Editorial para Clarin Rural de Hector Huergo
Esta es la última editorial del año. Quizá alguno espere un balance y algo de futurología. Prefiero ir por la positiva.
Por ejemplo, tomar un resumen del experto brasileño Polan Lacki, en el que describe qué y cómo han hecho y siguen haciendo sus compatriotas del agro para:
1. Transformar su país en el mayor exportador mundial de azúcar, café, tabaco, jugo de naranja, etanol, carne vacuna y carne de pollos. También se convertirá en el primer productor de soja en el año 2.014, en el tercer exportador mundial de maíz y en el cuarto mayor exportador mundial de carne porcina.
2. Lograr que en un período de apenas 22 años, la producción de granos haya avanzado desde 58 millones de toneladas en 1.991, a 187 millones de toneladas en el año de 2013. Para el año 2.014 las previsiones indican que alcanzarán 200 millones de toneladas.
3. Aumentar el ingreso de divisas en la exportación de productos agropecuarios desde 25.000 millones de dólares en el año 2002 a 100.000 millones de dólares en el año 2.013; es decir, en apenas 11 años cuadruplicó el ingreso de divisas obtenido con las exportaciones del agro.
4. Lograr que en el año de 2013 el saldo anual (superavit) de la balanza de exportaciones/importaciones de productos agropecuarios haya sido de 83.000 millones de dólares; porque el agro obtuvo 100.000 millones de dólares en exportaciones y gastó apenas 17.000 millones de dólares en la importación de maquinaria agrícola, fertilizantes, pesticidas, etc.
5. Para lograr que el negocio agrícola y ganadero contribuya en la actualidad con el 23% del PIB brasileño, con el 33% de los empleos y con el 42% de las exportaciones globales del país.
Polan Lacki estuvo enrolado durante mucho años en la corriente de pensamiento que planteaba las clásicas muletillas “progres”: los grandes problemas para el desarrollo rural tiene que ver con la globalización, el neoliberalismo y los tratados de libre comercio. Ahora comprueba, y sale a proclamarlo a los cuatro vientos (se ofrece a dar conferencias al respecto), que globalización, libertad de comercio y producción, y menos intervención del Estado, no son las amenazas sino las oportunidades.
Pruebas al canto. Ni en Brasil, ni en otros países de crecimiento agrícola voluptuoso en esta última década, hubo grandes planes, o políticas activas en las que recalan quienes medran con “la tentación del bien”, la genial frase que nos legara Francesco De Castri en sus memorables conferencias en Aapresid.
Ahora vamos a repetir una cosecha en torno a las 100 millones de toneladas, como hace seis años. Ahí quedamos, después de pasar de 45 a 100 en solo una década. Nadie intervino tanto en la agricultura como el gobierno argentino. Pero lo hizo sólo para capturar el excedente financiero. En nombre de la mesa de los argentinos, o de las urgencias fiscales, se estatizó la renta del sector mientras se escuchaba de las autoridades el canto de sirena del “valor agregado en origen”.
En Brasil se avanzó fenomenalmente en valor agregado, a través del poderoso sistema de cooperativas o el impulso de grandes empresas que pronto llegaron a dominar los principales mercados de proteínas animales a nivel global.
En las pequeñas grajeas de intervención positiva, se puso de manifiesto el instinto emprendedor del agro y la agroindustria locales. Empresas privadas, cooperativas como ACA. El caso más impactante es el de los biocombustibles: la ley de corte obligatorio, junto con una política arancelaria que premiaba el valor agregado, fueron un impulso que desató enormes inversiones. Argentina pasó a liderar el mercado mundial de biodiesel y arrancó la saga del etanol. Los biocombustibles ayudaron a atenuar la crisis externa sustituyendo importaciones de nafta y gasoil. Desarrollo, medio ambiente, mejora macroeconómica.
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