Mientras la IV Flota de EE.UU. patrulla las aguas latinoamericanas, nuevas naves de guerra rusas avanzan hacia el Caribe para realizar ejercicios conjuntos con la Armada venezolana.
En los últimos meses, Rusia, Estados Unidos y Venezuela transformaron a América Latina en un centro de operaciones militares abiertas y secretas, que incluye desde futuras maniobras ruso-venezolanas en el Caribe hasta el silente traspaso de navíos norteamericanos a Perú y Chile. El tenor de las acciones divide a los analistas.
Algunos creen que a Moscú sólo le interesa dar señales para que Washington repliegue influencia en Europa del Este, en especial en Georgia, país que dispone de reservas petroleras en el mar Caspio que Rusia y la Unión Europea estiman estratégicas. Otros piensan que el Kremlin aprovechará los débiles vínculos de la potencia norteamericana con los gobiernos de izquierda en la región para tramar planes de largo plazo.
La actividad diplomático-militar rusa hasta ahora incluyó la venta de armas por 4 mil millones de dólares a Venezuela, el anuncio de convertir a Cuba en el eje de la cooperación moscovita con la región y las negociaciones para vender helicópteros a la Argentina, Perú y Chile. Además, el secretario del Consejo de Seguridad de la Federación Rusa, Nikolai Patrushev, pidió a la ministra de Defensa argentina, Nilda Garré, apoyo para elevar la presencia de su país en la región. Específicamente, que Rusia ingrese como observador en la Unión Sudamericana de Naciones y la Asociación Latinoamericana de Centros de Entrenamiento para Operaciones de Paz. “Rusia quiere conocer y saber las lógicas de las operaciones de paz que se realizan (en la región) por protocolos OTAN, lo cual le daría una ventaja que hoy no tiene”, dijo el asesor en defensa chileno Guillermo Holzmann.
Sin embargo, desde Moscú la situación es presentada con matices, a pesar de que Caracas negocia la compra de hasta 700 tanques medianos y de reconocimiento, de los tipos T-72 y BMP-3, respectivamente. La operación, además, se suma a la articulación de una escuadra de 24 cazabombarderos rusos Sujoi-30 por parte del gobierno de Venezuela, cuyo presidente, Hugo Chávez, critica y rechaza la presencia de la IV Flota estadounidense en América del Sur. “Si algún barco quiere pasar por aquí con un bicho (misil) como ése, no van a pasar”, amenazó.
En cuanto a Cuba, el silencio del presidente Raúl Castro es total frente a la posibilidad de un resurgimiento de la alianza con Moscú. Todo ello a pesar de los anuncios, hasta ahora sólo mediáticos, de cooperación espacial, militar y armamentística, reforzados por las visitas sucesivas del viceprimer ministro ruso, Igor Sechin, a La Habana en las últimas semanas.
En ese marco, la politóloga rusa María Lipman, del Centro Carnegie, también estimó exagerado pensar que la situación derive en una nueva “crisis los misiles”, que puso al mundo al borde de la guerra en 1962. “No hay señales”, resumió. En realidad, los objetivos rusos son contrarrestar las acciones de EE.UU. en su área de influencia y lograr su ingreso a la OPEP.
Por su parte, en Brasil, la principal potencia regional, la situación derivó en un distanciamiento prudencial con Rusia. La única perspectiva de negocios bilaterales quedó sepultada en septiembre, con la exclusión de los cazas SU-35 Sujoi de los finalistas de la licitación para la compra de 36 aviones para renovar la flota de la Fuerza Aérea Brasileña (FAB). El diario Folha de São Paulo sostuvo que en la decisión pesaron “presiones” de Washington, pero el Ministerio de Defensa brasileño lo desmintió. Lo cierto es que Brasil junto con Chile, Perú y Colombia constituyen los países que mejores relaciones mantienen con Washington y que más se adhieren al desarrollo de economías de libre mercado.
Fuente: Por Macarena López y Mauricio Weibel - DPA y Critica Digital
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