Por Eleonora Gosman - Diario Clarín
Equivale al 1.2% del PBI. Afirman que la medida no afectará los planes sociales.
Brasil sufrirá un ajuste “enorme”, tan gigante como lo es el propio país, según define su presidenta Dilma Rousseff: como anunció anoche su ministro de Hacienda Guido Mántega, habrá este año un corte de gastos de nada menos que 30.000 millones de dólares. Semejante “ahorro” representa un crecimiento bastante menor al de 2010, que terminó con un aumento del Producto Bruto Interno (PBI) de 7,5%. Ahora, el ministro y la presidenta se darán por satisfechos si la economía se expande 5% en 2011.
Ese aumento esperado del PBI autorizó a Mántega a decir que “ no se trata de los clásicos ajustes fiscales del pasado , que derribaba la economía y provocaba desempleo”. Alguna razón especial, difícil de entrever a simple vista, llevó a semejante masacre del gasto público. Para tener una idea, lo que se recortó del gasto público equivale a un 1.2% del PBI y prácticamente duplica la totalidad de superávit primario que se había previsto en la ley presupuestaria aprobada por el Congreso.
Pero este ajuste no será inocuo desde el punto de vista social . Las centrales obreras reclaman desde el año pasado un aumento del salario mínimo a 580 reales. Pero el gobierno, que mira los números del propio volumen salarial que debe pagar a los empleados públicos, decidió plantarse en 545 reales. Pero los sindicalistas de todas las tendencias, ya que en esto están unidos desde el centro a la izquierda, consideran esa cifra una “traición” de la presidenta brasileña.
Como en todo ajuste, siempre hay una excusa. Y en este caso es la inflación . El tema de la “escalada de los precios” (de medio punto más que lo previsto) empezó a ser ventilado a fines de la semana pasada con el objetivo de preparar el terreno para el apriete del cinturón fiscal.
Ayer, el jefe de Hacienda sostenía: “Con menos consumo del gobierno se reducirá la presión sobre los precios”. De atenerse a las palabras del funcionario, no se tocará ninguno de los gastos previstos en el llamado Programa de Aceleración del Crecimiento (PAC) que involucra obras públicas esenciales, especialmente en vista de dos grandes acontecimientos deportivos: el Mundial de 2014 y los Juegos Olímpicos de 2016.
Con todo, en una suerte de confesión de parte, Mántega admitió: “Este corte es más drástico de lo que fue años anteriores” , es decir, bajo las presidencias de Lula da Silva. Para el ministro hay un desafío: “Lograr que la inflación no supere el techo prefijado” por el sistema de metas inflacionarias que se instituyó en el gobierno de Fernando Henrique Cardoso. El colaborador de Dilma insistió que “ésta es la mayor acción que se adopta para combatir cualquier inflación: reducir los gastos del gobierno”.
Pero también abrió el paraguas al recordar que la evolución de los precios, especialmente de alimentos, no depende exclusivamente de la voluntad del gobierno. Eso ocurre tanto con el petróleo como con el trigo, cuyos valores son fijados en las bolsas internacionales.
El gobierno brasileño prevé que el déficit nominal caerá en forma sustancial durante el año 2011 y que habrá una reducción real de la deuda pública interna. Destacó que el resultado de los recortes de gastos ya puede ser observado en las cuentas gubernamentales de enero. Aclaró que el gobierno está “revirtiendo todos los estímulos que se otorgaron entre 2009 y 2010”.
En ese período, el gobierno de Lula da Silva, que también lo tenía a Mántega como ministro, optó por conceder fuertes subsidios a los sectores productivos para contener la crisis internacional que amenazaba con una violenta recesión a la economía brasileña. “El gobierno aumentó entonces sus gastos con el objetivo de conseguir que el país se recuperara de la crisis financiera mundial y ese proceso fue exitoso”.
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jueves, 10 de febrero de 2011
Brasil anunció un fuerte recorte de gastos de 30.000 millones de dólares
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