La ministra de Defensa, que compareció una sola vez en la Comisión de Defensa del Congreso en 2011, fue incapaz de abordar el tema de la difícil situación financiera que afecta al Ministerio, a las Fuerzas Armadas y la industria del sector.
La reestructuración de las fuerzas armadas preocupa, y mucho, fuera de nuestras fronteras. Empezando por Estados Unidos, donde los duros recortes acordados por Obama están dando lugar a un debate sobre el liderazgo norteamericano y su capacidad futura de respuesta. Claro que Washington juega en una liga superior. De lejos le siguen, en el mundo occidental, Reino Unido y Francia. Ambos se han embarcado desde hace pocos años en una reestructuración de sus respectivas fuerzas armadas.
Empezaron por la elaboración de libros blancos y revisiones estratégicas donde plasmaron las ambiciones de cada país y los pasos necesarios para adecuarse a ellos. Documentos que siempre tienen aspectos criticables, pero que son fruto de una larga reflexión colectiva abierta entre militares, políticos y expertos en la materia.
En el caso francés, se destaca que la actual reestructuración del instrumento militar no es consecuencia de la actual crisis financiera, sino un deseo de adaptarse a las amenazas futuras. En el caso británico el impulso de la reforma vino por la crítica situación fiscal y el desgaste en Afganistán, sin olvidar que el Reino Unido siempre se ha ido adecuando a los cambios del entorno estratégico.
Londres, que sigue manteniendo el primer presupuesto de defensa de Europa, disminuirá sus efectivos y limitará la utilización de las fuerzas armadas exclusivamente a situaciones de amenaza clara a los intereses nacionales, con un claro objetivo estratégico, con una buena relación coste-beneficio y con una estrategia de salida. El presupuesto, como sus ambiciones, disminuye al menos hasta 2014, momento de la salida de sus tropas de Afganistán. A partir de entonces volverá a subir, sobre todo porque un descenso de los presupuestos norteamericanos amplía su vulnerabilidad. Pero aunque parece que se va a dar marcha atrás en algunos planes, la idea que ha quedado es que las fuerzas británicas nunca más van a ser capaces de llevar a cabo una operación de la envergadura de las de Irak en las Malvinas.
El caso francés es diferente, y ni en austeridad renuncia a sus ambiciones. Y en cuanto a su industria de defensa, ha experimentado un fuerte crecimiento contando con el apoyo del gobierno. La industria británica también ha resistido bastante bien al descenso del mercado europeo, reestructurándose y diversificándose. Londres quiere, además, asegurar la buena marcha de la industria con el Libro Blanco de la Industria de Defensa y la Política Tecnológica, que sustituirá la Estrategia de la Industria de Defensa de 2005.
¿Puede España aprender algo de lo que hacen otros países? Debería. Aunque ya hemos perdido un tiempo precioso. La ministra de Defensa, que compareció una sola vez en la Comisión de Defensa del Congreso en 2011, fue incapaz de abordar el tema de la difícil situación financiera que afecta al Ministerio, a las Fuerzas Armadas y la industria del sector. Tuvo que ser el secretario de Estado quien compareciera el 21 de septiembre –en la última sesión de la Comisión en esta legislatura– para informar de ello sin tiempo para más. Eso ha sido todo. Y todavía no se les ha caído la cara de vergüenza ante las comparaciones. A nosotros sí.
Fuente: GEES, Grupo de Estudios Estratégicos.
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