Por: Silvia Gómez
Invadido de puesteros y sin plan de recuperación. Es uno de los más bellos espacios verdes de la Ciudad y está en pleno abandono. Ocupado por 500 vendedores cada fin de semana, sufre la destrucción de sus monumentos y la su magnífico arbolado.
Invadido de puesteros y sin plan de recuperación. Es uno de los más bellos espacios verdes de la Ciudad y está en pleno abandono. Ocupado por 500 vendedores cada fin de semana, sufre la destrucción de sus monumentos y la su magnífico arbolado.
Carlos Thays, el paisajista francés que a principios del siglo XX dejó su impronta en las plazas y el arbolado de la Ciudad, diseñó el Parque Lezama con la grandilocuencia de los paseos europeos: profusos árboles -con especies consideradas auténticas rarezas-, senderos serpenteantes, rincones bucólicos, una gran pérgola, fuentes, monumentos, un rosedal, escalinatas en pendiente y hasta un anfiteatro. Pero la belleza y el esplendor de aquel parque, hijo de un tiempo histórico de plenitud económica y depegue en el país, se derrumbó. Hoy, el Lezama conserva apenas los rasgos originales del diseño de Carlos Thays.
Sin un plan de manejo y sin un presupuesto que atienda su importancia, la abundancia paisajística se fue deteriorando y aquella singularidad convive ahora con una feria que sábados, domingos y feriados alberga, al menos, a 500 puesteros de casi cualquier cosa.A fines de 2008, la gestión de Mauricio Macri presentó un ambicioso proyecto para restaurar el parque, recuperar sus especies y dotarlo nuevamente de las rejas que alguna vez tuvo. Todo formaba parte de un master plan, cuya inauguración se formalizaría en mayo de 2010, para los festejos del Bicentenario. Las obras nunca empezaron y tampoco se formalizó el fideicomiso con que se iban a financiar. Pero lo más grave es que no existe la mínima intención de reflotar el proyecto.
Desde el Ministerio de Ambiente y Espacio Público, de Diego Santilli, le respondieron a Clarín con un lacónico "se está evaluando la situación del parque". La situación del Lezama está a la vista de los visitantes y especialmente de los vecinos, que sufren al ver su deterioro: "Tenemos miedo de que finalmente no se lo pueda recuperar y termine convertido en una feria, sin otro uso. A los árboles se les ven las raíces, los senderos internos están destruidos y el monumento que donó Uruguay (sobre la avenida Martín García) se estropea día a día", se lamentó Graciela Fernández, que junto a otros vecinos del parque integra la agrupación Mirador del Lezama.
El ingeniero agrónomo Carlos Anaya ha realizado una exhaustiva investigación en el Lezama y comprende la preocupación de los vecinos: "Los canteros y las áreas parquizadas tienen la tierra muy compactada por el pisoteo constante. Esto genera un desgaste paulatino en los árboles porque reciben poco oxígeno y sus raíces mueren. Por otro lado, por la falta de un manejo integral de la flora, alguno árboles crecen de manera desmedida y sus copas comienzan a competir en busca del sol. Y sus frondosas copas le dan excesiva sombra a los canteros, por eso también hay muchos rincones húmedos y sin césped. Lo que quiero marcar es que un deterioro provoca otro", explicó el ingeniero. Anaya destaca que el parque posee rarezas y curiosidades de alto valor patrimonial: arbustos de las familias de las magnolias, diferentes especies de araucarias, acacias y un gomero histórico pero muy dañado, junto al Museo Histórico Nacional. "Sin un plan de manejo integral, el paso del tiempo seguirá erosionando la pendiente del parque y trayendo plagas y enfermedades", se lamentó.
El parque está asentado en lo que fue la quinta de la familia Lezama. Al morir Don Gregorio Lezama, en 1889, su viuda cede la residencia a la Municipalidad y allí se instala el Museo Histórico. Y Thays queda a cargo de hacer del parque un paseo público: "Además de lo que se mantiene en pie, hubo también una confitería. Era un parque modelo al estilo francés que admite muy pocos usos además de la contemplación y las caminatas. En el parque Lezama se ha combinado la inacción de las autoridades con la usurpación de feriantes que creen que es sólo de ellos. Aún se puede recuperar, pero si se tarda mucho asistiremos a su funeral y no a su renacimiento", opinó la historiadora Sonia Berjman, experta en el legado de Thays y asesora de la restauración que se llevó a cabo en el Rosedal. Al escenario se suma el vandalismo: bancos, bebederos, calles, veredas y monumentos destruidos y pintados. Un cóctel que complica la recuperación del bello paseo.
Fuente: Diario Clarín
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