Por Carlos Zaffore PRESIDENTE DEL MOVIMIENTO DE INTEGRACION Y DESARROLLO
El Gobierno niega y reprime la inflación, sin atinar a combatirla. Convendría que revisara el método con el que Frondizi logró contenerla.
Hay dos versiones sobre la inflación. Una, negadora, de las cifras falsificadas del INDEC y las declaraciones del ministro de Economía y la Presidenta, que hablan de dispersión de precios y aconsejan a las amas de casa caminar hasta el Mercado Central. La otra, realista , no es sólo la estimación del 25/30% de las consultoras privadas, sino la de sindicatos oficialistas que piden aumentos del 30% y el Banco Central, cuyo programa monetario prevé un aumento de la creación de moneda del 30% que convalida la inflación de las otras estimaciones .
Es muy alta y habría que sumar la inflación reprimida por los atrasos y subsidios en las tarifas de los servicios públicos . Y no cabe esperar solución en lo que resta del año sino emisionismo electoral . Por tanto, el debate debe centrarse en lo que hará el futuro gobierno, que a mi entender sería deseable no sea continuación del que ha generado el problema.
¿Dónde abrevar para la solución? Aunque existieron excepciones, la Argentina ha oscilado entre las propuestas ortodoxas y las que no otorgaron debida importancia a la inflación. Las primeras, basadas en una restricción monetaria artificial y contracción de la demanda, terminaban en fracaso porque venía la recesión y después la inflación agravada por la insuficiencia de la producción y oferta de bienes y servicios. Las segundas funcionaban en coyunturas favorables, pero podían terminar con altos índices e incluso, en algún caso, hiperinflación.
Hay una experiencia que se apartó de ambas vertientes y, pese al tiempo transcurrido, puede aportar al debate.
El gobierno de Arturo Frondizi debió enfrentar tensiones inflacionarias y una fuerte inflación reprimida por el control de cambio que venía desde la década del 30, por tarifas “políticas” y por fuerte atraso salarial con las consiguientes presiones sociales. En esas condiciones no habría inversiones para el desarrollo, sin contar los riesgos de estallido, y Frondizi arrancó con medidas impensables en los manuales ortodoxos : programas de inversión masiva como el del petróleo y ajuste salariales de emergencia. Pero, en simultáneo, algo impensable en las prácticas no ortodoxas: un programa que incluía sinceramiento de precios, tarifas y tipos de cambio y fuerte reducción del gasto público .
La simultaneidad fue clave, porque sin ella este último aspecto hubiese sido inviable. Trabajadores estatales que debieron dejar el empleo público, lo encontraban, mejorado, en el sector privado.
La estabilidad se logró con pleno empleo. Fueron resultados espectaculares.
En el primer año completo de gobierno desarrollista, 1959, la inflación fue del 113% anual. El sinceramiento había destapado la inflación reprimida, pero fue atacada en su causa –reducción de gasto público y desarrollo– y en ese mismo año fue vencida : en el primer trimestre la tasa mensual promedio fue del 11,6%; en el segundo, 9%; en el tercero 2,9% y en el cuarto 1,9%. La inflación de todo 1960 fue 27,1% y en 1961, último año completo de Frondizi, la tasa anual fue del 13,7%.
Ha pasado el tiempo y hay cosas irrepetibles. Pero está vigente la metodología : simultaneidad con el desarrollo, no artificios que lo frenan, como controles y tarifas retrasadas, y seriedad en el gasto –entre otras cosas, crear empleo y no subsidios al desempleo. En fin, con esos u otros criterios orientados al mismo objetivo, y sobre todo con la actitud de no tapar la inflación sino resolverla, el país deberá afrontar esta cuestión que es un freno al genuino desarrollo.
Fuente: Diario Clarín
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