Con la habilidad de una gacela y la astucia de un tigre. Así se movían los cazadores del maharajá de Bombay cuando la que ahora es la ciudad más próspera de la India estaba gobernada por la dinastía Gupta y colgar en el palacio una cabeza de león era signo de poderío y prosperidad.
Mil quinientos años después, cuando la noche caía el miércoles pasado, un grupo de unos 15 a 20 hombres se deslizaron por el mismo territorio como lo hacían los cazadores del maharajá. Habían desembarcado de tres botes rápidos lanzados desde un barco que los trajo desde Karachi, el gran puerto paquistaní. Los esperaban otros milicianos en al menos dos puntos más de la ciudad. Un grupo de ocho estaba haciendo la logística desde dos meses antes haciéndose pasar por estudiantes malayos. Incluso, uno de los combatientes se había empleado como botones en el hotel Taj Mahal, uno de los más emblemáticos de la India, y otros estaban registrados como huéspedes desde una semana atrás.
Una vez que tuvieron la orden de atacar a eso de las nueve de la noche, los comandos comenzaron a actuar con movimientos robóticos, los pies parecían estar en el aire constantemente, las armas eran una extensión de sus cuerpos, las mochilas no parecían pesarles pese a cargar munición pesada y para un largo combate. Quince minutos después se lanzaron a sangre y fuego contra la estación de trenes de Chhatrapati Shivaji. Después vinieron el Café Leopold (preferido por los turistas), los hoteles Taj Mahal y Oberoi, un centro judío, un hospital y el cine Metro donde se estrenan los sucesos de Bollywood. Más de cien personas cayeron en los primeros minutos. Luego seguirían 3 días de combates en el corazón financiero y turístico de la ciudad.
Los comandos tácticos mejor entrenados desde que George Bush lanzara la guerra antiterrorista, hace ya 7 años, comenzaban una de las acciones más audaces desde el 11-S. Los servicios secretos indios lograron atrapar a entre cinco y ocho de los combatientes. Sus colegas de la CIA y el MI-5 británico los están ayudando a interrogar. Un dato interesante lo puede dar un informe de inteligencia británico que llegó a manos del premier Gordon Brown: se está registrando un movimiento de tropas del ejército indio en la frontera con Pakistán porque quieren "vengar" la protección del servicio secreto paquistaní a un poderoso grupo independentista de Cachemira -la región en disputa entre los dos países- que entrenaron a los atacantes de Bombay. Esa es la razón por la que Europa intenta poner paños fríos y dice que Pakistán no tuvo nada que ver.
Otro dato lo lanzó la europarlamentaria Erika Mann, que estuvo ocho horas escondida en la cocina del hotel Taj Mahal, quien dijo que fuentes oficiales indias le aseguraron que había ciudadanos británicos entre los comandos que realizaron el asalto. Y el tercer elemento es que uno de los detenidos, identificado como Ajmal Amir Kamal, es conocido miembro del Lashkar-i-Taiba (LiT), el ejército de los piadosos, que busca derrotar al ejército indio y tomar el control de Cachemira.
Los milicianos extremistas islámicos que atacaron el miércoles, resistieron hasta el viernes por la madrugada. No eran suicidas. Su objetivo es reimplantar en la península india un califato. Creen que se debe actualizar lo que fue el sultanato mongol fundado por el gran Babur en el 1526 y que ocupaba los actuales territorios de India, Pakistán, Afganistán y Bangladesh. La partición de 1947 fundó dos Estados, y los musulmanes se concentraron en el norte.
Pero en la India permanecen 140 millones de musulmanes, en su gran mayoría discriminados y empobrecidos. Entre los jóvenes de estas comunidades se pueden encontrar miles de muchachos dispuestos a salir a matar antes de sobrevivir en la miseria.Todos los atacantes detectados en estos días tenían entre 20 y 25 años. De acuerdo a los testigos, algunos hablaban urdu, que es la lengua de la mayoría de los paquistaníes, pero también de las comunidades musulmanas del norte de la India. Y otros en un acento británico de West Yorkshire, de las comunidades indias y paquistaníes británicas, que se comunicaban entre ellos con teléfonos Blackberry.
En Pakistán existieron 52 campos de entrenamiento de grupos terroristas en los últimos diez años, de acuerdo a la inteligencia británica. Algunos aún permanecen abiertos en la zona tribal de la frontera afgano-paquistaní y en Baluchistán. Hay informes de centros de este tipo en las montañas al oeste de Islamabad que son constantemente negados por las autoridades. El grupo Lashkar-i-Taiba, que tiene unos 4.000 seguidores, tiene fuertes vinculaciones con el ISI, el poderoso servicio secreto paquistaní. Ese grupo es capaz de entrenar comandos de elite como los que actuaron en Bombay y es el único con capacidad de maniobras marinas. Un dato clave si tenemos en cuenta que los atacantes llegaron a la ciudad en botes que fueron lanzados desde el barco paquistaní Kuber, encontrado ayer por la policía con el capitán muerto en la sala de máquinas y la tripulación desaparecida.
En el siglo sexto, los cazadores del maharajá de Bombay no se podían permitir un error. Los comandos que surgieron del mar saben que, como sus antecesores, no puede haber una maniobra en falso. Están entrenados para actuar y matar como máquinas de exterminar. No se inmolan. Son los nuevos terroristas, entrenados con los mismos métodos que los cuerpos de elite más sofisticados de las potencias del mundo.
Fuente: Por: Gustavo Sierra - Diario Clarín
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