La Argentina marítima es tan rica como estratégica para el crecimiento. Sin embargo, está desprotegida y sin rumbo.
La Argentina marítima ("la Argentina Azul") se extiende desde la desembocadura del Río de la Plata hasta los desolados confines australes. Una enorme masa de agua salada bordea por más de 4000 km. el largo de nuestras costas. Si sumamos el Mar Territorial (hasta las 12 millas marinas) sobre el cual ejercemos jurisdicción y la llamada Zona Económica Exclusiva (200 millas adicionales que se extienden sobre la plataforma continental), la Argentina ejerce soberanía económica sobre 2,8 millones de kilómetros cuadrados de mar.
Dicho patrimonio se ampliará en un futuro próximo. En mayo del 2009, la Argentina presentará, ante la Convención de los Derechos del Mar de las Naciones Unidas, los estudios científicos necesarios para ampliar su soberanía marítima hasta el límite real de su plataforma continental (aproximadamente 350 millas). Una vez que las Naciones Unidas lo autoricen, nuestro país extenderá su soberanía sobre un territorio marítimo de más de 4 millones de kilómetros cuadrados. Este gigantesco mar constituye por sus dimensiones uno de los más grandes del mundo y ofrece -si sabemos aprovecharlo- una enorme oportunidad económica y estratégica.
La relación entre la Argentina continental y la marítima no ha sido siempre fácil ni provechosa. A pesar de los innumerables esfuerzos de nuestros empresarios, técnicos y trabajadores, el desarrollo económico de nuestra Argentina Azul está muy por debajo de su potencial. Durante las últimas décadas sufrió las consecuencias de la decadencia de nuestras instituciones, producto de la incapacidad y venalidad de muchos de nuestros gobernantes que han privilegiado sus intereses personales sobre los del país.
En materia de gas y petróleo, la vasta superficie de la plataforma marítima, su conexión geológica con cuencas petroleras comprobadas y similitudes de origen con cuencas transatlánticas de gran riqueza la ubican como un objetivo estratégico de gran potencial. Sin embargo, por falta de políticas apropiadas, la exploración está estancada.
En materia de pesca, las exportaciones (calamares, langostinos y merluza) se han incrementado significativamente durante las últimas dos décadas y alcanzaron casi los US$ 1.200 millones durante el año 2007. Desafortunadamente, un espuria combinación de sobrepesca (producto de un marco regulatorio ineficaz y de una falta de controles), retenciones a las exportaciones y sindicatos que restringen la contratación de mano de obra han reducido la rentabilidad de las industrias pesqueras asentadas principalmente en Mar del Plata y Puerto Madryn.
En materia de industria naval, el país ha sufrido los vaivenes de políticas erráticas que han oscilado entre la promoción de proyectos faraónicos subsidiados por el Gobierno y el desmantelamiento de las capacidades productivas locales.
Necesitamos un Estado que desarrolle una visión realista sobre lo que se debe importar y lo que se puede producir en condiciones ventajosas en el país. Así el sector privado nacional podría consolidarse como un competitivo constructor de barcazas, remolcadores, embarcaciones de pesca, de apoyo militar, deportivas y buques pequeños para tráficos regionales. Los astilleros estatales (Rio Santiago, García Domecq y Tandanor) debieran fusionarse bajo una sola conducción -profesional y despolitizada- para generar un polo con suficiente masa crítica para atraer y generar otras posibilidades.
En materia de seguridad, a pesar de los esfuerzos que realizan las instituciones que protegen nuestros intereses marítimos (Armada y Prefectura Naval), la Argentina Azul está desprotegida. La tragedia del buque rompehielos Almirante Irízar y la caída de un avión naval en 2007 fueron consecuencias de una política de pauperización presupuestaria de nuestras fuerzas armadas. Buques que carecen de repuestos, falta de fondos para adiestrar al personal y sostener la investigación oceanográfica y una aviación naval que no puede mantener en vuelo un mínimo de aviones debilitan la presencia argentina en el Atlántico Sur.
Si queremos saber lo que ocurre en el espacio marítimo, controlar la pesca ilegal y la contaminación marina, proteger las vías navegables y brindar seguridad al turismo que recala en nuestros puertos, necesitamos fortalecer las instituciones responsables de la seguridad marítima.
En materia de investigación, a pesar de la vocación de nuestros científicos que realizan trabajos oceanográficos, hidrográficos, biológicos y geológicos valiosos, los conocimientos disponibles son insuficientes, los presupuestos de los centros de estudio son exiguos y los proyectos de investigación no siempre están bien articulados con nuestros intereses económicos ni con la defensa de nuestro patrimonio.
En materia de soberanía sobre las Islas Malvinas, nuestra posición negociadora no ha cejado de debilitarse durante los últimos años, a pesar de las declamaciones retóricas de nuestros gobernantes. Ante nuestra pasividad, Gran Bretaña, con su política de hechos consumados, otorgó derechos de pesca y de exploración petrolera alrededor de las Islas y realiza regularmente ejercicios militares. Estos ejercicios representan una afrenta a nuestro país que ha sostenido desde 1983 su propósito de recuperar la soberanía a través de la negociación. Sin fuerzas militares modernas y operativas nuestra capacidad de negociación diplomática es poco creíble.
El desarrollo de los hidrocarburos, la pesca, la industria naval, el manejo de los puertos y de la logística y el fortalecimiento de nuestra marina mercante representan oportunidades que no debemos desaprovechar. ¿Volveremos algún día a ser un país serio o seguirá nuestra dirigencia más interesada en los casinos flotantes y los trenes bala en vez de aprovechar el talento argentino y desarrollar las formidables oportunidades que ofrece nuestro patrimonio?
Fuente: Por Felipe A. M. de la Balze - Diario Clarín
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