Una multitud vibró con el rugido del motor durante la exhibición, que duró casi una hora.
Como en Monza o Silverstone, pero en plena 9 de Julio. Ayer por la tarde, miles de fanáticos del automovilismo pudieron ver y escuchar a pocos metros de distancia a un auto de F1, con la exhibición que el escocés David Coulthard realizó a bordo de un Red Bull.
Como en Monza o Silverstone, pero en plena 9 de Julio. Ayer por la tarde, miles de fanáticos del automovilismo pudieron ver y escuchar a pocos metros de distancia a un auto de F1, con la exhibición que el escocés David Coulthard realizó a bordo de un Red Bull.
Con una puntualidad envidiable, el coche empezó a rodar exactamente a las 15, como ya lo había hecho anteriormente en lugares como Bratislava, en Eslovaquia, o en la Plaza de Toros de Pamplona, en España. Muchos hicieron lo imposible por observarlo y otros se conformaron simplemente con escuchar el ruido del potente motor (ver El RB4 de Red Bull). Aunque calificar de "ruido" al sonido de esta maravilla de la ingeniería es una falta de respeto para los fanáticos. Un grupo heterogéneo compuesto por familias, locos de los "fierros" y curiosos copó los 1.200 metros del perímetro de un "circuito" que iba desde Lavalle hasta Marcelo T. de Alvear, y poco a poco se fue transformando en una multitud -80 mil personas según los organizadores, cerca de la mitad de acuerdo con los cálculos de Clarín-.
Gabriel Juárez, por ejemplo, llegó desde González Catán para gozar por primera vez viendo de cerca a uno de los bólidos que sigue los domingos por televisión. Ariel González, en cambio, se declaró "no fanático" pero no dudó en treparse al mástil de la bandera de la "Plaza de la República" para tener una mejor vista. Es que, a medida que se acercaba la hora del show no sólo se complicaba el tránsito en el Centro sino que árboles, balcones y hasta techos de autos ajenos se volvían ubicaciones de lujo.
La primera salida consistió en ensayos de largada, algunas bloqueadas y aceleradas. Sin exprimir al máximo el auto. Por las condiciones de pista corta, el motor no refrigeraba como correspondía, lo que hacía impacientar al público durante siete minutos de intervalo; para algunos, eternos. Hubo tres salidas más. Todas con la misma lógica y complicación: la calle menos ondulada de Buenos Aires, es muy ondulada para un delicado Fórmula 1. Quizá la última tanda haya sido la que elevó al máximo la adrenalina del público. Porque Coulthard aceleró un poquito más, quemó caucho y giró su última vuelta con la bandera argentina en su mano, ganándose la ovación de la multitud. Una experiencia única. Porque no todos los días se ve un auto F1 pasando durante una hora tan cerca a 234 km/h. Y encima dándose el lujo de tomar la Avenida 9 de Julio de contramano y en rojo.
Fuente: Por Ramiro Mendez - Diario Clarín
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