Lo
que importa es lo que se dice, no lo que se hace. El problema no es la
inflación, sino el dibujo de la medición. No hay cepo, la suba del dólar
blue es estacional, la culpa de la suba de las tarifas de transporte no
es de Cristina Kirchner, que quitó los subsidios, sino de José Manuel
de la Sota y de Mauricio Macri, que son adversarios políticos.
El plan de la Presidenta para hacer el ajuste y culpar a
otros se cumple, con morosidad, pero se cumple. El ministro del
Interior y Transporte, Florencio Randazzo, quiere que juzguen la
desastrosa gestión del kirchnerismo en los trenes como si hubiera
empezado ayer y no hace casi una década.
La guerra es por el relato y la popularidad. O como les
gusta decir a los kirchneristas "por la resignificación". Es decir, que
las cosas sigan mal, pero que se culpe a otro. O que se instale la idea
de que están bien. Eso es todo.
Esa preocupación por controlar lo que se dice, por
convencer a las mayorías y fulminar a quien se atreve a poner en duda
las verdades absolutas del Gobierno parece ser el motivo de los cruces
con Ricardo Darín. Un político con muy buena relación con Cristina
Kirchner lo ve así: "Fue una locura ponerse a disputar popularidad con
un tipo tan popular como Darín, es absurdo, siempre un político pierde
si se cruza con una figura así".
Junto con otros políticos del PJ, comparte la opinión
de que el patrimonio de la Presidenta ha probado ser un flanco muy
vulnerable. "En muy poco tiempo la han incomodado con preguntas que no
respondió bien, primero en Harvard, después con Darín; es un problema."
¿Qué debe hacer un político cuando recibe embates así? La respuesta de
otros peronistas remite no a Darín, sino a otro actor muy popular, como
Guillermo Francella: "Hay que comérsela", dijeron las fuentes.
Pero la respuesta presidencial no es ésa. Es que los
que quieren saber no pueden preguntar porque ellos también tienen cosas
que esconder. Cuando Hebe de Bonafini imita los tristes métodos del
fallecido Guillermo Patricio Kelly prometiendo "carpetazos" contra los
jueces de la Corte Suprema sigue una táctica oficial que Néstor Kirchner
llevó a la Casa Rosada. Cuando era presidente, acusó a supermercadistas
de cometer el delito de "cartelizar", pero renunció a la imprescindible
acción penal. Bastó, en lo público, con que los acusados no hablaran
nunca más de inflación, que desde entonces no hizo otra cosa que crecer.
El gran relato del Gobierno tiene resultados patéticos.
Las políticas de "soberanía energética" han terminado con la más
extraordinaria dependencia del gas importado en toda la historia del
país. La colosal sangría de divisas para pagar lo que se importa ha
hecho imprescindible el cepo. La situación es muy delicada. Si fallara
la logística de los embarques habrá un apagón, porque una muy buena
parte de la energía eléctrica se genera quemando gas.
Para "cuidar la mesa de los argentinos", Guillermo
Moreno con el más amplio respaldo de Cristina Kirchner causó un daño
extraordinario a la ganadería argentina. Según los datos del Indec, por
lo menos desde 2011 el país exporta más toneladas de carne de pollo que
de vaca. Y las estadísticas también desmienten que al país "se le cayó
el mundo encima". El precio por tonelada en 2011, por ejemplo, era más
del doble que en 1995, pero la faena fue casi 29% menor.
La Argentina no
vende más al extranjero para obtener las divisas que necesita
desesperadamente simplemente porque las políticas de Moreno la dejaron
sin vacas. Son cifras oficiales.
Cristina Kirchner puede pasar a la historia como el
único primer mandatario que llegó a una crisis en medio de una situación
externa favorable. Todas las crisis argentinas ocurrieron porque el
contexto internacional se volvió desfavorable. La Presidenta no acierta
cuando dice que la crisis internacional jaquea a la Argentina. Eso pasó
en 2008 y 2009, cuando ella insistía en decir que el país estaba
"blindado".
Aquí el Banco Central no consigue contener la corrida
del dólar blue. Y tiene que recurrir a feroces controles para evitar la
corrida en el mercado oficial. Países comparables tienen el problema
contrario. Les sobran las divisas. Uruguay compra dólares y aumenta las
reservas, y no logra evitar que la moneda norteamericana se deprecie en
la plaza de Montevideo.
Paraguay tomó deuda a menos del cinco por ciento
anual, el Banco Central de Perú compró 650 millones de dólares sólo
entre el lunes y martes últimos. Sus reservas pasan de los 60.000
millones. Aquí apenas pasan los 43.000 millones de dólares. Algunos
países han aprovechado la década tan favorable para las economías
emergentes. Algunos analistas se sorprenden de que Chile tenga deuda
neta cero. Es decir, sus pasivos, menos sus reservas dan cero. Allí el
"desendeudamiento" no es relato, sino realidad.
El relato kirchnerista no puede explicar por qué nadie
quiere venir a invertir a una economía que crece, demanda cada vez más
energía y tiene unas reservas de gas que podrían ser de las mayores del
mundo. Prefiere atribuir a "cuestiones psicológicas" o "discursos
perversos" que los argentinos prefieran ahorrar en una moneda que el
Gobierno no puede emitir a tontas y a locas.
El público se ha dado cuenta de que la Argentina está
muy cara en dólares. O lo que es lo mismo, que el dólar está muy barato.
Y sabe que cuando eso pasa, tarde o temprano, habrá una devaluación del
peso.
Turismo afectado
Los precios del extranjero pueden ser menores que los
argentinos incluso comprando la moneda extranjera en el mercado
marginal. Por eso quedan departamentos y casas sin alquilar en la costa
bonaerense y se agotan los cupos para comprar paquetes "todo incluido"
en complejos cinco estrellas del Caribe.
En tanto, los hoteles de categoría locales pasaron un
mal 2012 y creen que este año será peor. Los costos locales les impiden
bajar las tarifas, que traducidas al dólar oficial terminan, en algunos
casos, tan caras o más que las de Miami y Manhattan. "Nuestros clientes
son adultos de buen pasar que pagan con su tarjeta y no van a traer
efectivo, para cambiarlo con un «arbolito» para que todo les salga
menos, es otro público y lo perdemos", dicen. Algunos restaurantes
porteños de alto nivel y precios en los que era común ver mayoría de
extranjeros cerraron su puertas.
El único plan de Cristina Kirchner es la apuesta
discursiva. Julio De Vido prometió nuevas alianzas con Venezuela para
garantizar la "soberanía alimentaria" de la república bolivariana y la
"soberanía energética argentina". Es una fórmula agotada. Ni a la
Argentina le sobran alimentos ni Venezuela puede vender combustible a
plazos. Lo único que parece sobrar en los dos países son los discursos
oficiales tan altisonantes y grandilocuentes como inútiles
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