(enelsubte.com) - Tras el acuerdo con el FMI, que implica una reducción del déficit, postergan dos importantes inversiones en ferrocarriles. Se trata de la obra de la RER y de la compra de 169 trenes eléctricos para estos servicios. Desde el Gobierno minimizan la cuestión y aseguran que se trata de meros ajustes en "aspectos técnicos de los pliegos".
El gobierno nacional, embarcado en un programa de recortes como parte de su reciente acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI), ha decidido postergar dos emblemáticos proyectos de inversión en ferrocarriles.
El primero es la promocionada Red Expresa Regional (RER), el proyecto de unión de las distintas líneas ferroviarias metropolitanas de Buenos Aires. La primera etapa, cuyo inminente lanzamiento se anuncia desde la asunción del gobierno de Mauricio Macri, contemplaba la construcción de túneles bajo la avenida 9 de Julio y la estación central Obelisco. En paralelo, también ha sido postergada la compra conexa de 169 trenes eléctricos para los ferrocarriles metropolitanos.
Desde el Gobierno niegan que estos proyectos hayan sido cancelados y hablan de ajustes en “aspectos técnicos de los pliegos” y pequeños retrasos en las fechas de aperturas de sobres. Pero lo cierto es que las definiciones se van postergando progresivamente y crece la incertidumbre sobre las mismas.
De hecho, desde hace varios meses se le viene rebajando la prioridad a la RER. Hacia fines del año pasado, luego de que el proyecto tomara una forma más o menos definitiva, muchos de los profesionales del Ministerio que trabajaban en el área fueron transferidos a otras obras consideradas más prioritarias, como las renovaciones de ramales de cargas.
A esto se sumó un cambio en el orden de ejecución del proyecto: la licitación de la estación Constitución subterránea, que iba a ser la primera en construirse, fue suspendida a principios de año –había llegado a autorizarse la instalación del obrador– y el proyecto fue redefinido para comenzar por el norte. En virtud de esto, se definió arrancar con la estación central Obelisco, uno de los puntos que ha sido cuestionado por algunos especialistas.
En abril el proyecto fue relanzado con un publicitado acto en el Centro Cultural Kirchner (CCK), pero ahora ya bajo la modalidad de asociación público privada (PPP), una apuesta a la que Transporte apela para obras viales (ya licitadas) y para el ramal ferroviario a Vaca Muerta. Sin embargo, la elección de esta modalidad implica que el Estado se desentienda de conseguir el financiamiento para ejecutarla, acaso el principal escollo para la concreción de una obra de esta magnitud.
La segunda inversión postergada está íntimamente ligada a la RER: en efecto, la compra de 169 trenes eléctricos de trocha ancha está pensada para abastecer las necesidades de los futuros servicios que circulen por los túneles que enlazarán las líneas Mitre, Sarmiento, Roca y San Martín. Por lo pronto, en este caso se ha retrasado un mes la fecha límite para la presentación de ofertas hasta julio próximo.
Si la incertidumbre en la construcción de la RER continúa y este proyecto no llega a materializarse, semejante compra de trenes sería innecesaria. Las necesidades de material rodante de las líneas electrificadas con catenaria podrían suplirse con contratos parcializados y con montos mucho más pequeños que los 2800 millones de dólares presupuestados por la cartera que conduce Guillermo Dietrich. Este sería el caso de la línea San Martín, que va de camino a ser electrificada –obra que también ha sufrido postergación en la fecha de apertura de sobres–, para la que podría apelarse a un contrato parcial como el recientemente acordado para la línea Roca, que contempla la compra de 200 coches.
Desde su presentación en 2015, el proyecto de construcción de la RER se había convertido en el principal caballo de batalla de la política ferroviaria oficial. Con la promesa de la RER voces oficiales contestaron a todas las críticas: compensaría el cierre de servicios en el interior, el abandono de proyectos regionales, la destrucción de infraestructuras ferroviarias existentes –como el remate de distintos terrenos ferroviarios con fines inmobiliarios– y hasta justificaría la renuncia a la extensión del Subte.
No era difícil advertir que la RER, por la envergadura de las obras y la falta de certezas sobre su viabilidad y financiación, podría en cambio convertirse en el perro del hortelano, que no come ni deja comer. Los últimos acontecimientos hacen parecer más probable ese desenlace.
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