Por Federico Kucher - iProfesional.com
El consumo, motor de la economía y bandera innegociable del modelo K. Pero los problemas de caja hacen que el Ejecutivo no tenga reparos en utilizarlo como "ancla". Ya viene dando prueba de ello, al igual que lo sucede con el techo que se busca en los acuerdos por salarios. Lo que viene
El discurso sigue siendo el mismo, pero los hechos lo contradicen cada vez con más fuerza. Al punto que muchos se preguntan si el consumo dejó de ser una "vaca sagrada" del modelo económico para ser "sacrificada" como nueva variable de ajuste.
Ocurre que, por primera vez en la era K, se está viendo cómo, a diferencia de lo que sucedía tradicionalmente, se están tomando medidas que afectan en forma directa a la demanda interna, gran "locomotora" de la economía. Antes, hasta los analistas más críticos del Gobierno reconocían que muchas cosas podían cambiar drásticamente en el modelo, pero el consumo siempre conservaba su rol protagónico.
En esa lógica, había otras variables a las que sacrificar:
• La inflación controlada, que se transformó en alta.
• La situación fiscal desahogada, que pasó a mostrar déficit.
• Las ganancias de las empresas, que ahora hacen fila para protestar por la pérdida de competitividad y rentabilidad.
Pero, como dice la canción, todo concluye al fin. Y muchos analistas creen que éste será el año en el que definitivamente se puede terminar el empuje consumista, en parte por la propia decisión del Gobierno, que está preocupado por las crecientes urgencias financieras y, en parte, por las propias limitaciones del modelo. "Siempre el consumo fue la variable más dinámica. Pero ahora no está claro que siga siendo el principal pilar de los K", resume Mario Sotuyo, economista jefe de la consultora Economía & Regiones.
Por lo pronto, los números reflejan un punto de inflexión. Si bien no hubo un desplome, se frenó aquel ritmo acelerado que hacía batir récords cada año. En este sentido, un caso emblemático es el de los autos. Si bien se registraron buenas compras -impulsadas por el comportamiento defensivo de los argentinos frente a la inflación- el 2012 cerró con 18.000 patentamientos menos que en 2011.
Algo semejante ocurrió con las ventas de motos, tal vez uno de los indicadores más intuitivos para conocer el estado en el que se encuentra el poder adquisitivo en las ciudades pequeñas del interior.
En cuanto a los productos electrónicos, las cosas no fueron distintas. "Había que sacar número en Frávega para comprar", grafica el economista Miguel Bein, refiriéndose al bienio 2010/11, en el que los salarios aumentaron un 50% frente a una inflación que lo hacía "sólo" al 35%.
Ahora, en cambio, los electrodomésticos dejaron de ser las estrellas, en parte por el deterioro salarial, y también por el cierre importador que se ve obligado a efectuar el Gobierno como forma de garantizarse dólares en la "caja" comercial.
Por su parte, un estudio de la Confederación Argentina de Medianas Empresas (CAME), que registra las cantidades anuales consumidas de celulares, computadoras portátiles, heladeras y aires acondicionados, muestra que en 2012 hubo una caída de 0,8%, a contramano del repunte del 8% logrado el año previo.
¿Un ancla que llegó para quedarse?
Desde filas oficialistas podría argumentarse que este comportamiento relativamente modesto del consumo es consecuencia de que "el mundo se nos cayó encima". O bien que es un fenómeno pasajero. Pero también están los que empiezan a convencerse de que esto no es una cuestión meramente temporal. En otras palabras, señalan que al margen de la caída en ventas que se ha dado en ciertos rubros, lo novedoso de 2012 ha sido que hubo un cambio de rumbo. Es decir, un giro de tendencia del modelo.
"El problema es que los principales impulsores que pusieron al gasto de las familias al frente de la expansión económica comenzaron a erosionarse en forma estructural", argumentan desde Economía & Regiones.
¿Por qué el bajón del consumo tiene más aspecto de algo permanente que pasajero? Así lo explican los analistas:
• La capacidad para generar nuevos puestos de trabajo, tanto en el ámbito estatal como privado, se ve muy comprometida, con lo cual es probable que el desempleo suba marginalmente.
• En consecuencia, el mercado laboral probablemente deje de alimentar fuertes expansiones del consumo.
• A diferencia de "esos puntitos de más" que se daban por encima de la inflación -que fueran tan característicos años atrás- ahora las negociaciones por salarios apenas podrán empatarle a la suba de precios, lo que pondrá irremediablemente un techo al incremento de los gastos de las familias.
• Para peor, el aumento de la presión tributaria -a través de Ganancias, ABL, patentes, ingreso brutos, impuestos inmobiliarios, entre otros- arremete contra el ingreso disponible y restringe el monto destinado a gastar.
En este contexto, da toda la impresión de que el consumo comienza a transformarse paradójicamente en "ancla" de la economía, ocupando el papel del dólar apreciado que tuvo el país mientras hubo algo de colchón externo o fiscal.
Las medidas de la polémica
Lo que parece claro es que, además de las limitaciones de "caja" ya mencionadas, el consumo sentirá el impacto de factores tales como:
• Impuesto a las Ganancias, y la actualización del piso a partir del cual se paga el tributo.
• Servicios públicos, y los incipientes ajustes tras años de tarifas congeladas.
• Los créditos "a la fuerza" que impulsa el Ejecutivo, ya que al forzar a bancos a prestar a empresas a tasas por debajo de la inflación puede hacer que éstos, para compensar, encarezcan las líneas dirigidas al consumo.
• El ajuste del Gobierno a las provincias, que en 2012 han recibido apenas un 7,6% más de dinero (transferencias) frente a una inflación tres veces superior. Cabe recordar que en la mayoría de ellas el grueso de los fondos se usa para pagar sueldos de estatales, que ahora encuentran serias limitaciones a la hora de consumir.
También los aumentos de los subtes, colectivos, luz, gas -que van de la mano del intento por descomprimir el explosivo esquema de subsidios- dejan en evidencia el cambio de época. Si algo queda claro, a partir de estas medidas, es que frente a los temores que despiertan los desequilibrios fiscales, en la Casa Rosada ya no predomina la idea de sostener la demanda "cueste lo que cueste".
Claro que la Presidenta se encarga de suavizar semejante maniobra cuando en sus discursos explica que "es necesario el gradualismo en el aumento de las tarifas", para evitar el impacto en el consumo. Pero los críticos del Gobierno no lo ven de la misma forma. Al respecto, es contundente una frase de Alfonso Prat Gay: "Lo pueden llamar como quieran, pero esto es un ajuste".
A la hora del ajuste: pragmatismo
Otras de las cuestiones que la propia Presidenta se encarga de poner en claro es la necesidad de moderación en los acuerdos por salarios. Si bien no lo hace del todo explícito, la búsqueda de acordar convenios que vayan bajando la nominalidad tiene una fuerte relación con el combate contra la inflación.
Lo llamativo es que en otros tiempos el discurso era que los salarios no guardaban relación alguna con la trayectoria ascendente de los precios. Más bien, la explicación oficial se vinculaba con la existencia de mercados concentrados y la tendencia de los empresarios a remarcar los productos en lugar de invertir y ganar en eficiencia. Pero ahora parece haber, dentro del mismo círculo económico del kirchnerismo, un cambio en la forma de entender el proceso inflacionario.
Un funcionario del Palacio de Hacienda, apelando al estricto off the record, explica que "lo que está se está buscando es atacar la inercia, por lo cual no queda otra que la gente acepte que sus ingresos reales van a ser más modestos".
Así es que, para la cartera de Economía, es necesario que los salarios grafiquen una curva descendente, porque los empresarios reconocen abiertamente -como lo hicieron en el último coloquio de IDEA- que fijan precios en igual proporción en que se negocian los aumentos de sueldos.
Con esto queda al descubierto que para intentar remediar la inflación -uno de los mayores escollos de la economía K- el Gobierno ahora no pone mayores reparos en que el consumo se comporte como un ancla.
Esto refuerza uno de los puntos que pinta al kirchnerismo de pies a cabeza: el pragmatismo a la hora de llevar adelante su política económica.
El desafío electoral
En definitiva, el Ejecutivo, más allá de que en los discursos se quiera alejar del "club del ajuste clásico", demuestra que está preocupado por la inflación, el creciente desequilibrio fiscal y la falta de competitividad de algunos sectores de la economía.
Y hoy, a diferencia de años anteriores, parece convencido de que el elevado consumo será la "gallina de los huevos de oro" que habrá que sacrificar, hasta tanto se resuelvan los problemas indisimulables que ya viene arrastrando el modelo K. Por lo pronto, se apunta a moderar salarios como forma de atenuar dos de ellos, inflación alta y competitividad en baja.
Así las cosas,los analistas hablan de la pérdida de protagonismo que tendrá el consumo -que ha sido un gran pilar del kirchnerismo-, si bien nadie prevé un derrumbe de la demanda.
Para este 2013, los pronósticos de las consultoras lo ubican en un nivel similar a la suba del PBI (3%). Claramente, en 2013 no será la locomotora del crecimiento.
La duda que se plantea es quién va a seguir comprando los autos, los aires acondicionados, los LCD, en un año en el que los economistas prevén una suba general de precios de entre 25 y 30% y el Gobierno apunta a que los salarios corran entre cinco y diez puntos por debajo.
De todas formas, si bien el Ejecutivo parece haber hecho un clic, como siempre, las concepciones económicas deben pasar el "test ácido" del contexto político.
¿Quién se atreve a bajar salarios (o gasto público) cuándo se juega en el Congreso buena parte del futuro del kirchnerismo? Tal vez la pregunta del millón sea, si en plena campaña electoral, se seguirá manteniendo esta nueva política de achique o se volverá a la tentación de querer buscar un boom consumista, aquél que por las propias limitaciones de caja fue quedando enterrado en el pasado.
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miércoles, 23 de enero de 2013
¿Traición forzosa?: El Gobierno ahora amenaza con soltarle la mano a su "gran aliado" y dejarlo como variable de ajuste
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