CHINA, dice Hu Jintao, quiere ser un poder estabilizador.
En esa aspiración hay alguna opacidad, pero el planteo central es certero: China busca ante todo la estabilidad. Los chinos obtendrán ventajas, es seguro, del hundimiento de Wall Street. Les interesa explotar la greed , la codicia económica que ha destrozado las instituciones financieras. "Sin estabilidad nada es posible", dice astutamente Hu Jintao, heredero de una tradición de prudencia y dureza de 3.000 años.
El presidente chino tiene, según los buenos sinólogos, algunas fijaciones, como Taiwán, Birmania, Darfur. Son plataformas giratorias, y en ellas hay una razón, no explicitada, de recordar a Estados Unidos el puesto de China como potencia mundial.
En Corea del Norte, China ha tomado el primer papel negociador, para mostrar cómo sabe hacer las cosas. Ahora aparece Venezuela con un ambicioso proyecto. Vender a China, en 2012, más del triple del petróleo venezolano que importa hoy (de 300.000 barriles/día a un millón, gracias entre otras cosas a la ampliación del canal de Panamá, vía estratégica).
Tiene poco sentido rasgarse las vestiduras ante el presidente venezolano: Hugo Chávez vuelve de Pekín con un acuerdo por el que la República Popular venderá aviones de formación K-8 a las fuerzas armadas venezolanas, hasta ahora dependientes de la tecnología y los repuestos de EE.UU. Esto puede alegrar a unos e indignar a otros, pero los hechos están ahí.
Después de los Juegos Olímpicos, China reclama su puesto en el mundo. Cómo combinar el nacionalismo anterior a Platón con el espíritu del siglo. Los derechos humanos no pueden ser el condicionante de la nueva China, insiste el PCCh. La condición previa es mantener unido a un país de 1.330 millones de habitantes. Después de los Juegos, China observa con atención a Europa: 274 medallas frente a 100 medallas chinas.
La UE, cree uno de los grandes think tanks de Shanghai, será otra de las plataformas giratorias si acierta a lograr lo que necesita: un sistema de seguridad y defensa que dé coherencia a sus instituciones. China observa a la UE y se pregunta por qué no cuenta ya con ese sistema. Sin seguridad y defensa, las instituciones flotan en el vacío. Fraguan precisamente por la defensa común.
La investigación europea es admirada por los chinos, sea el reactor termonuclear ITER o el acelerador de partículas LHC, inaugurado en la frontera franco-suiza. Pero los chinos saben que Europa necesita esa defensa común. El 22 por ciento de las exportaciones chinas va a la UE, el 18 por ciento, a EE.UU.
La investigación europea es admirada por los chinos, sea el reactor termonuclear ITER o el acelerador de partículas LHC, inaugurado en la frontera franco-suiza. Pero los chinos saben que Europa necesita esa defensa común. El 22 por ciento de las exportaciones chinas va a la UE, el 18 por ciento, a EE.UU.
Un país de la dimensión de Noruega, con 6 millones de habitantes, dice a China: si quieren ser reconocidos, déjennos ver cómo funcionan ustedes por dentro. Entra entonces en juego la no-interferencia. Es un diálogo imposible que, sin embargo, hay que continuar. Los chinos saben que una de las fuerzas de Europa está en el lema de la BBC: nunca dejaremos de preguntar.
De pronto, todo se paraliza. En Washington, una mayoría de congresistas vota contra el programa de rescate de la Secretaría del Tesoro. No, no, señores bomberos, queda prohibido lanzar agua en este incendio.
Centenares de millones de chinos viven en la pobreza-pobreza, a un dólar al día. Sólo cinco países, europeos los cinco, Suecia, Noruega, Holanda, Luxemburgo y Dinamarca, han cumplido los Objetivos del Milenio establecidos en 2000 por las Naciones Unidas. Esos países ofrecen a China reconocimiento a cambio de información veraz.
China no quiere verse obligada a obedecer. Quiere recuperar el estatuto que tuvo durante cientos de años, poder estabilizador. La posible victoria de Barack Obama pondrá la relación Estados Unidos-China-Europa sobre la mesa. Estados Unidos tendrá, todavía por largos años, el primer poder militar del mundo.
Pero Irak nos recuerda las dudas sobre el poder militar. El borroso responsable de las Naciones Unidas recordaba algo olvidado por evidente: los pobres, señala Ban Ki-moon, están preocupados por comer.
Fuente: Por Darío Valcárcel - Diario ABC
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