jueves, 8 de enero de 2009

Cómo se vive por dentro el Rally Dakar 2009

Los campamentos parecen ciudades nómades, con carpas donde corredores, mecánicos, asistentes, organizadores y periodistas comen a las apuradas, duermen lo que pueden y dejan el lugar al amanecer
La segunda etapa del Dakar 2009 fue la más larga de este rally de raid que conmueve a la Argentina, pero terminó ayer mientras se esperan las otras doce que quedan por delante hasta el 18 de enero: en un "bivouac" o, dicho de manera más sencilla y menos tuerca, en un campamento que dura casi lo mismo que lo que tardaron ayer en recorrer las máquinas los 837 kilómetros entre Santa Rosa y Puerto Madryn.
Estos campamentos parecen ciudades de nómades o aldeas que son trasladadas de un lugar a otro, al mejor estilo de la África árabe que la competencia tuvo que abandonar en 2007, y están formados por las mismas carpas, grandes, medianas y chiquitas, que uno puede esperar de un lugar donde más de 2 mil corredores, mecánicos, asistentes, organizadores y periodistas comen a las apuradas, duermen lo que pueden y abandonan después levantando nubes de polvo al amanecer.

En la "aldea Dakar" montada en Santa Rosa, de más de 15 manzanas de extensión, comenzó antes del alba, con mecánicos casi recién acostados después de arreglar desperfectos o cambiar repuestos con manos de cirujano y pilotos con el entusiasmo intacto, la primera etapa de cada día, la del desayuno, cumplida cuando quedan todavía restos humeantes de las fogatas de la noche. Estar sin dormir no es de valientes ni tiene premio en esta competencia.

Café con leche, frutas frescas, ensaladas de frutas, fideos con queso y estofados de carne van consumiéndose en el área de comedores a donde van todos por igual. Sin importar lo que piense un argentino medio sobre el desayuno ideal, lo que más se repone en las bandejas son los fideos y la carne, las comidas de más proteínas para encarar una jornada como la de esta segunda etapa, larguísima incluso para los más experimentados en otros rallies.

Después empieza la partida. Y antes, por las dudas, los corredores tomaron su bolsa de provisiones con paté, pollo con arroz en lata, barra de cereales, frutos secos, pasas de uva, papas fritas, galletitas saladas, queso blando, jugo de naranja y, como si fueran colegiales a estudiar, un alfajor. Los motociclistas son los más agradecidos, por ser también los más desguarnecidos.La temperatura del camino, incluso la del largo tramo de enlace de 600 kilómetros hasta Madryn, probó que había que tener precauciones por el estado físico de los pilotos, 40 grados en el ambiente y unos 50 dentro de los vehículos, incluso los menos castigados, como en los que viajan los cronistas de Télam.

El kilómetro y medio de camino entre el fin de la especial y el comienzo del enlace sobre la ruta, usado casi como una calle de boxes por autos, motos, camiones y cuatriciclos para resolver problemas o comerse algo de la vianda, tampoco los salva del sol. Se extrañan los paraguas de la Fórmula 1.

El campamento es, otra vez, donde todos terminan la jornada, ayer en Puerto Madryn, donde el viento patagónico y la arena complican todavía más el cruce incesante en las calles improvisadas entre las carpas. Igual, las caras no son ni de angustia ni de preocupación, ni de histeria. Más bien, muestrasn la típica desorientación de algunos que no terminan de encontrar el lugar a donde van en estas microciudades levantadas para un solo día. Pero la mayoría de los rostros cansados dice: "Uf, esta parte de la misión está cumplida".

Foto: Internet
Fuente: Télam e Infobae.com

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