Después de casi un cuarto de siglo, el barrio de San Telmo recupera un espacio verde. El miércoles reinaugurarán la plaza Cecilia Grierson, en avenida San Juan al 600, que estuvo usurpada desde 1991 y fue desalojada en diciembre pasado. En los últimos meses, el Gobierno porteño la limpió y remodeló. Ahora tiene aros de básquet, un espacio para jugar al fútbol, canchitas de tenis y postas aeróbicas, entre otras comodidades para practicar deportes. Y fue enrejada, para impedir que la vuelvan a tomar. La obra costó $ 5.500.000.
La plaza Cecilia Grierson está encerrada entre edificios, en San Juan 650. Hasta diciembre, no parecía una plaza. Se había convertido en un asentamiento de cartoneros donde llegaron a vivir 80 personas. Había casillas armadas con chapas, fogones y pilas de chatarra. De noche había gritos y peleas. Hoy, sobre las medianeras cuelgan jardines verticales y hay murales que representan troncos de árboles. El césped está recién sembrado y una docena de árboles invita a disfrutar del lugar.
“¿Cuándo reabren la plaza?”, preguntan unas adolescentes. El vigilador privado, que custodia el espacio para que nadie vuelva a meterse, escucha el mismo interrogante varias veces por día. “Ahora está todo limpio y bien iluminado. Después de tantos años, volvemos a caminar tranquilos por acá. Faltaría que iluminen mejor la plaza Vera Peñaloza, que está en la otra cuadra”, comenta la vecina Silvia Spaletti.
La reapertura está prevista para el miércoles próximo. Será la primera vez en 24 años que los vecinos podrán disfrutar plenamente de esta plaza. Su deterioro comenzó en febrero de 1991, cuando Juan Domingo Jiménez usurpó el depósito del cuidador y se instaló con su mujer, un hermano discapacitado, tres de sus ocho hijos y uno de sus nietos. El ex intendente Jorge Domínguez intentó desalojarlos, pero en el año 2000 la Justicia los absolvió. En 2012, cuando el Gobierno porteño estaba a punto de darle un crédito a Jiménez para que consiguiera una vivienda, una nuera de éste presentó un amparo y frenó cualquier posibilidad de desalojo.
A partir de entonces, se fueron instalando cada vez más personas. La ranchada llegó a tener 80 habitantes. El propio Jiménez se quejaba: “Hay drogas, armas, golpes, gritos. Se arman batallas campales”. Hasta que el año pasado la Fiscalía de la Ciudad inició de oficio una causa por usurpación. Y se puso a trabajar junto al Instituto de la Vivienda, el Ministerio de Desarrollo Social porteño, la Secretaría de Atención Ciudadana y la Procuración de la Ciudad.
El 15 de diciembre, hicieron un censo y relevaron a unas 30 personas. Después colocaron un vallado, para que no pudiera ingresar nadie más y negociaron con los ocupantes, que aceptaron irse. De inmediato, el Gobierno porteño desmanteló las casillas. Sólo quedó Jiménez con su familia pero, finalmente, también acordó con el Ejecutivo y se fue el 25 de diciembre.
Desde entonces, la Secretaría de Gestión Comunal y Atención Ciudadana empezó el proceso de limpieza y recuperación de la plaza. Como está rodeada de clubes y universidades, la equiparon para que sea un espacio deportivo y lúdico. Tiene dos mini canchas de tenis, aros de básquet, cuatro metegoles, un par de mesas de ping-pong y aparatos para hacer gimnasia. También pusieron mesas y bancos. Además, a pedido de los vecinos, le pusieron rejas para que el predio no vuelva a ser intrusado.
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