarios argentinos que se reunieron con sus pares brasileños para comenzar a trabajar sobre una agenda común, fueron desilusionantes. Al extremo de tenerse ya la certeza en Buenos Aires que la máxima que se comenzará a aplicar en la relación comercial bilateral, será que cada país deberá procurar sus propios acuerdos comerciales bilaterales; según su propia conveniencia. Y que, si bien no se lo mencionó con estos términos, lo más probable es que haya una devaluación en el tipo de acuerdo que rija el Mercosur, pasando de la actual “Unión Aduanera Imperfecta” a una “Zona de Libre Comercio”.
La diferencia de status entre ambos conceptos es simple y profunda: en la primera no hay lugar para acuerdos particulares con aranceles diferenciados. En el segundo caso sí. Y la visión que se tiene hoy desde Buenos Aires, es que habrá que esperar muy poco tiempo para que Bolsonaro se decida, y comience una radical redefinición de la relación comercial de todo el Mercosur, dentro del bloque y ante el mundo. Hay una tercera posibilidad, que es la que se defiende desde Buenos Aires: revisar las adendas del Tratado de Ouro Preto de 1994 (que dio origen institucional al comienzo de la unión comercial del Mercosur), para verificar que tipo de mecanismos se permiten para flexibilizar al máximo las conversaciones bilaterales con terceros actores; pero sin romper, al menos en los papales, la Unión Aduanera. O, en todo caso, darle anabólicos poderosos al concepto de Imperfecta.
Las novedades fueron encontradas en la reunión que el jueves pasado tuvieron en Brasilia el ministro de Relaciones Exteriores argentino Jorge Faurie; en la reunión que organizó su próximo colega Ernesto Fraga Araújo en Brasilia, donde brindó sus cartas de presentación. Allí estuvieron también el uruguayo Rodolfo Nin Novoa, el paraguayo Luis Alberto Castiglioni y, como invitado especial, el ministro de Producción argentino Dante Sica, un experto en cómo interpretar los mensajes industriales y comerciales que surgen de las usinas públicas brasileñas.
La información general que llegó de estos encuentros a Buenos Aires, fue el empujón final que necesitó la Casa de Gobierno para determinar el tipo de delegación que se enviará el 31 de enero a Brasilia para recibir a Bolsonaro como jefe de Estado vecino. Si bien se había anunciado oficialmente que Mauricio Macri en persona estaría presente en la capital brasileña, el martes se anunció que (al menos por ahora) el presidente argentino no interrumpirá sus días de descanso para abrazar a Bolsonaro. La novedad es que tampoco viajará Gabriela Michetti, quién se ha especializado en este tipo de encuentros, y que cubre a Macri en oportunidades de asunciones latinoamericanas como la del mexicano Andrés Manuel López Obrador. Sin embargo Michetti tampoco viajará a Brasilia. La delegación argentina la encabezará entonces Faurie, quién ya le había prometido a Fraga Araújo su presencia. Algo bueno: ambos se conocen de los tiempos en que el canciller argentino era responsable del ceremonial del Palacio San Martín, y Araújo una firme promesa del cuerpo estable de Itamaraty.
Una vez que terminen los festejos comenzarán a confirmarse las por ahora versiones sobre como manejará Bolsonaro sus relaciones comerciales. Y el primer capítulo a resolver será el destino del acuerdo demorado entre el Mercosur y la Unión Europea (UE). La última esperanza de Macri era que Buenos Aires sea la sede de la firma del tratado, al menos en sus intencionalidades políticas. Bolsonaro se lo impidió. Ahora el acuerdo ingresará en un estado de deliberación permanente, hasta que desde Brasilia se defina se si oficializa que cada miembro del bloque sudamericano podrá negociar por su propia vía el tratado que más lo favorezca. Una especie de reedición de lo que ya rige entre el Mercosur y México. Desde la UE esta alternativa es la que más entusiasma. De hecho, durante la cumbre del G-20 de comienzos de mes, tres funcionarios europeos dejaron el guiño para avanzar en este sentido: el ministro de Economía y Finanzas de Francia, Bruno Le Maire (enviado especial de Emmanuel Macron para hablar del tema en Buenos Aires) y el presidente de la Comisión Europea, Jean Claude Junker, y el presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk.
Todos esperarán que el fantasma proteccionista de Bolsonaro defina sus próximos pasos. Hasta lo que se sabe, el brasileño es un enemigo declarado, al menos en campaña, de los acuerdos de apertura económica; al punto de prometer a sus votantes una era de proteccionismo moderno para la economía industrial de su país. Entre los sectores que prometió proteger se incluyen los electrodomésticos, los alimentos con valor agregado, los farmacéuticos, las autopartes, plásticos, químicos e insumos industriales, entre otros rubros. Todos estos se encuentran dentro de los sectores en los que ya había acuerdo con la UE, con lo que de aplicar Bolsonaro sus promesas industriales de protección expresadas en campaña.
Mientras tanto, un tercer actor permanece silencioso esperando los movimientos de Argentina y Brasil. Se cree que Uruguay, cansado de las trabas para avanzar en el pacto final, podría reclamar su independencia para discutir unilateralmente un acuerdo independiente, lo que según el estatuto del Mercosur, equivaldría el fin de la Unión Aduanera. Hasta lo que se sabe, Nin Novoa se mantuvo en estricto silencio en el encuentro de Brasilia de la semana pasada. Uruguay será anfitrión el lunes y martes de la próxima semana de la última cumbre del año del Mercosur. La última oportunidad, quizá, de lograr un acuerdo standard entre el bloque y la UE. Luego, todo dependerá de Bolsonaro.
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