Por Reino Unido, por Argentina, por la paz". José María Raschia, el ex soldado raso que desembarcó el 2 de abril de 1982 en las Malvinas, levantó su copa de vino tinto y todos lo acompañaron en el brindis, tan británico como histórico. A su lado estaba Julian Thompson, el general británico que comandó las tropas terrestres en la guerra, Andy Jones, de los Welsh Guards que sobrevivió el ataque argentino al buque Sir Gallahad, el sargento Mayor del Para II, Malcom Simpson, que combatió en Goose Green, el primer atachee militar británico en Buenos Aires después de la guerra, brigadier Patrick Tootal y otros 40 veteranos británicos que habían llegado al Union Jack Club en Londres para homenajear a los ex combatientes argentinos, que aterrizaron en Gran Bretaña para un especial encuentro.
Pero había una presencia conmovedora: Katheryn Nasbeen, una cantante galesa de 31 años, que perdió a su padre en el Sir Gallahad y había llegado a conocer y abrazar a los tres veteranos argentinos en Londres. "Después de las islas, el único país que quiero conocer es la Argentina. Esto que estoy haciendo hoy con ustedes es lo que papá hubiera querido que hiciera. Estoy convencida", les contó mientras se hacía fotos con ellos.
En un piso 25 y con una espectacular vista al río Támesis y a la City financiera iluminada, los tres ex soldados argentinos Julio Aro, José Luis Capurro y José María Raschia, miembros del Centro de Ex-Soldados de Malvinas de Mar del Plata, se abrazaron y emocionaron con los militares británicos de más alto rango, con los suboficiales y con los mutilados de guerra, en una fiesta que les organizaron el miércoles a la noche los ingleses, con tantos símbolos como lágrimas.
No había allí ni un representante del gobierno británico, ni de la Casa Real ni tampoco de la embajada argentina en Reino Unido. Hasta la ex primer ministro Margaret Thatcher, una incondicional de los veteranos británicos y por quien ellos sienten inmenso respeto y admiración por el apoyo que siempre les ha brindado, no asistió al encuentro por razones de salud. Eso sí: docenas de argentinos que viven en Gran Bretaña llamaron al club para saludar y apoyar a los ex combatientes argentinos.
Petiso, fuerte, carismático, Thompson fue un emblema para sus hombres en la guerra; tuvo feroces diferencias con el comando en el reino sobre la conducción y la estrategia del conflicto. Ya retirado, hace documentales de televisión, viaja y será uno de los que llegará a la Argentina junto a los veteranos británicos en el 2009 para ver cómo se puede ayudar en los problemas de acciones, violencia familiar y stress postraumático que padecen al menos, 7000 veteranos de guerra argentinos, inscritos en los planes de salud que los tres ex soldados argentinos que llegaron a Londres organizaron y aplican con éxito.
"Iré encantado a Argentina, pero no veré a un solo político. Soy un soldado", advierte Thompson. Fue el coronel galés Tony Davies quien invitó oficialmente a los veteranos y los alojó gratis en el club. Davies dijo en su discurso de bienvenida a los argentinos: "Si retrocedemos veinte años, recordaremos que no teníamos apoyo, ni reconocimiento, ni dinero, ni organizaciones que nos apoyaran. Por lo tanto sabemos lo que estos muchachos (por los argentinos) enfrentan para ayudar a sus camaradas. Acá no hay motivaciones políticas de ninguna clase. Somos todos veteranos y sólo estamos interesados en los veteranos. Lo que estamos haciendo, amigos, es ayudarnos unos a otros. Este vínculo nuestro sólo puede mejorar".
Hubo intercambios de regalos, simples, pero cargados de historia. Los argentinos lucieron las amapolas coloradas con las que la British Legion recauda treinta millones de libras al año. Poco después recibieron también las corbatas verde, azul, celeste y roja de los veteranos británicos de las islas.Pero fue Aro, el ahora profesor de gimnasia de Mar del Plata que perdió su hermano apenas tres días antes de llegar a Londres, el que conmovió a todos cuando entregó una imagen prensada con tierra de las islas Malvinas, del lugar donde habían muerto en un pozo de zorro sus dos mejores amigos.
Fuente: Por María Laura Avignolo -Diario Clarín
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