Por Mariano De Vedia - LA NACION (Twitter: @mdv2011)
El hundimiento del destructor Santísima Trinidad, que combatió en Malvinas y ayer terminó de tocar fondo en la Base Naval de Puerto Belgrano, desencadenó una fuerte polémica entre el Gobierno y la Armada.
En una sorpresiva aparición por la TV pública, el ministro de Defensa, Arturo Puricelli, dijo anoche que pudo tratarse de un sabotaje y ordenó a la Armada iniciar una investigación para determinar responsabilidades y eventualmente aplicar sanciones. "Me parece muy raro que un buque desactivado y listo para desguace sufra un percance que lo lleve a hundirse en cuestión de horas", señaló el ministro, que demoró más de 36 horas en pronunciarse públicamente sobre el episodio.
"O ha habido una mano rara o tienen que buscar una explicación de cómo un buque se hunde estacionado en el puerto", advirtió Puricelli, al sembrar dudas sobre lo ocurrido con el destructor, que tocó fondo en un sitio donde la profundidad del agua no supera los seis metros. En la Armada dijeron ayer que la evaluación de los daños podría demorar una semana.
Con la orden de deslindar responsabilidades, Puricelli dijo anoche que instruyó al jefe de la Armada, almirante Daniel Alberto Martin, para abrir un sumario en la fuerza por el hundimiento de la nave, que se encontraba amarrada en Puerto Belgrano, en virtual estado de abandono desde hace casi una década.
El episodio amenaza con reactivar los cortocircuitos entre el Gobierno y la comunidad naval, dos semanas después del multitudinario acto oficial con el que la presidenta Cristina Kirchner recibió a la Fragata Libertad en el puerto de Mar del Plata.
"No descarto un atentado", dijo el ministro, que puso en duda la "guardia mínima" que debía custodiar el destructor Santísima Trinidad, que había sido retirado del servicio activo en 2004 y desde entonces no contaba con tripulación. En un comunicado difundido anteayer, la Armada atribuyó el hundimiento del barco a "la rotura de una tubería de seis pulgadas, lo cual produjo un importante ingreso de agua".
Fuentes navales admitieron a LA NACION que el buque tenía una guardia de seguridad permanente de no más de diez marinos, que se distribuían en turnos y cuya función era recorrer el buque para advertir y evitar anomalías. Sin embargo, otras fuentes castrenses indicaban que las guardias se limitaban a inspecciones en la cubierta exterior del barco y las adyacencias del muelle, sin revisar las salas y compartimentos del interior.
En contraste con el negro destino del buque insignia de Malvinas, Puricelli citó el caso de la "corbeta Sarmiento, que tiene más de cien años, está en Puerto Madero y no se hunde". Se refería a la Fragata Sarmiento, el buque escuela que antecedió a la Fragata Libertad.
"No descarto absolutamente nada porque hay quienes usan a las Fuerzas Armadas para criticar a nuestro gobierno", lanzó el ministro de Defensa, que en octubre último había asumido públicamente su responsabilidad por el escándalo de la Fragata Libertad.
La instrucción oficial para investigar a sus subordinados le llega al jefe de la Armada dos semanas después de que la Presidenta firmó su postergado ascenso al grado de almirante.
En medio de la reacción oficial, el destructor tocó fondo ayer en la Base Naval de Puerto Belgrano y permanece a la deriva. Inclinado en un ángulo de 90 grados y amarrado a uno de los muelles, el barco quedó con parte del casco a la vista, sin que la Armada pusiera en marcha, por segundo día consecutivo, ningún operativo de rescate.
"Todavía es prematuro saber si el barco podrá ser reflotado. Habrá que esperar a que se estabilice para que los buzos puedan sumergirse y, así, evaluar los daños", sintetizó a LA NACION el vocero del Comando de Adiestramiento y Alistamiento de la Armada, que tiene su sede en Puerto Belgrano.
El trabajo de los buzos podría demorarse hasta una semana, que es el tiempo que llevaría la estabilización del barco en el fondo del mar, estimó el capitán Eduardo Pisciolari, director de prensa del Comando de Adiestramiento y Alistamiento de la Armada, que conduce el contralmirante Oscar Patricio González, veterano de Malvinas.
Sólo una vez que el buque no se mueva más, el personal del Servicio de Salvamento y Buceo podrá evaluar la magnitud de los daños y la Armada resolverá si existe necesidad e interés en reflotar la histórica embarcación.
La acción de los buzos permitirá evaluar si la avería sufrida en el casco por la rotura de la tubería presenta consecuencias más graves y si el abandono en el que se encontraba la embarcación derivó en otras fisuras en el casco, entre otras hipótesis que comenzaron a surgir en el ámbito naval, antes de las explosivas declaraciones de Puricelli.
Con el buque escorado 90 grados, la única actividad que se percibía ayer en la Base Naval de Puerto Belgrano eran trabajos de menor envergadura, para evitar, por ejemplo, la acumulación de basura, según pudo averiguar LA NACION.
"En este momento prácticamente todo el mundo está de vacaciones en la base y hay muy poca gente trabajando", explicó un oficial de la Armada, que no reveló su identidad, ante una consulta.
La fuente indicó que se percibe entre los marinos un clima de clara desmoralización por la serie de infortunios acumulados en los últimos años.
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