Por Diana Warszawski- Diario Clarín
De Tigre a Puerto Madero se tarda una hora y media y hasta cuesta menos que venir en auto. La mayoría lo elige para evitar embotellamientos y demoras de los trenes. Hay cuatro servicios diarios.
En viaje. Las lanchas llevan, en promedio, unos 70 pasajeros en cada trayecto. También hay un servicio que sale desde el Puerto de Olivos. /ALFREDO MARTINEZ
En viaje. Las lanchas llevan, en promedio, unos 70 pasajeros en cada
trayecto. También hay un servicio que sale desde el Puerto de Olivos. /ALFREDO
MARTINEZ
Si bien a veces se suspende por mal tiempo, su entorno pintoresco y pasajeros amables hacen un oasis cotidiano el calvario que para otros significa moverse por la Ciudad. “Evito el tráfico, el estrés de cortes y piquetes y sé que llego siempre a la misma hora”, dice Lucía para explicar por qué optó ir por agua cuando empezó hace pocas semanas a trabajar en Puerto Madero. Cerca de ella, una chica dormita con el ronroneo del motor que avanza por el Río Luján. “Es un ambiente distendido, hay confianza”, comenta Juan Esnoz, uno de los marineros.
Espacio, asiento, aire o calefacción lo hacen “un tiempo para descomprimir el día”, evalúa Pedro Colucci (35), administrativo que combina la lancha con un taxi hasta Santa Fe y 9 de Julio. En el silencio gira el timón hacia Marta, de pie en su muelle personal, por donde avisó que la pasaran a buscar. “Para mí es un servicio casi puerta a puerta”, dice, y agrega: “Atravesar el Centro a esta hora es imposible y evita accidentes”. Lo adoptó hace cinco años, cuando la empresa Sturla inició el proyecto para recorrer esos 30 kilómetros de costa.
En la Estación Fluvial de Tigre se hace el transbordo a Realidad, una lancha mayor, para 80 personas, donde ya hay otros pasajeros. El aire huele a abierto y varios se saludan. “Esto te cambia el ánimo”, siente Ariel Páez (39), que usa el servicio hace un año. “Te relaja. En el trabajo me ven llegar y se sorprenden, casi con envidia”, dimensiona. De ida va directo; pasadas las 18 hay que llamar para reservar, “a la vuelta sí o sí, porque sale lleno”, advierte. A metros, dos patos nadan hacia los juncos. En Marina Punta Chica, San Fernando, sube la mayoría; “el 35% de unas 70 personas que llevamos por viaje”, cuenta Miguel Freytas, otro marinero, mientras alista una bandeja para convidar alfajores y café. Algunos leen, otros sacan sus computadoras. Con Wi-Fi y diarios gratis, “muchos aprovechan para trabajar; llegás con los mails leídos y contestados”, apunta Santiago García Chafuen (26). Solía tomar el Mitre, “pero esto es mejor que manejar, que te destruye”, analiza. “Parece un lujo grande, pero si calculás, sale lo mismo que en auto. O menos”, aporta Santiago, un abogado que cargó su bicicleta en la popa y tiene abono mensual de $1.320.
“Es un presupuesto, pero prefiero no gastar en pavadas y viajar tranquila” dice Micaela Chiaravalli (27). “No vigilante, así”, y aprieta con los brazos su mochila. “El otro día en charter tardé dos horas y media”. Pasa el Club Náutico de San Isidro, donde sólo suben socios. El sol dora un camino de agua y, a unos 35 km/h., Luciano Negro (38) saca fotos mientras la lancha se aleja por el Río de la Plata. Se despertó a las 5.15 para tomar el Mitre en Retiro hasta Tigre y volver en barco. “Sólo porque disfruto navegar tanto como estar de vacaciones, ver la Ciudad de perfil”, justifica. “¿Sabés lo que es para mí, que vivo por microcentro?”, dice, “Hoy descanso, pero a veces lo hago antes de volver ahí a trabajar”. Casi las 9. Dos titanes areneros y la escollera anticipan el destino.
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