Por Fernando Gutiérrez - iProfesional.com
Ser genio no siempre alcanza: además se requiere un entorno social y económico que permita que esas habilidades se expresen en todo su potencial. Un país volátil habría supuesto un desafío mayúsculo, donde negociar con Guillermo Moreno podría ser más difícil que competir con Bill Gates
Ya lo dijo el filósofo: el hombre no se puede entender sin su circunstancia. Y es por eso que los genios que cambiaron el mundo no sólo deben ser analizados a la luz de su ADN de creadores, sino también por el entorno social en el que les tocó vivir (que puede potenciar su obra tanto como conspirar contra ella).
¿Habría Diego Maradona llegado a ser el mayor futbolista de la historia si, en vez de haber nacido en la Argentina, le hubiese tocado nacer en un país sin cultura futbolística, como la India, por ejemplo?
Y los pensadores griegos como Sócrates, Platón y Aristóteles, ¿podrían haber desarrollado su obra si en vez de tener un entorno humanista como el de Atenas hubiesen vivido en el contexto represivo y oscuro de la Edad Media?
De la misma forma, cabe la pregunta de si el llorado y venerado Steve Jobs habría alcanzado su estatura de Da Vinci contemporáneo si en vez de haberse criado en el corazón de Silicon Valley le hubiese tocado en suerte vivir en un lugar menos amigable para la cultura entrepreneur, como es el caso de la Argentina.
El genio y su circunstancia
Y es que no es casual que los grandes revolucionarios de la era digital sean estadounidenses o que, siendo extranjeros, alcancen sus logros después de haber emigrado al país del norte.
Allí (lejos de lo que se suele suponer), el "american dream" no es resultado espontáneo de dejar las fuerzas creadoras liberadas a su arbitrio.
Por el contrario, hay una fuerte cultura nacional de promover estas empresas y donde la mano del Estado juega un rol fundamental. Así, durante décadas las compañías de Silicon Valley gozaron de beneficios impositivos, porque en la visión estratégica del Estado se había determinado que la computación jugaría un rol central en el liderazgo estadounidense.
También el ámbito universitario generó una articulación con el mundo de los negocios, como en ningún otro lugar del planeta, de manera que la investigación tuviera un correlato natural en la actividad empresarial.
Y, no menos importante, en Estados Unidos existe toda una rama de la industria financiera dedicada al fondeo de empresas en su fase inicial, con la figura de los fondos de "venture capital" que, a cambio de porciones accionarias, ponen sus fichas en proyectos nuevos y de futuro incierto. El propio Estado, con la agencia Small Business Administration, juega un rol protagónico.
Finalmente, toda la cultura popular -expresada en revistas, películas y publicidad- apunta a ensalzar la figura del entrepreneur como "role model" para los jóvenes con inquietudes. Lejos de la caracterización de villanos que el empresario tiene en otras latitudes, en Estados Unidos puede alcanzar el estatus de ídolo popular.
Y como contexto más amplio, un país con bajos niveles de inflación, donde expresiones como "default" o "confiscación de depósitos" no están en el diccionario.
Apple entre el "rodrigazo" y la ciencia ficción
En semejante entorno, un genio como Steve Jobs tiene el camino más allanado para desarrollar al máximo su potencial creativo. Pero, ¿y si hubiese nacido en la Argentina?
El joven Steve (que más probablemente se habría llamado Esteban) habría vivido los años formativos de la adolescencia en el inicio de la década de los '70. Un entorno fuertemente politizado, en el que posiblemente habría perdido varios días de clases en medio de paros y asambleas. Pero, a decir verdad, tampoco fue una época tranquila en Estados Unidos, donde los movimientos pacifistas y de lucha por los derechos civiles tenían a las universidades como cuarteles generales.
Y, si bien los jóvenes no tenían como aspiración transformarse en empresarios, el entorno de la Argentina de aquellos días era particularmente creativo, y todavía con un nivel académico competitivo a nivel mundial.
Concedamos, entonces, que la etapa educativa no habría sido un problema para la versión del Jobs criollo y que éste podría haber desarrollado su inquietud por la computación, como así también su pasión por el diseño.
Las primeras experiencias laborales de Jobs fueron como empleado de verano en Hewlett Packard (donde conoció a su socio Steve Wozniak) y Atari, donde gracias a un proyecto especial para una máquina de video juegos consiguió una paga de u$s5.000 y el germen de una idea para una computadora personal.
En la Argentina de aquel tiempo, Jobs no habría tenido un entorno laboral tan estimulante. El célebre juego "Pong" de Atari era desconocido (faltaría al menos un lustro para que arribara) y el divertimento de los jóvenes en los salones eran los "flippers", bastante lejos de la era digital.
Probablemente un estudiante de ingeniería de la época no habría tenido mejor opción que postular en la telefónica estatal Entel, que ya sufría el efecto de sus limitaciones financieras (las tarifas de servicios públicos eran el clásico "ancla" contra la inflación).
Supongamos que, de todas formas, el Steve argentino se conoce con Wozniak en Entel y que, tras pedir dinero a familiares (el "capital semilla" no existía entonces, como casi no existe hoy), ocupaba algún garage de Almagro, Palermo o Villa Urquiza para dedicarse a hacer su computadora personal.
No pocas dudas lo habrían asaltado al ocurrir el "Rodrigazo", como se llamó al plan de junio de 1975 que devaluó la moneda en 160% y llevó la inflación encima del 180% anual.
Así, el dinero obtenido por la venta de su furgoneta Volkswagen habría rendido mucho menos de lo previsto originalmente. Por otra parte, esto le habría llevado a pensar que el costo de comercialización de su primer proyecto, la Apple 1, pensado en u$s666,66, un precio sin dudas excesivo para una población cuyos ingresos se habían reducido a la mitad en términos de dólares.
Surfeando la tablita
Pero Jobs era un hombre que no se daba fácilmente por vencido, así que cabe suponer que no se dejaba intimidar por el poco amigable entorno para los negocios. De manera que presenta su computadora personal. Es abril de 1976, el país acaba de iniciar un nuevo período dictatorial y el nuevo ministro de Economía se llama José Martínez de Hoz.
En estos años el entrepreneur argentino planifica su expansión comercial, y en un entorno de represión policial y fiebre mundialista, da a conocer su Apple 2, con la que se propone imponer el concepto de computador como elemento de consumo masivo.
En esos años la Argentina le habría dejado algunos puntos a favor, como la apertura comercial que le habría facilitado la compra de insumos del exterior para su proyecto. El tipo de cambio subsidiado de "la tablita" habría abaratado su producto en términos de salario, pero también le habría puesto la presión competitiva de la gran avalancha de artículos importados, en una época en que el "made in Taiwán" se incorporó al habla popular.
Pero su peor dificultad habría sido tal vez poder fondear sus costosos proyectos. Jobs podría haberse dirigido al Banade, el banco de fomento de la época que cobraba tasas "blandas". Pero las Pyme de sectores innovadores eran vistas como algo muy riesgoso y tal vez no habría calificado.
Es probable que la opción de abrir el capital en la bolsa de valores no hubiese estado en la cabeza de un Jobs argentino, como sí la está en la de los entrepreneurs estadounidenses, para quienes el momento de "hacer pública" a su empresa es sinónimo de consagración.
Así, en vez de ver el nombre Apple listado en Wall Street en 1980, el Jobs criollo habría tenido que resignarse a pagar altas tasas en un sistema bancario donde imperaba la "bicicleta financiera". O, más probablemente, habría pensado que la catapulta para el desarrollo de su compañía debería venir por la vía de un buen contrato con el Estado.
Es que sólo con un cliente cautivo y con muchos recursos podría Steve haber imaginado un proyecto como su computadora Lisa, cuyo precio de mercado era la friolera de u$s9.995.
Pensándolo bien, esa iniciativa jamás habría visto la luz. La megadevaluación dispuesta en 1981 por Lorenzo Sigaut, sucesor de Martínez de Hoz, habría funcionado como un convincente desincentivo.
¿Sería famoso nuestro Jobs criollo en 1981, al punto de merecer la tapa de la revista Gente, o al menos de Somos, así como el Jobs estadounidense apareció en "Time"? No eran comunes las tapas con empresarios, en tiempos dominados por Guillermo Vilas y Susana Giménez. Aunque no sería del todo descabellado que Gente lo hubiese seleccionado para estar en las filas de atrás en el número de "personajes del año".
Tecnología devaluada
La revolución de la primera Macintosh, a comienzos de 1984 habría encontrado a Steve contento por los aires de la primavera democrática, aunque con una economía maltrecha y tal vez con dificultades para exportar a Gran Bretaña, todavía con las secuelas de la guerra por las Malvinas.
La famosa campaña de lanzamiento que ligaba a la Mac con el libro "1984" habría estado a cargo de David Ratto, el legendario publicista que había saltado a la fama masiva tras haber creado la campaña de Raúl Alfonsín.
Los años de salida de Apple y de los nuevos emprendimientos en Next y Pixar habrían encontrado a Jobs en medio de la Argentina hiperinflacionaria de los '80. Una vez más, el financiamiento para su nuevo proyecto hubiese lucido difícil: no parece probable que la venta de su parte en la Apple argentina le hubiese dejado a Jobs dinero suficiente para comprarle Pixar a George Lucas en u$s10 millones.
Y, desde ya, el estallido hiperinflacionario de 1989, con el trasfondo de la renuncia anticipada de Alfonsín y la llegada de Carlos Menem, no parecían el mejor momento para lanzar su proyecto "Cubo". La computadora tenía un costo de u$s6.500 para una población que cobraba en devaluados australes.
Probablemente con sus ahorros transformados en Bonex, por el plan de compra compulsiva de títulos estatales puesto en marcha en diciembre de 1989, a Jobs le habría resultado cuesta arriba también hacer su proyecto siguiente de Next, lanzado en 1991, cuando por primera vez una computadora vino preparada para conectarse a la Web.
Y no sólo las finanzas jugaban en contra. La palabra "Internet" era desconocida en la Argentina, donde sólo un pequeño grupo de adelantados estaba al tanto de que se estaba formando una red de redes. Pero ciertamente parecía ciencia ficción, en un país donde el atraso del sistema de telecomunicaciones se había transformado en el centro de la agenda política.
En cuanto a sus proyectos de cine, las cosas tampoco hubiesen sido fáciles. El entorno de los primeros años '90 lucía más amigable, tras la estabilización del plan de Domingo Cavallo. Pero el costo de una película como Toy Story no aparecía todavía como algo factible de soportar en la Argentina.
A diferencia del verdadero Jobs, que se asoció con Disney, su versión criolla habría pedido un crédito al instituto estatal y buscado alguna asociación con los recientemente privatizados canales de televisión. Aun suponiendo que la pudiese haber terminado, luce altamente improbable que haya podido recaudar los u$s360 millones en un año, ni ganado el premio Oscar.
Más bien, en 1995, Steve estaría preocupado en la Argentina por el devastador "efecto Tequila", que le habría obligado a recortar severamente su plantilla de personal en un año en el que el desempleo llegó al 18 por ciento.
iPod en el corralito
Los tiempos del regreso con gloria a Apple y del lanzamiento de la iMac con la que Jobs volvió a revolucionar el mercado coinciden con el final de la fiesta y los primeros síntomas de la gran recesión argentina.
De todas formas, en 1998, cuando lanzó la iMac, todavía había una euforia consumista, gracias al dólar subsidiado de la convertibilidad, que habría permitido (como de hecho ocurrió) un buen nivel de ventas del nuevo producto en el mercado local.
Es probable que la colorida campaña publicitaria de la iMac hubiese estado a cargo de Agulla & Baccetti, la agencia estrella de la época.
Y es también altamente probable que Jobs le hubiese vendido su empresa a Juan Navarro, el conductor del fondo de inversión The Exxel Group, quien por esos años desembolsó sumas millonarias para quedarse con una gran lista de empresas argentinas, entre las que se encontraban Supermercados Norte, Casa Tía, Freddo, Musimundo, Oca, Coniglio y muchas otras.
Las valuaciones eran tan altas que es difícil pensar que alguien hubiese resistido la tentación. Pero Jobs tenía una pasión a prueba de balas y seguramente habría dicho que no. En ese caso, sus proyectos posteriores a la iMac lo habrían encontrado en medio de la profunda recesión que caracterizó a la llegada de Fernando de la Rúa.
Y una de sus creaciones más preciadas, el revolucionario iPod, habría sido lanzado pocos días antes de que Domingo Cavallo hubiese anunciado el corralito "por un período de 90 días".
El Steve argentino no habría podido usar sus cuentas bancarias para pagar deudas ni insumos de su nuevo proyecto. Y, tras la llegada de Eduardo Duhalde, sus deudas habrían quedado dolarizadas mientras gran parte de sus ingresos estarían pesificados, por lo que es probable que Apple, así como una gran cantidad de empresas argentinas, hubiese sido parte del mayor default privado de la historia.
Sus proyectos de la última década, como el iPhone y la tableta iPad, habrían encontrado al genio argentino en un entorno de fuerte recuperación, aunque no del todo exento de problemas.
La importación de insumos para hacer sus productos con titanio lo habrían llevado a la situación de negociar con Guillermo Moreno por la liberación de artículos trabados en la Aduana. Y la extendida práctica de tercerizar el ensamblado de los productos a zonas de bajo costo habría chocado con el plan de concentrar toda el armado de bienes tecnológicos en Tierra del Fuego.
Los días finales de Jobs habrían estado repletos de motivos para la reflexión sobre lo complejo que resulta ser genio, entrepreneur, innovador y decidido... en la Argentina.
Blog independiente que impulsa el desarrollo científico -tecnológico, socio-económico y la capacidad de defensa nacional. Sin inversión no hay tecnología y sin tecnología no hay desarrollo, y sin desarrollo, no hay defensa. El derecho a vivir libremente conlleva la responsabilidad de defender esa libertad frente a cualquier ataque. "Solo quienes pueden ver se dan cuenta que falta algo"... Desde el 2006 junto a ustedes.
martes, 11 de octubre de 2011
¿Cómo hubiese sido la vida profesional de Steve Jobs de haber nacido en la Argentina?
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Hay una cosa que queda bien claro. Por muchos anos de su vida estaria lavando platos. Nadie se acuerda cuando Cavallo mando a todos los cientificos a lavar los platos?
ResponderEliminar