Editorial I del Diario La Nación
La Argentina secunda a Sudán en el
ranking de países con más alto costo de vida y, lamentablemente, no
parece que su situación vaya a mejorar en 2013
Finalizado
2012, la inflación en la Argentina es sólo superada por un país en el
mundo: Sudán. Sin embargo, puede que los esfuerzos estabilizadores en
ese país que permitieron reducir su inflación en diciembre pasado,
logren éxito, como ya ocurrió en su escindido Sudán del Sur.
Por otro
lado, Belarús y Etiopía pudieron en 2012 contener su inflación por
debajo del 20 por ciento. Venezuela, que ha disputado este terreno con
la Argentina en los últimos años, logró reducir su inflación al 20,1% en
2012. Existe la posibilidad de que siendo la Argentina el segundo en la
tabla de posiciones con un 25%, pero con tendencia creciente, pase a
ocupar en 2013 el primer lugar. Debemos lamentarnos profundamente de
esta realidad que nos coloca en la mira internacional en un mundo
notablemente estable. Si se excluyen la Argentina y Venezuela, la
inflación promedio de América latina fue de 3 por ciento en los últimos
doce meses.
El uso de las mediciones privadas, traducidas en el denominado Índice Congreso para evitar la persecución de sus autores, se ha generalizado en contratos y negociaciones salariales. Probablemente sea también utilizado por el propio Gobierno en sus decisiones de política cambiaria y monetaria. Cuesta creer que la Presidenta haya estado tan ingenuamente engañada para poder decir que "si la inflación fuera esa que pretenden, del 25 o 26 por ciento, el país estallaría por los aires".
Para mayor preocupación respecto de nuestra elevada fiebre inflacionaria, hay evidencia de que existe un componente reprimido por los congelamientos tarifarios, los controles de precios y el retraso del tipo de cambio. Estos arbitrios son difíciles de sostener en el tiempo, debido a los daños que ya están ocasionando en la solvencia de los productores, en la competitividad, el déficit fiscal y la inversión. El sinceramiento de los precios y del tipo de cambio necesariamente producirán un escalón inflacionario que, en el más deseable de los casos, debiera limitarse a su efecto directo, evitándose su espiralización. De los riesgos de esta situación se ha ocupado recientemente esta columna editorial bajo el título "La sombra del Rodrigazo".
La lucha contra la inflación debe ser una prioridad nacional. Lo es por su efecto destructivo en lo económico y social, pero, además, por una cuestión de prestigio internacional que no sólo afecta nuestro orgullo, sino que ahuyenta inversiones y entorpece las relaciones internacionales.
Es imprescindible actuar sobre el gasto público para reducir el desequilibrio fiscal. Su fuerte incremento se enfrenta al agotamiento o a la falta de acceso a fuentes genuinas de financiamiento y exige recurrir crecientemente a la emisión monetaria. Debe recuperarse la confianza actuando en todos los planos que la han afectado. Sólo de esa manera habrá inversión y aumento de la capacidad productiva para dar respuesta al crecimiento de la demanda sin generar más presiones inflacionarias. Debería ser un objetivo nacional la recuperación de la estabilidad y la supresión del nombre de nuestro país en los primeros lugares de la malhadada tabla de posiciones.
Kristi, lo lograste, vamos a ser los primeros del mundo, felicitaciones...Pobre país.
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