Por Ricardo Roa: EDITOR GENERAL ADJUNTO DE CLARIN
Como en una ensalada rusa, en el kirchnerismo conviven progres de hoy y de los 70 con gobernadores y jefes del GBA curtidos en el peronismo. Y hasta con el moyanismo, que viene del mismo tronco y al que los Kirchner convirtieron en la fuerza sindical hegemónica.
Pero en ese enjambre crece otra corriente con personalidad propia. Son los lunáticos , que pueden alinearse con cualquiera de aquellos tres grupos pero tienen, al menos, dos cosas en común: son más obsecuentes, que es la peor manera de ser leal.
Y con un talento especial para hacer fracasar cualquier empresa.
El decano es Moreno , el encargado de los precios capaz de hacer un zafarrancho inconcebible en el INDEC para terminar con más inflación que nunca. O de hundir a la papelera Massuh, cuando su misión era recuperarla. O de tener prohibido por la Justicia la entrada a Papel Prensa después de haber ido con guantes de box a las reuniones y amenazado a directivos con que sus muchachos les romperían las piernas. Un campeón.
Otras estrellas de ese firmamento son Timerman y Boudou, que representan para Cristina lo que Moreno era para Kirchner. El canciller puede alegar que la Presidenta lo llama diez veces por día. Y que le ordena tareas absurdas para su investidura como hacer de inspector aduanero con el avión norteamericano. Pero a todo, Twitterman le agrega de su cosecha, como el “conchero” de Luli Salazar en la pelea con Redrado.
La última adquisición es el nestornauta Martín García, a cargo de Télam y que va de papelón en papelón: llegó a comparar, con su firma, a Kirchner con Jesucristo.
En sí mismos, ninguno de ellos representan nada. Circulan con la patente de Cristina. Y serían actores de reparto divertidos si no fuese porque intervienen en cosas serias.
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