El espíritu del Dakar está en el cruce de varias pasiones. Además de ser un evento ineludible y fuera de normas en el mundo del deporte mecánico, es una experiencia humana única. La historia del rally, los esfuerzos de unos y los problemas de los otros, no dejan olvidar que el Dakar es ante todo un asunto de sentimientos y emociones. Es en esta dimensión, que los participantes se encuentran fuertemente unidos. Es eso que explica, por ejemplo, la supervivencia de la noción de ayuda al interior de la caravana.
Más que una simple carrera de velocidad, el Dakar exige capacidades de navegación fuera de pista, y calidades de regularidad. En rally raid, prima la resistencia y el menor error se paga caro. Esta mezcla de rigor físico y de exigencia técnica, seduce desde hace casi 30 años a campeones provenientes de diferentes horizontes, todos deseosos de confrontarse y medirse en esta prueba tan diferente.
Ari Vatanen, ex campeón del mundo de los rallys WRC, encontró su fórmula ganadora; Stéphane Peterhansel, de ser un «toca todo» de excepción al comienzo de su carrera, se convirtió en el experto indiscutible; Cyril Despres, campeón del mundo de enduro, llegó al punto más alto del podio; Luc Alphand, campeón del mundo de ski, sobrepasó su aprendizaje del desierto; Robby Gordon, el campeón americano de Nascar; Yvan Muller, rey del hielo en una vida pasada, Carlos Sainz y, ahora, Carole Montillet o Guerlain Chicherit, todos ellos han buscado un objetivo: ganar el Dakar.
Una experiencia humana fuera de lo común. Como ocurre con la montaña o los océanos, los espacios abiertos inspiran a los «aventureros». Comprometerse en el Dakar, es de cierta manera escalar su propio Everest, finalizar la vuelta al mundo en vela o en remo. El podio de llegada representa un desafío de excepción, algunas veces el de toda una vida. Más allá de la clasificación, todos los participantes están motivados por este deseo tenaz, este sueño casi loco. Así sean pilotos de motos, autos o camiones, todos comparten esta ambición, un sentimiento que une. La tradición de ayuda mutua, palabra clave que hace parte de las bases del «espíritu Dakar», nace de esta pasión compartida. Todos hablan el mismo idioma.
Nacido en África, donde construyó su leyenda, el Dakar, es naturalmente atraído hacia lo desconocido. El descubrimiento de territorios, una de las razones de ser de esta prueba, lo lleva ahora a buscar nuevos rumbos. El Sahara fascinó a los participantes durante casi 30 años y será un punto de encuentro recurrente en el futuro. Por el momento, el Dakar se lanza a la conquista de otros continentes, con el deseo intacto de sorprender. Prueba international nómada desde siempre, el Dakar se apoya en la sed de intercambio, en la capacidad de apertura de sus participantes. Todos tienen ganas de explorar los desiertos del mundo.
Fuente: Publicado por Martin Gallino - http://dakarargentinaonline.blogspot.com/search/label/Valores%20del%20dakar
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