Editorial I del diario La Nación
Cualquier candidato que llegue finalmente al gobierno nacional deberá hacerse cargo de la calamitosa situación en que se ha dejado al sector agropecuario
Foto credito: Molina Campos
Podrían acallarse las controversias entre el ruralismo, acompañado por casi todas las expresiones del contexto político nacional, y quienes gobiernan el país a su antojo, sin diálogo alguno, desde hace 12 largos años. Podría silenciarse la protesta agropecuaria por las consecuencias de políticas devastadoras para la producción del campo. Podrían instrumentarse, en fin, todos los medios a los que es capaz de apelar un gobierno cuya constante ha sido la manipulación falaz del pasado y del presente, y sin embargo, la realidad se mantendría tan inalterable como una fotografía en la que se retratan con rigurosa definición actores y escenarios.
La 129» Exposición Rural de Palermo acaba de clausurarse. Fue sobresaliente por la genética animal y calidad de las maquinarias industriales presentadas, a raíz, precisamente, de que el campo atraviesa el peor momento de su crisis. Sobresalió, desde luego, la voz del presidente de la Sociedad Rural Argentina al proponer, con absoluta franqueza, que nadie que crea en la significación de las actividades agropecuarias para la prosperidad de la sociedad puede votar en los próximos comicios por candidatos comprometidos con las políticas que han aproximado el campo al abismo. Tampoco por los que no dicen, en medio de tan apremiante hora, qué harán si llegan al gobierno.
Tampoco, dijo Luis Etchevehere, debe votar por candidatos de los que sospeche que cometieron actos de corrupción o puedan cometerlos; que hayan sido indolentes frente a los flagelos de las drogas y el narcotráfico, o participado de proyectos hegemónicos para llevarse por delante las instituciones. Tampoco a los que carezcan de compromisos suficientes con la libertad de expresión. ¿A qué demócrata podría incomodar la exhortación?
La democracia suele ser un vertedero de sorpresas, pero como no hay otro régimen mejor que ella Etchevehere confió en un nuevo octubre, que constituya, al igual que el de 1983, "el final de un trágico tiempo que parecía interminable". En circunstancias en que las entidades representativas de las actividades agropecuarias han debido actuar hasta como contenedoras de protestas por las que urgen sus asociados y los productores autoconvocados, resultaba del caso destacar la importancia del acto pacífico y ciudadano de las próximas jornadas electorales.
Con la simplificación de quienes pretenden denostar a los adversarios por su encasillamiento en otros momentos históricos y no por los propios, voces del oficialismo salieron una vez más a decir que la entidad de Palermo había estado comprometida con gobiernos militares. ¿No lo estuvo, acaso, el mismísimo Juan Perón, a quien fotos de época lo muestran saludando con felicidad al general José F. Uriburu al llegar a la Casa Rosada después de derrocar al presidente Hipólito Yrigoyen? ¿Quién fue aquél, si no el líder oculto de la conspiración y principal beneficiario de la revolución de 1943? ¿O qué hacían, mientras Perón estaba en Madrid, los líderes sindicales peronistas que rodearon al general Juan Carlos Onganía, "con saco y corbata", al asumir éste por la fuerza la presidencia en vez de rodear al doctor Arturo Illia, echado casi a puntapiés por una insurrección militar?
Cualquiera de los candidatos en lucha electoral que llegue finalmente al gobierno deberá hacerse cargo de la situación calamitosa en que las actuales autoridades dejan al campo argentino. No tiene sentido, pues, que ningún aspirante al máximo poder político se queje de la exposición de un cuadro en el que casi todos los principales cultivos se harán este año con riesgo de quiebra, aun en las mejores zonas del país. Ha llegado la hora del sinceramiento descarnado, y eso es lo mejor para todos, porque facilitará las correcciones impostergables que se resumen en una acertada expresión de Etchevehere: "Todavía es posible".
Rectifiquen los gobernantes, si está a su alcance realizarlo con otro método que el imperante en el Indec, bastión de impensables falsedades públicas hasta no hace más de una década, la denuncia hecha en el discurso de la Rural de que la participación mundial en producción de soja, en un país con campos gravemente "sojizados", apenas creció 2% en 12 años, mientras subía tres veces en Brasil, Uruguay y Paraguay. O que en los primeros cinco meses de 2015 la actividad forestal del NEA cayó 39%; la producción nacional de pollos, 39%; las exportaciones de arroz, 67%; las de manzanas, 42%, y las de peras, 25%.
¿Sabe la ciudadanía que la siembra de trigo ha disminuido este año mucho más de un millón de hectáreas por los costos internos, las trabas a la exportación y por un dólar de valor artificial, y que los factores negativos son aún más graves en relación con el maíz? ¿Sabe que la venta de maquinaria agrícola está paralizada y que en las zonas marginales se entregan a precio cero campos para sembrar con maíz con tal de que no se ensucien con malezas porque sus propietarios no pueden afrontar los gastos?
Confiemos en que el estado de desesperación en que se encuentran la producción agropecuaria en general y las economías regionales en especial no impulse actos temerarios en las jornadas de protesta que se anuncian. En todo caso, el Gobierno deberá hacerse responsable por haber lanzado a situaciones límite de supervivencia a quienes fueron destinatarios de políticas permanentes de hostigamiento y exacción sin precedente, por más que todos debamos preguntarnos alguna vez qué hubieran dicho los profesionales, los comerciantes, los prestadores de servicios, frente a una política invariable del peronismo de pretender apoyar a industrias muchas veces ineficientes si eso se hubiera hecho a costa de todos ellos y no sólo del campo. Ahora, para colmo, juega en contra de éste la caída abrupta de los principales commodities agrícolas, mientras sobre la industria no hay nada de nuevo y bueno para decir en estos días.
Así las cosas, es una farsa y, por lo tanto, motivo de repulsa que se pueda afirmar de un candidato que "manifestó su visión estratégica sobre la producción agropecuaria" al destacar el papel de los pequeños y medianos productores. Primero, porque con eso no dijo nada; segundo, porque nadie, ni pequeños, ni medianos, ni grandes, está hoy a salvo de una crisis de la cual el principal responsable es el mismo gobierno que dilapidó los mejores años posibles en una centuria para el agro y la ganadería argentinos.
Si la política quedara regida por el mandato de "gurúes" que recomiendan a los candidatos no anticipar nada de que lo harían en el poder, nadie deberá sorprenderse de que se la deje vaciada definitivamente de contenido, de emociones, de coraje. Habrá sido el triunfo de la más burda hipocresía..
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