domingo, 30 de agosto de 2015

La nube negra: cortes de electricidad, emergencia y default

Por Diego Cabot | LA NACION - Twitter: @diegocabot


Foto: LA NACION

En diciembre de 2014, el avión de carga más grande del mundo, un gigante de fabricación rusa marca Antonov, aterrizó tres veces en el Aeropuerto de Ezeiza. Fue la delicia de los fanáticos de la aeronáutica que miraban cómo aquella ballena voladora levantaba su trompa para que bajen los módulos de tres subestaciones eléctricas que el Estado compró en Portugal a través de la distribuidora Edesur.

Se pagó un millón de dólares por cada uno de los fletes, además de otros 50 millones por cada subestación. Se presentó como un avance energético y hasta se envolvió aquella carga con banderas con la inscripción Presidencia de la Nación. Nada se dijo que esos equipos se podrían haber fabricado en el país si se hubiese planificado. Pero era diciembre y en la Argentina de los calores reina la urgencia.

El caso del Antonov sirve para ilustrar que la imprevisión y la emergencia dominan el mundo de la energía eléctrica. Fue quizá la crisis más anunciada de todas, sin embargo el Gobierno no la evitó. La Argentina tiene cada vez más cortes de electricidad, y lo que es peor, las interrupciones son por un período más largo de tiempo y en cualquier época del año.

A diferencia de antes, esta vez los problemas se sienten en la distribución, la última parte del cable que lleva la electricidad de un transformador a los domicilios particulares. En ese tramo de la red, la inversión se retiró hace tiempo. Las principales distribuidoras, Edenor y Edesur, tienen la tarifa congelada desde hace tiempo. En las 26 restantes que hay en el interior, la remuneración que paga la demanda (los usuarios) no alcanza para mantener un nivel de prestaciones aceptable. Desde hace tiempo, gran par de estas empresas no paga lo que vende: electricidad.

Daniel Montamat, ex secretario de Energía y socio del estudio Montamat & Asociados, dice que el deterioro de la calidad del servicio se dio por falta de inversiones. "Tal vez estas cifras den perspectiva. La demanda de electricidad del país en 2014 pagó US$ 2716 millones y la oferta que generó los electrones facturó 10.325 millones (eso da una idea del costo). Los subsidios eléctricos (la diferencia) sumaron 7609 millones de dólares." Con esos números, el dinero que podía haber ido a inversión termina por solventar el costo para que el sistema funcione tal como está.

"Esos subsidios dan idea de la distorsión de precios, pero también muestran que la tarifa no remunera la inversión, ni siquiera los costos operativos. Las empresas distribuidoras ya no deciden dónde invertir y ni siquiera les alcanza para sus costos operativos; la inversión prioritaria se decide en acuerdo con el Gobierno y se ejecuta por fideicomisos, al menos en la jurisdicción de Edenor y Edesur", completa. Las distribuidoras provinciales, que antes disponían aumentos en el valor de distribución en sus jurisdicciones, desde hace dos años y con la intención de nivelar tarifas y evitar aumentos regionales perdieron esa facultad, y ahora dependen de fondos públicos para invertir en la calidad del servicio. Esto retrasó las inversiones en muchas provincias.

Andrés Chambouleyrón, un economista especializado en servicios públicos, tiene otros números que cuantifican lo que sucede. En la zona metropolitana, desde 2004 la duración promedio de los cortes aumentó más de 200%, mientras que la frecuencia de los cortes -veces por año- también subió.

En 2004, un usuario promedio tenía 4,6 cortes por año. El Índice de Duración de Interrupción Promedio del Sistema (Saidi) de entonces era de 8,75 horas. En 2014, último dato procesado, la cantidad de cortes se duplicó y pasó de aquel 4,6 a 9,14 veces por año. El tiempo del apagón promedio se cuadruplicó y ya llega a 31,6 horas. No sólo eso. Las primeras consecuencias para los usuarios domiciliarios de la crisis -la industria tiene cortes desde 2006- eran los cortes en los días de calor. Pues ahora es todo el año.
 
Foto: LA NACION 

Según datos oficiales que compila el Ente Nacional Regulador de la Electricidad (ENRE), en julio de 2014 se registraron 65.034 reclamos por falta de suministro y 315 por cortes reiterados. Era invierno, épocas en las que solía faltar gas no luz. En enero pasado, el primero llegó a 83.225 mientras que el segundo indicador a 379. En junio de 2015, última planilla a la que LA NACION accedió, las denuncias por cortes fueron 78.605 y los reclamos por reiteración llegaron a 325. Problemas que ya no conocen de estación.

Según cuentas de operadores del sector, sólo en el área metropolitana se necesita un flujo de inversión constante de 400 millones de dólares por cinco años para revertir el deterioro y volver a los estándares de calidad de hace 10 años. "Doscientos millones más de lo que se invierte ahora por distribuidora", dice Cristian Folgar, ex secretario de Combustibles.

Cambouleyrón resume el origen del problema en una palabra: falta de inversión. "No se invirtió lo necesario ni en generación ni en distribución. Y la prestación se deterioró al punto de que hay más cortes y más largos", dice.

Qué sucedió para llegar a este momento de cortes que un experimentado consultor graficó como hongos que aparecen después de la lluvia: "Por cualquier lado".

En principio se retiró la inversión. Los ministros de Planificación Federal y de Economía, Julio De Vido y Axel Kicillof respectivamente, saben que en los servicios públicos la plata para la inversión la ponen los usuarios, mediante la tarifa, o el Estado. Puede haber financiamiento, pero lo pagarán unos u otros. Nunca nadie en la Tierra inventó otra forma.

Desde que el kirchnerismo llegó al poder, los usuarios domiciliarios vivieron en una burbuja tarifaria. La electricidad domiciliaria, para la gran mayoría, vale por bimestre lo mismo que un par de kilos de pan. Al menos desde 2006, la industria y los grandes comercios sobrellevaron cortes en verano y en invierno, costearon sus inversiones para lograr más energía y además aportaron dinero, mediante cargos específicos que se destinaron a la escasa inversión en el sector. La crisis se tornó invisible en las grandes ciudades. Los industriales la padecieron con ese irritante silencio que acostumbraron a guardar en los últimos años. Más aún, la gran mayoría de ellos la negaron si eran consultados.

Con tarifas congeladas, las distribuidoras pasaron de la ganancia al equilibrio y del equilibrio a la quiebra técnica. La memoria y balance de Edenor muestra la precariedad del sistema. En 2014, la compañía tuvo una pérdida contable de $ 780 millones y un déficit operativo antes de reconocimiento de mayores costos de 2525 millones. Desde julio de 2014, un contrato de mutuo con la comercializadora mayorista de energía Cammesa -una compañía cuyos hilos se manejan desde el Ministerio de Planificación Federal-, es la manera que se fondea para pagar los sueldos. En 2014, por caso, la paritaria acordó un 30% de aumento de sueldos más 2,14% por año de antigüedad. La nómina creció alrededor de 50%. Ya no alcanza el dinero que recaudan para pagar los sueldos. Mucho menos, para invertir.

El sector eléctrico tiene tres actores: generadores, transportistas -redes de alta tensión- y distribuidores. Allí funciona Cammesa, la empresa que comercializa la energía. Las generadoras venden y las distribuidoras compran a este mayorista. El transporte, la tercera pata del esquema, está operado por Transener, una empresa cuyos dueños son Pampa Energía (accionista mayoritario), Electroingeniería y el Estado.

Desde hace tiempo ya nadie le paga a Cammesa la energía. Asientos contables, pagarés y mutuos van y vienen. Saben que nadie los pagará, pero igual se firman. Sólo por citar un ejemplo, Edenor registró en su último balance un deuda de 2257 millones de pesos. Allí está la nube negra de los subsidios.

LA RED AL LÍMITE

Los cables se resintieron. Sólo los aire acondicionado vendidos en los últimos dos años se llevan lo que produce una de las centrales nuevas. Cualquier lector que haya llegado hasta este lugar de la nota puede hacer un ejercicio muy simple: levantar la vista y mirar qué es lo que pasa en su casa. Se topará, seguramente, con varios aparatos más enchufados que hace 15 años. Quizás haya cambiado los cables para que el aire acondicionado funcione en soledad en una fase y no comprometa toda la red. Quizá, con todo enchufado, plancha incluida, salte la llave térmica. El procedimiento que sigue es conocido por todos: corte y oscuridad, a desenchufar algo, subir la palanca y hágase la luz.

Nada distinto a esta situación doméstica ocurre en las ciudades. La térmica son los transformadores desperdigados por todos lados, enterrados o en gabinetes, que sirven de fusible y que alimentan a tres o cuatro manzanas. Más aparatos se enchufan, más se exige la red, hasta que finalmente, esa zona se desconecta automáticamente. En verano, la cosa es peor. El calor que toman todos estos conductores impide el restablecimiento inmediato. Y esto si hay suerte y el transformador no se quema por la sobre exigencia.

Ahí llega otro problema: las cuadrillas y sus reclamos gremiales por reencuadramiento o incorporación a la planta de las distribuidoras. Todo puede suceder en la Argentina de los subsidios, hasta que los gremios peleen por incorporar empleados a dos empresas que no pueden pagar los sueldos. Pero no importa, aporta el e Estado con los subsidios.

Barrios que no tenían problemas comenzaron a tenerlos. Cambió la densidad poblacional de enormes sectores de las ciudades producto del reemplazo de las casas por departamentos. De una a 40 familias en los mismos metros cuadrados; de un aire acondicionado a 40; de un par de celulares a ochenta.

"Creció mucho la demanda de electricidad para calefacción por los artefactos frío/calor. Son baratos, fáciles de instalar y dan una sensación relativamente rápida de confort", dice Folgar.

Durante el último tiempo, el invierno pasado en particular, las tarifas de gas subieron en función del mayor consumo, pero las eléctricas (Edenor y Edesur) no movieron sus números. Lo que sigue es sentido común: se apagaron los aparatos a gas y se encendieron los eléctricos.

El verano es conocido: manda el aumento de confort. Bajó el costo de los aparatos y las tarifas siguen bajas.

La descoordinación manda en este mundo donde debería gobernar la planificación. "Las redes de distribución están saturadas y las obras no solo son costosas sino que llevan mucho tiempo. La única solución estable es aumentar la capacidad de distribución de las redes. Eso es caro y lento. Por eso el Estado intentó minimizarlo con las unidades móviles que están estacionados por todas las ciudades, pero ese esquema no da para mas", agrega Folgar.

En las redes mas aisladas, típicamente las rurales, el problema es falta de mantenimiento. "En algunos casos no hay plata ni para podar árboles. Ante cada tormenta los árboles tocan los cables y saltan fusibles, que encima luego por falta de cuadrillas cuesta reemplazar" agrega el ex secretario de Combustibles.

Se podría haber hecho mantenimiento preventivo, es decir, crear condiciones de infraestructura para que los sucesos no ocurran. Pero esta manera de hacer las cosas es cara y requiere planificación. No hay banco que financie a las distribuidoras y la inversión está a cargo del Estado. Jamás se decidieron esos planes de largo plazo. Lo que queda es la emergencia: actuar después del corte.

En eso está el Gobierno, obligado por los apagones del verano de 2013 y 2014. El año pasado se invirtieron 4000 millones de pesos, aproximadamente, en la zona metropolitana. Mucho de ese dinero se utilizó para comprar y hacer funcionar generadores que inyectan energía adicional a lugares sobreexigidos. Esa energía, que se produce con la quema de combustibles líquidos, es cara e ineficiente. Es una salida rápida ante un suceso, claro está, pero no avanza sobre el problema de fondo.

Ningún técnico serio cree que hay solución en el corto plazo, aunque todos conocen la fórmula: planificar, invertir y sobre todo, esperar. Y una cosa más, rogar que la temperatura esté en los soñados 18°C. Es el meridiano ideal donde no hace falta ni aire frío ni caliente. Es el lugar donde los ánimos se calman..

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