Editorial I del diario La Nación
Superar el aislamiento financiero debería ser un objetivo en los dos años que le restan de mandato al actual gobierno nacionalEn el inicio de su gestión, el entonces presidente Néstor Kirchner maltrató de palabra a los poseedores de títulos argentinos en default y en 2005 realizó una propuesta de reestructuración de extrema agresividad bajo la consigna de "acepten o nunca más se les pagará nada".
El Estado de Derecho ha quedado desvirtuado por este y muchos otros comportamientos oficiales. La ausencia de seguridad jurídica ha tenido efectos fuertemente negativos; entre ellos, el aislamiento de nuestro país y el desaliento de la inversión. En varias oportunidades el gobierno de los Estados Unidos y otros representados en el G-20 y en organismos internacionales solicitaron al gobierno argentino dar cumplimiento a las sentencias del Ciadi. Como medida punitoria votaron negativamente los créditos para la Argentina en el Banco Mundial. En el mismo sentido, se han recibido reiterados reclamos por el incumplimiento de dar la información del artículo IV del Fondo Monetario Internacional y por la falta de propuestas por la deuda impaga del Club de París. Debido a todos estos incumplimientos y a las interferencias al comercio contrarias a los acuerdos multilaterales, nuestro país recibió sanciones, entre ellas la exclusión del Sistema General de Preferencias comerciales de los Estados Unidos y la reconvención de 40 países dentro de la Organización Mundial de Comercio.
El aislamiento económico y financiero ha tenido su correlato en el cúmulo de conflictos políticos con diversos países, de lo que sólo parecen exceptuarse los del eje bolivariano.
La soledad financiera de nuestro país dejó de ser soportable desde que se han perdido los superávits gemelos. Actualmente hay un desequilibrio fiscal que no se puede cubrir con los excedentes de caja de reparticiones públicas y que ante la falta de acceso a los mercados de deuda debe ser financiado por el Banco Central con emisión monetaria. Por otro lado, el balance de divisas se ha hecho negativo y se pierden reservas. A diferencia de otros países de la región, que reciben flujos fuertemente positivos de capitales externos, el nuestro los expulsa debido a la ausencia de confianza originada en todos aquellos incumplimientos, agravados por el cepo cambiario.
La criticidad de esta realidad se ha hecho notoria y el Gobierno parece haberla percibido, o al menos esto sería lo deseable. Una señal positiva en este sentido ha sido el arreglo alcanzado con quienes habían obtenido laudos favorables del Ciadi. El paso dado por las autoridades nacionales no tuvo en cuenta si se trataba de los afectados originalmente o si los beneficiados ahora son fondos que adquirieron los derechos de cobro a valores menores. No diferenciar este carácter es lo que corresponde de acuerdo a derecho, aunque no guste a las visiones populistas.
También es una señal positiva que la Presidenta haya archivado la medida oportunamente anunciada de dar la opción de Buenos Aires como lugar de pago de la deuda reestructurada. La intención, luego descartada, era eludir la probable sentencia adversa de la Corte de Apelaciones de Nueva York. Sólo queda por ver si estas señales respondieron a la necesidad puntual de destrabar la aprobación de un crédito de 3000 millones de dólares del Banco Mundial o bien implican una reorientación más profunda hacia el retorno de la Argentina al mundo. El resultado de las elecciones legislativas y la necesidad de completar los dos próximos años de gestión deberían convencer al Gobierno de recorrer seriamente este último cambio de rumbo..
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