Su participación en la cumbre refleja cómo cambió el equilibrio de poder
El viernes por la noche, durante lo que probablemente fue su última cena formal, el presidente George W. Bush dio la bienvenida a los líderes del mundo con comentarios sobre la frágil economía mundial y el suntuoso menú, que a contramano de la crisis global ofrecía cordero al tomillo.
Pero la verdadera historia era cómo estaban sentados a la mesa sus invitados. A la derecha de Bush estaba el presidente de Brasil, Luiz Inacio Lula da Silva, que se quejaba a viva voz de que las naciones en desarrollo, como la suya, eran "infectadas con problemas" que no habían generado. A la izquierda de Bush estaba el presidente chino, Hu Jintao, con su abultada billetera y el poder que ésta otorga.
Fue una impactante imagen que revela cómo la crisis ha dado nueva forma al orden económico internacional. Al insistir en que estuvieran presentes los países en desarrollo, Bush les dio un renovado poder a sus líderes, que llegaron con su propia agenda. Pero será el próximo presidente norteamericano, Barack Obama, quien deba ingeniárselas para combinar esos intereses muchas veces encontrados. La declaración suscrita por los mandatarios el sábado convoca a una segunda reunión apenas 101 días después de que Obama preste juramento.
Finalizada la cumbre, el presidente francés, Nicolas Sarkozy, brindó una conferencia de prensa en el elegante Willard Hotel. Sarkozy fue el primero en presionar a Bush para que convocara a la cumbre y, en Washington, no dejó pasar oportunidad de atribuirse el crédito. Tampoco de proclamar que la era de la hegemonía financiera norteamericana había llegado a su fin. "Estados Unidos es la primera potencia mundial. ¿Es la única potencia? No, no lo es. Estamos en un mundo nuevo."
Desde el Washington Club, el presidente ruso, Dimitri Medvedev, tuvo que dirigirse a una multitud que desbordó el Consejo de Relaciones Exteriores. Medvedev ha sido siempre un duro crítico de la política económica norteamericana. Pero el sábado habló de la fragilidad de la relaciones entre Washington y Moscú, y expresó su deseo de que con Obama en la Casa Blanca el hielo se derrita.
Veinte países fueron invitados al encuentro, sólo dos de ellos gobernados por mujeres. Ninguna llegó a Washington con buenas cartas en la mano. Una de ellas, la canciller alemana, Angela Merkel, se ha convertido en una gran aliada de Bush, pero la economía de su país entró oficialmente en recesión. La otra, la presidenta argentina, Cristina Kirchner, cayó en desgracia con los inversores extranjeros, que están retirando sus capitales del país después de la decisión de su gobierno de nacionalizar 26.000 millones de dólares del sistema jubilatorio privado, lo que despertó la sospecha de que el gobierno está corto de efectivo. Kirchner llegó tarde a la foto oficial, lo que no contribuyó a mejorar su imagen de eficiencia. Se perdió la primera toma, pero los líderes se reagruparon para permitir otra. Bush, que se jacta de su puntualidad, se encogió de hombros.
Bush también llegó con su propia agenda. Su primer mensaje fue para los demócratas que impiden la aprobación de un tratado comercial con Colombia: dijo que los líderes mundiales apoyan las reglas del libre comercio. Luego atacó la idea de que el capitalismo fue la causa del colapso global. Bush parece haber tenido éxito en ambos planos: el comunicado final afirmó que los mandatarios "subrayan la importancia decisiva de abolir el proteccionismo," y el texto abunda en elogios a la libertad de los mercados.
Al final del encuentro, Bush saludó a los periodistas y le pasó la pelota a su sucesor. "Quizás algunos de ustedes no lo sepan todavía -dijo con ironía-, pero yo ya me jubilo."
Foto: AFP
Traducción de Jaime Arrambide
Traducción de Jaime Arrambide
Fuente: Diario La Nación
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Los comentarios mal redactados y/o con empleo de palabras que denoten insultos y que no tienen relación con el tema no serán publicados.