El nuevo buque de la Armada “Juan Carlos I” es uno de los mejores en su género. Incluso si se le evaluara exclusivamente como anfibio, prescindiendo de sus capacidades como portaaviones, los datos demuestran las bondades del diseño.
Como era de esperar, los LHA/D más poderosos del mundo son los de la US Navy. Los buques de la primera serie (“Tarawa”) son capaces de transportar 1.713 soldados totalmente equipados y disponen de 2.360 m2 útiles para vehículos y de 1.720 m2 de hangar, que se halla superpuesto al dique inundable y tiene, aproximadamente, sus mismas dimensiones. Los del segundo grupo (“Wasp”) reducen esas cifras a 1.686 con 1.942 m2 de garaje y 1.100 m2 de hangar. El hecho de tratarse de buques bastante mayores que nuestro LHD lo facilita. No en vano, sus más de 250 metros de eslora dan para mucho.
Como era de esperar, los LHA/D más poderosos del mundo son los de la US Navy. Los buques de la primera serie (“Tarawa”) son capaces de transportar 1.713 soldados totalmente equipados y disponen de 2.360 m2 útiles para vehículos y de 1.720 m2 de hangar, que se halla superpuesto al dique inundable y tiene, aproximadamente, sus mismas dimensiones. Los del segundo grupo (“Wasp”) reducen esas cifras a 1.686 con 1.942 m2 de garaje y 1.100 m2 de hangar. El hecho de tratarse de buques bastante mayores que nuestro LHD lo facilita. No en vano, sus más de 250 metros de eslora dan para mucho.
¿Qué es, entonces, lo que ofrece el buque español, en lo que respecta a estos parámetros? La verdad es que el “Juan Carlos I”, pese a su menor eslora, no se queda corto. A la capacidad para transportar 1.028 militares (incluyendo los de Estado Mayor) se le une una superficie útil de carga de vehículos/aeronaves que en total asciende a 4.400 m2. De ellos, 3.000 m2 son intercambiables (hangar y carga rodada) en función del perfil de misión, mientras que los 1.400 m2 restantes pertenecen a la cubierta de carga de vehículos pesados. En este aspecto, por lo tanto, el diseño del buque español es superior al de sus congéneres norteamericanos.
En realidad, ocurre que los LHA/D estadounidenses tradicionalmente han potenciado el transporte de infantes, aunque eso significara una penalización en el de vehículos y aeronaves (en parte, esto último se compensa por la posibilidad de llevarlas sobre la cubierta de vuelo pero esa es, en última instancia, una posibilidad que asiste a cualquier marina de guerra dotada de estos buques). Aparentemente, parece que en Europa estamos por la labor de equilibrar ambos aspectos.
El modelo francés de LHD (“Mistral”) que precisamente suele competir en el mercado internacional con el diseño de Navantia, trata de responder a esta filosofía. En su caso, también se concede una gran importancia a la reserva de espacio para aeronaves y vehículos. En efecto, con una eslora algo inferior al buque español (199 metros, en su caso –la manga es prácticamente idéntica: 32 metros tiene destinada a transporte de aeronaves y vehículos una superficie muy similar a la del “Juan Carlos I”: con 1.800 m2 y 2.650 m2, respectivamente. Sin embargo, esta vez eso penaliza al de tropas, que es menos de la mitad de lo que puede el LHD de Navantia, siempre tomando como referencia las cifras de transporte en períodos prolongados de tiempo, que es la que cuenta para baremar. Los “Mistral” se quedan en unos 450 militares.
De esta manera puede apreciarse que se ha estado cerca de lograr la cuadratura del círculo. No es de extrañar que los australianos hayan optado por el diseño español. Como casi, siempre, a su acierto tecnológico, se le une un precio más que competitivo. Desde luego, muy inferior a los más de 1.000 millones de dólares del LHD-8 o a los 800 millones de dólares de un Mistral.
En realidad, ocurre que los LHA/D estadounidenses tradicionalmente han potenciado el transporte de infantes, aunque eso significara una penalización en el de vehículos y aeronaves (en parte, esto último se compensa por la posibilidad de llevarlas sobre la cubierta de vuelo pero esa es, en última instancia, una posibilidad que asiste a cualquier marina de guerra dotada de estos buques). Aparentemente, parece que en Europa estamos por la labor de equilibrar ambos aspectos.
De esta manera puede apreciarse que se ha estado cerca de lograr la cuadratura del círculo. No es de extrañar que los australianos hayan optado por el diseño español. Como casi, siempre, a su acierto tecnológico, se le une un precio más que competitivo. Desde luego, muy inferior a los más de 1.000 millones de dólares del LHD-8 o a los 800 millones de dólares de un Mistral.
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