martes, 15 de octubre de 2013

El país invisible

Por Matías Tombolini Economista- Cronista.com
El nuevo índice de precios NU (nacional y urbano) ya cuenta con el visto bueno de las provincias. Es razonable, entonces, preguntarnos si es probable salir de esta especie de país invisible oculto tras el sistema de estadísticas oficiales vigente. 
 
Y también qué consecuencias puede tener esto en los diferentes planos de nuestra economía, mas allá de la obvia influencia en la formación de expectativas por parte de los actores políticos y sociales, que con este nuevo índice podrían tener un común denominador a partir del cual discutir precios y salarios sin terminar por tomar datos no oficiales.

El simple hecho de contar con estadísticas fiables podría permitir que el gobierno retome lo que pareció ser su plan allí por 2010, cuando el entonces ministro de economía Boudou fuera a negociar el tramo de deuda que aun permanecía en default. Allí se reconocieron u$s 12 mil millones, que estaban en manos de los hold outs y se intentó avanzar en la renegociación con el Club de Paris.

Precisamente eso fue lo difícil, pues los burócratas de ese grupo de países le comunicaron a la Argentina que estaban dispuestos a discutir quitas y plazos pero, dada su organización, requerían que nuestro país acceda al monitoreo sobre las cuentas que realiza el FMI sobre todos sus países miembros. Esto no implicaba aceptar las recetas del fondo ni mucho menos, sino simplemente permitir que un acreedor mire las cuentas de su deudor.

Aquel fue el punto donde la negociación resultó insalvable ya que hubiera significado reconocer la endeblez de nuestros números oficiales y por lo tanto, este proceso quedó inconcluso, dejándonos aun en situación de default frente este conjunto de países.

La conclusión terminó siendo: reconocimos u$s 12 mil millones más de deuda, pero no frenamos los juicios de los buitres, no bajamos el riesgo país (por lo tanto el costo sobre el endeudamiento argentino), y nadie nos presta un dólar, aún hoy.

Es evidente que el plan era diferente y tenía que ver con brindar las bases para que pudiéramos retornar a los mercados internacionales de crédito a fin de conseguir financiamiento para continuar expandiendo la economía sin tener que continuar recurriendo a lo que finalmente se recurrió, es decir, emisión monetaria, caída de reservas, presión tributaria, impuesto inflacionario y represión de las importaciones de manera indiscriminada (en lugar de hacerlo en función de un plan que promueva el desarrollo de la industria nacional de forma equilibrada) o mecanismos de endeudamiento como el BAADE que parecen ser caros y poco efectivos, pero que en todos los casos es endeudamiento. Y no porque esas políticas sean negativas, sino porque no dieron los mejores resultados ya que se utilizaron en exceso.

Para que nos demos una idea de las consecuencias concretas de las estadísticas truchas y sus costos, simplemente basta repasar cómo hace 8 años el 10/10/2005, luego del canje de 2005, Argentina y Brasil llegaron a tener el mismo riesgo país (374bp). En cambio hoy, habiendo incorporado el segundo tramo del canje, el costo de endeudarnos es entre 4 y 5 veces el del vecino país.

Por estos días si despejan el escollo que representan las estadísticas oficiales, solo restará encontrar la fórmula para superar el inevitable mal trago de los fondos buitre, (que con poco se van a llevar pingues ganancias) sin aguardar a diciembre de 2014, a fin de no tener que compensar también a los que ingresaron en los canjes anteriores.
 
Claro que el verdadero país invisible, que no vemos tras las estadísticas oficiales, tiene poco que ver con los mercados y representa el otro escenario tras el telón de la farsa de números que nos quiere convencer de una indigencia inferior al 2% y una pobreza que no llega al 7% o que el salario real creció mas de 10% por año promedio en la ultima década.

Contrastes llamativos cuando los comparamos con la realidad que transitamos a diario donde ninguna de las estadísticas oficiales ni privadas parecen ajustarse al único relato que debería prevalecer, el del sentido común.

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