viernes, 8 de junio de 2018

Cómo resucitar la ilusión de la prosperidad

El presidente Macri durante una reunión de Gabinete en el Centro Cultural Kirchner.Por Fernando Gonzalez - Clarin.com
El presidente Macri durante una reunión de Gabinete en el Centro Cultural Kirchner.

Desde el “estamos ganando” de la Guerra de Malvinas los argentinos llevamos cuatro décadas comprando soluciones mágicas. El tiempo y las decepciones nos han vuelto más desconfiados. La economía de guerra de Alfonsín. El salariazo de Menem. El blindaje de De la Rúa y Cavallo. El préstamo chino de los Kirchner. Y ahora la salvación que llega en las cuotas oportunas y a bajo interés del Fondo Monetario Internacional. Deberá ser prudente Mauricio Macri. Y encontrar los argumentos racionales que guíen a una sociedad atribulada a través del laberinto del miedo. Que marcha por ese triángulo de las Bermudas ya transitado antes y cuyos vértices son la suba del dólar, el trastorno de la inflación y el ahogo inevitable del salario real.

Los 50.000 millones de dólares del FMI son una buena noticia. La Argentina enfrentaba la tormenta financiera externa y algunos torbellinos de cabotaje, agigantados por los errores del Gobierno. Todo producto del triunfalismo anticipado y las batallas internas, expuestas en público innecesariamente. El dólar quebró la barrera de los $ 20 y no paró hasta superar los $ 25. Por eso, Macri tuvo que echar por la borda todos los papeles del Presupuesto 2018. Ayer se convirtieron en cenizas las metas de inflación; las de la reducción del déficit fiscal y la paritaria del 15% con revisión, que ya había sido cerrada en dos tercios de los sectores productivos del país. Fue una muestra de realismo. Duro, lamentable y profundo pero necesario si se quiere salir de nuevo a la superficie para enfrentar con chances el embravecido mar económico de estos tiempos.

Claro que el Presidente y sus ministros cometerían un error gravísimo si regresaran al altar del triunfalismo. La situación de la Argentina es frágil y el país se encuentra ahora ante el desafío de recortar unos 200 mil millones de pesos; de reanudar la lucha cuerpo a cuerpo contra la inflación y de devolverle al FMI los dólares prestados. Es en ese escenario de altísima complejidad en el que Macri intentará recrear la alternativa de su reelección. “Pasamos el susto y estamos de nuevo en el centro del ring”, decía anoche un ministro, todavía conmovido por los anuncios de Dujovne y Sturzenegger en las pantallas de la TV. Es posible que el Frente Cambiemos haya logrado salir del estado de conmoción y disponer de una nueva oportunidad. Pero ya no tiene aquella frescura de los dos primeros años de gobierno y las trompadas lo hacen retroceder con mayor facilidad.

Los montos de los desembolsos conocidos anoche, la cantidad de cuotas de los préstamos, las tasas de interés y las metas a cumplir pintan una Argentina con menor consumo, crecimiento en baja y expectativas más modestas. Cualquier dirigente político sabe, y Macri se ha transformado en un consumado ganador de elecciones, que la épica del ajuste no es suficiente para entusiasmar a nadie. El Presidente ahora tiene por delante la misión incierta de recrear algo parecido a una ilusión de prosperidad en sus votantes para poder soñar con permanecer otros cuatro años en el poder.

Macri tendrá que lidiar con el peronismo, tentado con la posibilidad del regreso aún sin liderazgo en su propio maremoto. Deberá enfrentarse al desafío de Hugo Moyano, al de muchos otros sindicatos y al de los sectores políticos que encuentran su razón de ser en enfrentarlo. Y convencer nuevamente a una sociedad agobiada. Una Argentina que ya se ha subido y se ha bajado de todos los trenes que prometían llegar al paraíso por el camino más corto.

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