Por: Telma Luzzani
En 2007, la potencia invirtió 4.500 millones de dólares, más que los países del G8 juntos y desplazó a la Unión Europea como segundo socio comercial. Su política es totalmente pragmática: no impone sus "verdades" como Occidente ni exige políticas de derechos humanos o medioambientales.
Foto: Inauguración, el presidente congoles, Denis Sassou, y los empresarios chinos que construyeron una central hidroeléctrica
En 2007, la potencia invirtió 4.500 millones de dólares, más que los países del G8 juntos y desplazó a la Unión Europea como segundo socio comercial. Su política es totalmente pragmática: no impone sus "verdades" como Occidente ni exige políticas de derechos humanos o medioambientales.
Foto: Inauguración, el presidente congoles, Denis Sassou, y los empresarios chinos que construyeron una central hidroeléctrica
Nigeria, Angola, Senegal, Costa de Marfil. desde mediados de los años 90 China posó su mirada en Africa y ese continente -condenado al atraso y a la expoliación de Occidente durante siglos- empezó a transformarse. Es difícil aventurar si los cambios serán beneficiosos. Pero sí son monumentales y, sin duda, están transformando definitivamente la geopolítica de ese continente y del mundo. Centrales eléctricas, redes ferroviarias, puertos, miles y miles de kilómetros de carreteras, cuarteles militares además de edificios con un enorme poder simbólico como el Estadio Nacional de Fútbol de Tanzania, el parlamento de Sierra Leona o el fabuloso puente entre Tanzania y Mozambique son apenas algunas de las centenas de obras faraónicas que China viene construyendo en Africa desde que empezó el siglo XXI. No hay dudas de que estas obras apuntan a facilitar el procesamiento y el traslado de los valiosos recursos naturales africanos que China necesita para su desarrollo. Pero a cambio dejan infraestructura y, en algunos casos, transferencia tecnológica.
El crecimiento chino consume todo con avidez: petróleo, metales estratégicos, maderas, pescados, productos agrícolas. Y todo con un total pragmatismo: pone entre paréntesis las ideologías, no impone (como Occidente) su estilo de vida o su "verdad" y no analiza si el uranio o el tántalo que necesita para fines militares viene de un país gobernado por un dictador o que viola los derechos humanos. Como todo lo que toca China, el comercio con Africa es de escala monumental. Entre 1980 y 2005 se multiplicó 50 veces. En el año 2007 el gigante asiático invirtió en Africa 4.500 millones de dólares en infraestructura, más que todos los países del G8 juntos y desplazó a la Unión Europea como segundo socio comercial. Al año siguiente, 2008, según el diario The New York Times, el comercio bilateral alcanzó 107 mil millones de dólares y se calculaba que las empresas chinas radicadas en el continente negro orillaban el millar.
Muchos consideran esta fuerte presencia China en Africa como un nuevo colonialismo. Ayer el canciller Yang Jiechi, ante la Asamblea del Pueblo, rechazó esta crítica al decir que su país invierte en Africa para "beneficio del pueblo". Y agregó: que la importación de petróleo "no representan más que 13%, mientras que Europa y Estados Unidos juntos importan más del 30% y que las "inversiones chinas en el petróleo en Africa no representan más que 1/16 del total". "En diez años vamos a asistir a un continente africano totalmente diferente", asegura Susana Pataro, embajadora argentina en Nigeria, al ser consultada por Clarín. "Todo se está montando para que sea una analogía de los Tigres Asiáticos. Va a seguir habiendo conflictos pero la tendencia es a la estabilización y eso es una buena señal para el futuro".
A pesar del choque cultural y cierto rechazo racial mutuo, ambas partes estiman que se benefician. El ministro de Minas de Guinea, Osumane Sylla, lo ejemplifica. "El gigante norteamericano Alcoa, primer productor mundial de aluminio, extraía la bauxita y no nos dejaba un centavo. Decían que el país tenía escasa energía eléctrica para refinarla. Los chinos vinieron e identificaron 122 lugares posibles para hacer represas hidroeléctricas y venden el paquete completo: una mina, una represa, una central eléctrica, un ferrocarril y una refinería todo financiado por el Exim Bank de China que se cobra en aluminio. No nos cuesta nada y nos deja infraestructura", según citan los franceses Serge Michel y Michel Beuret en su libro "China en Africa".
¿Falta energía? Los chinos construyen represas en Congo, Sudán y Etiopía y se están preparando para ayudar a Egipto a relanzar su programa civil de energía nuclear. ¿Faltan buenas comunicaciones? Han equipado a toda Africa con redes inalámbricas y fibra óptica además de lanzar un satélite para Nigeria y obras de infraestructura como caminos, puentes y ferrocarriles en todo el continente.
Los objetivos chinos son claros. En lo económico: asegurarse la materia prima que necesita para su desarrollo y ampliar sus mercados. En lo político: aprovechar el vacío dejado por Occidente para acrecentar su influencia y asegurarse la lealtad diplomática de Africa para casos como los de Taiwán. En lo demográfico: aliviar la presión poblacional y garantizar alimentos para más de 1.300 millones de personas. "Es un hecho de facto", opina para Clarín el experto del Conicet Sergio Cesarín. "No hay ningún documento que hable de este tipo de políticas pero hace décadas que ocurre. Ellos relocalizan su población en el extranjero pero además, como siguen fuertemente ligados a la Madre China, se arman relaciones tipo network o red de negocios de alcance global.
Por otra parte China intenta arrendar tierras cultivables por 100 años para garantizar alimento para su población", asegura. Con su presencia en Africa, la potencia China está transformando el tablero internacional. Dos problemas graves ya pueden preverse: uno el medioambiental ya que China no respeta límites. El otro es la competencia con EE.UU. En 2008 al activar la IV Flota para América latina, el Pentágono creó el Africom y cuadriplicó la "ayuda militar" en los países africanos. Hay quienes creen incluso que el maltratado continente negro será el escenario futuri de una probable confrontación entre las dos potencias del siglo XXI.
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