lunes, 7 de febrero de 2011

Trabajo: No conocen o no pueden volver a las fábricas

Por Daniel Muchnik - Perfil.com
El martes pasado, en Rosario, la Presidenta cuestionó por derecha y por izquierda. A los dirigentes sindicales por los bloqueos y las demandas salariales. Y a los empresarios, sector “que ganó lo que nunca en su historia”, dijo, y que “deben hacer un ejercicio de responsabilidad en serio para terminar con el trabajo esclavo”.

¿Utilizó la palabra “esclavo” como sinónimo de “trabajo en negro” o “informal”? Porque no todo es lo mismo. El calificativo “esclavo” se sigue usando en áreas del Gobierno. La AFIP, por ejemplo, ha castigado con dureza a dos empresas vinculadas con tareas rurales por “trabajo ilegal y esclavo” y por contratar empleados a los que hacían vivir en “condiciones infrahumanas”.

No se puede generalizar, pero entre 2003 y 2008 el mundo rural, en el país, empleó alrededor del 65% de su mano de obra de manera informal. Esa categoría, la de “informal”, significa que quedan sin protección social y de salud pero no es sinónimo de “esclavitud”.

En la Capital Federal, en distintas inspecciones, se comprobó la existencia de talleres, en especial textiles, con empleados de todas las edades que trabajan en peores condiciones que en la primera mitad del siglo XIX y con magros salarios. Los entendidos podrían hacer cotejos y decir que es el “estilo asiático” .

El compromiso de acabar con estos métodos de sojuzgamiento laboral viene arrastrándose desde hace tiempo sin que nadie encuentre las soluciones, y no sólo es patrimonio de la Argentina. Lo único que existen son las sanciones, que son sólo eso: castigos temporales. Se pagan las multas y se reinicia el círculo vicioso. Algunas cámaras empresarias presentaron proyectos de exenciones impositivas y de menores presiones y exigencias, como punto de partida. Con los años se los fue subestimando o cajoneando. Hoy, la informalidad es una hipoteca, una carga de alto voltaje social.

En el último trimestre de 2010 (último dato), el 35,8% de los asalariados totales del país no hacía aportes jubilatorios, es decir que estaba fuera de la ley. Esto se da en una estructura productiva en movimiento y con requerimientos de todo tipo.

Pero, para los especialistas, la informalidad no es uniforme y sus detonantes son de muy diferente naturaleza y origen. Por ejemplo, aseguran que la economía tiene grietas y no logra crear puestos de trabajo formales. Aquellos que no alcanzan a ingresar al mercado por las buenas lo hacen por las malas. Aceptan condiciones de cualquier tipo con tal de asegurar un ingreso más o menos seguro.

Una muy reciente investigación de Cenda (Centro de Estudios para el Desarrollo Argentino) detalla que a lo largo de 2010 los indicadores oficiales dan cuenta de una recuperación. Sin embargo, el impacto de ese dinamismo sobre el mercado de trabajo resulta débil. Así, hacia el fin del año pasado los índices laborales se situaban en niveles próximos a 2008, antes del conflicto con el campo. Esto sugiere la existencia de obstáculos difíciles de remover, que taponan el descenso del desempleo o el incremento de la tasa de empleo formal, legal, más allá de los valores actuales.

Mientras que en el tercer trimestre de 2010 el desempleo descendió, según el Gobierno, al 7,5% después de los picos de mediados de 2009, esa medida es apenas más pequeña que el 7,8% del tercer trimestre de 2008. El subempleo presenta un comportamiento similar. No hubo mejoría.

Un análisis sectorial de la relación entre la evolución de la economía y la del trabajo registrado facilita entender que es en la industria manufacturera donde la desvinculación entre la producción y el sistema laboral es evidentemente mayor. Salvo que el crecimiento industrial esté sobreestimado en las estadísticas oficiales. Lo mismo estaría ocurriendo en otros sectores, como en los servicios.

Las hiperinflaciones, el numeroso cierre de empresas, algunas anárquicas privatizaciones, la producción que subía y bajaba como en una montaña rusa, se tradujeron en expulsión de trabajadores de las líneas de montaje y de las especializaciones. Después de años sin operar máquinas, en un amplio analfabetismo tecnológico y operativo, aquellos que salieron de las fábricas ya no pueden volver a ellas.

Imagen:  agregada por Desarrollo y Defensa.

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