Anuarios estadísticos de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO, por sus siglas en inglés) informan que anualmente se consume en el mundo 2,7 millones de toneladas de calamar. De acuerdo con fuentes del gobierno chino, sus buques capturan entre el 60% y el 70% del desembarque de calamar en aguas internacionales. Sobre esta base, es probable que una proporción similar se mantenga en el Atlántico sur e incluye la pesca en la milla 201, la pesca ilegal en el mar argentino y la realizada con las cuestionadas licencias del Reino Unido en aguas circundantes a Malvinas.
En la última década el incremento de la presencia de la flota china ha sido sorprendente y el volumen de pesca, alarmante. Ha aprovechado épocas de abundancia, como el 2015, y se ha beneficiado incluso en períodos de bajo registro como fue, por ejemplo, el 2016, logrando un notable mejor resultado al obtenido por Argentina operando en su zona económica exclusiva (ZEE).
Diversos informes permiten entender el predominio chino en la pesca del calamar en particular en zonas tan distante como es el Atlántico sur. También las ventajas artificiales con las que gozan, por ejemplo, con subsidios al combustible y a la producción industrial, regímenes laborales muy cuestionables y sin aranceles en los mercados de destino. La revista Science ha señalado que, sin estas distorsiones, la mayoría de la pesca china no sería rentable a las tasas de explotación vigentes. La misma observación la realiza Science Advance en una nota de Enric Sala que afirma que el 54% de la pesca china sería deficitaria sin subsidios. National Geographic ha informado que esa práctica, que ha dotado a China de una sobrecapacidad pesquera, es cuatro veces superior a las ganancias.
South China Morning Post, en un artículo firmado por Stephen Chen, indica que la presencia abrumadora de China está afirmando la capacidad de influenciar en las negociaciones sobre conservación y distribución de los recursos mundiales de calamar para su propio interés. Asimismo, señala que para China la pesca de calamar es un paso hacia la conquista de los océanos con respaldo financiero gubernamental. También a través del apoyo de un conocimiento científico avanzado con información de última generación conformada por un conjunto de satélites y buques de investigación que le permite conocer con mucha precisión el tamaño y los cardúmenes de calamar. Según Chen, esos pronósticos oficiales son la mayor red de información de calamar con una exactitud del 70 al 90 por ciento.
Estas circunstancias, entre otras, ponen en evidencia que el problema de la pesca del calamar en el Atlántico sur es una cuestión que la Argentina debería analizar con un renovado cuidado geoestratégico y con una mayor atención en lo que hace al conocimiento científico sobe el estado del caladero. El tema, por su dimensión, supera incluso el importante e indispensable control naval del espacio marítimo.
También, en momentos en que se mantienen negociaciones en Naciones Unidas para un nuevo acuerdo para la conservación de la biodiversidad en la alta mar, habría que meditar sobre la vigencia del esquema del manejo de Illex argentinus tras tres décadas de desarrollo de esta pesquería en nuestra ZEE, en los espacios marítimos en disputa y en aguas internacionales. Sería desilusionante, de mantenerse las tendencias actuales, que algún día el Illex sea solo argentinus en la denominación científica.
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