Se reproduce a continuación el artículo completo que fue publicado en la página web de la revista inglesa The Economist:
Su PBI per cápita era más alto que el de Alemania, Francia o Italia. Se jactaba maravillosamente de sus fértiles tierras para agricultura, su clima soleado, una nueva democracia (el sufragio universal masculino fue introducido en 1912), una población educada y el baile más erótico del mundo. Los inmigrantes bailaban tango fueran de donde fueran. Para los jóvenes y ambiciosos, la elección entre la Argentina y California era difícil.
Todavía hay muchas cosas para amar sobre la Argentina, desde las gloriosas tierras desoladas de la Patagonia al mejor jugador de fútbol del mundo, Lionel Messi. Los argentinos siguen siendo los más lindos del planeta. Pero su país es una ruina. Harrods cerró en 1998. La Argentina está otra vez en el centro de una crisis de los mercados emergentes. Esto puede ser atribuido a la incompetencia de la presidenta, Cristina Fernández, pero ella es sólo la última en una sucesión de populistas económicamente analfabetos, que llega hasta Juan y Eva (Evita) Perón, y antes. Olvídense de competir con los alemanes. Los chilenos y los uruguayos, los países locales a los cuales la Argentina solía mirar desde arriba, son ahora más ricos. A los chicos de esos dos países -y de Brasil y México también- les va mejor en las pruebas internacionales.
¿Por qué extenderse sobre una sola tragedia nacional? Cuando la gente considera qué es lo mejor que le podría pasar a su país, piensan en el totalitarismo. Dado el fracaso del comunismo, ese destino no parece probable. Si Indonesia estuviera por hervir, sus ciudadanos difícilmente mirarían hacia Corea del Norte como un modelo; los gobiernos en Madrid o Atenas no están citando a Lenin como la respuesta a sus esfuerzos con el euro.
El peligro real está involuntariamente atrayendo a la Argentina del siglo XXI. Dormirse en forma casual en un firme declive no sería difícil. El extremismo no es un ingrediente necesario, al menos no tanto: instituciones débiles, políticos de nacimiento, dependencia vaga en unos cuantos activos y una persistente negativa a enfrentarse a la realidad serán suficientes.
A lo largo de mis días salvajes, mi loca existencia
Como en cualquier otro país, la historia de la Argentina es única. Tuvo mala suerte. Su economía a base de la exportación fue magullada por el proteccionismo de los años de entreguerra. Se confió demasiado en Gran Bretaña como socio comercial. Los Perón eran populistas inusualmente seductores. Como la mayor parte de los países de América latina, la Argentina abrazó el Consenso de Washington a favor del libre mercado y la privatización en los 1990s y sujetó el valor del peso al del dólar. Pero la crisis de 2001 fue particularmente salvaje y dejó a los argentinos permanentemente desconfiados de la reforma liberalLa mala fortuna no es la única culpable, sin embargo. En su economía, sus políticas y su reticencia a la reforma, el declive de la Argentina ha sido largamente auto inflingido.
Las materias primas, la gran fuerza de la Argentina en 1914, se transformó en una maldición. Hace un siglo, el país era un temprano innovador tecnológico -la refrigeración de las exportaciones de carne era la aplicación matadora de ese tiempo- pero nunca trató de agregar valor a su comida (incluso hoy, su cocina se basa en tomar la mejor carne del mundo y quemarla). Los Perón construyeron una economía cerrada que protegía sus industrias ineficientes; los generales de Chile se abrieron en los 1970s y avanzaron.
El proteccionismo de la Argentina ha indefinido al Mercosur, el pacto de comercio local. El gobierno de la señora Fernández no sólo grava impuestos sobre tarifas o bienes importados; también cobra impuestos a las exportaciones del campo.
La Argentina no construyó las instituciones necesarias para proteger a su joven democracia de sus Fuerzas Armadas, así que el país fue propenso a golpes. A diferencia de Australia, otro país rico en materias primas, la Argentina no desarrolló partidos políticos fuertes decididos a construir y compartir riqueza. Sus políticos fueron capturados por los Perón y enfocados en sus personalidades e influencias. Su Corte Suprema ha sido repetidamente corrompida.
La interferencia política ha destruido la credibilidad de sus oficinas estadísticas. El "tejemaneje" es endémico: el país está en el puesto 106 del ranking de corrupción de índices de Transparencia Internacional. Construir instituciones es un trabajo aburrido y lento. Los líderes de la Argentina prefieren la reparación rápida propia de los líderes carismáticos, tarifas milagrosas y monedas agarradas con pinzas, en lugar de, digamos, una reforma de todas las escuelas del país.
No son las soluciones que prometieron.
El declive de la Argentina fue seductoramente gradual. A pesar de sus espantosos períodos, como el de la década de 1970, no sufrió nada tan monumental como Mao o Stalin. A lo largo de su declive, los cafés de Buenos Aires continuaron sirviendo expressos y medialunas. Esto hace su enfermedad especialmente peligrosa.
El mundo rico no es inmune. California está en una de sus fases estables, pero no está claro que haya dejado su adicción a los arreglos rápidos a través de referendums, y su gobierno todavía pone trabas a su sector privado.
En la zona sur de Europa, tanto gobierno como negocios evitaron la realidad con desdén argentino. La demanda petulante de Italia para que las agencias de calificación tengan en cuenta su "riqueza cultural", en lugar de mirar tan de cerca sus dudosas finanzas gubernamentales, sonó a la señora Fernández. La Unión Europea protege a España o a Grecia de una escalada hacia la autarquía. ¿Pero qué pasaría si la zona euro se quebrara?
El mayor peligro, sin embargo, yace en el mundo emergente, donde el progreso ininterrumpido hacia la prosperidad está empezando a ser visto como imparable. Demasiados países emergieron por las exportaciones de materias primas, pero descuidando sus instituciones.
Con una China menos hambrienta de materiales crudos, sus debilidades podrían quedar expuestas como quedó la Argentina. El populismo acecha a muchos países emergentes: las constituciones están bajo presión. Demasiado dependiente del petróleo y del gas, gobernada por cleptómanos equipados con un peligroso y alto amor propio, Rusia llena muchos casilleros.
Pero incluso Brasil ha coqueteado con el nacionalismo económico, mientras que, en Turquía, el autocrático Recep Tayyip Erdogan está combinando Evita con Islam. En muchas partes del Asia emergente, incluyendo a China e India, el capitalismo "compinche" está a la orden del día.
La inequidad está alimentando la misma ira que produjeron los Perón.
La lección de la parábola de la Argentina es que los buenos gobiernos importan. Tal vez fue aprendido. Pero lo más probable es que dentro de 100 años el mundo vea otra Argentina -un país del futuro que quedó atrapado en el pasado.
UNA TRAS OTRA
No es la primera vez que la prestigiosa revista se refiere con dureza a la realidad económica, política y social del país. En lo que va del 2014 se sucedieron varios artículos en los que la publicación puso bajo la lupa las medidas adoptadas por el kirchnerismo y la situación general que atraviesa la Argentina.Sin ir más lejos, en una de las últimas notas The Economist advirtió que el gobierno de Cristina Kirchner "lucha por mantenerse en pie". En el texto, que realiza un repaso de los eventos que tuvieron lugar en los últimos meses de 2013 (protestas policiales, constantes cortes de luz, creciente inflación, déficit fiscal de las provincias y caída de reservas), menciona que la "combinación de letargo político y fragilidad económica generan dudas sobre la precaria situación del país", en un contexto que describe como "el verano de descontento".
Días después volvió a cargar contra el país y se refirió a "las débiles economías" de la Argentina y también de Venezuela, donde -sentenció- "se acabó la fiesta". Según el artículo, ambos países "están llegando a un punto de inflexión".
Lamentablemente para mis hermanos argentinos, The Economist tiene toda la razón. Independiente del odio que se les pueda tener a los Ingleses por las Malvinas, no es menos cierto que un País tan grande y lleno de oportunidades como Argentina, sea gobernado por incapaces y corruptos. Basta ver sus débiles fuerzas armadas que, funcionando gracias a la buena voluntad de sus miembros aun existe.- Chile aprendió la lección. Es cierto que se requieren muchas mejoras en ámbitos sociales y que son demandados por la ciudadanía, sin embargo, pobre del gobernante que robe un peso por que la propia ciudadanía lo colgará en la plaza mayor. La economía austera y bien organizada es la forma de hacer que un País pueda conseguir el bienestar material y espiritual necesario para su engrandecimiento. No el Populismo.
ResponderEliminarÍDEM
Eliminar" Políticos cleptómanos equipados con un peligroso y alto amor propio, mas capitalismo de amigos ", igual: decadencia asegurada.
El que escribió este artículo sabe de historia argentina lo que yo de la historia de Indonesia.
ResponderEliminarCuando Perón murió, el 80% o más del país era clase media.
En 1955¨no teníamos casi deuda y además eramos acreedores.de los europeos. Cayó él y nos metieron en todos los organismos multinacionales posibles. Al Club de París le debemos desde 1956.
La historia de la deuda pública todos la sabemos. Sabemos quienes nos endeudaron y quienes destruyeron nuestras industrias sin nada que reemplace esos puestos de trabajos perdidos.
Casi el 50% del país votó por Alfonsín y De la Rúa y el otro 50% por los K y el gorila de La Rioja. La culpa es del pueblo por dejarse robar el futuro pero que no vengan de afuera a contar historias fantasiosas.
chileno,espera a que baje el precio del cobre y vas a ver que tu pais es mucho mas debil que el nuestro,xq ya ni tu papi inglaterra puede ayudarte,saludos y dile a tus jovenes que ya no nos chupen la sangre viniendo a estudiar a nuestro pais,banquenlo ustedes mismos.
ResponderEliminarEste pasquín pirata pretende que extrañemos la época en la que 100 oligarcas terratenientes tiraban manteca al techo en Europa mientras acá se pasaba hambre, claro esos oligarcas eran socios de los ingleses.
ResponderEliminarsi fuera por los yankees, que privaticemos todo como Chile y les dejemos las cosas en manos de sus grupos empresariales. Ya que lo ponen de ejemplo de los paises en desarrollo que se atan a la exportacion de materia prima, Argentina es uno de los 3 paises de America Latina que esta y puede estar en el G20.
ResponderEliminarLos justicialistas seran unos mamarrachos pero esas recetas del FMI y el Banco Mundial ya no seas cree nadie, tiene que haber apertura de mercado? si obvio, pero tampoco el neoliberalismo de los 90.
Gonzalo
claro, en Chile anda todo ok, por eso los jóvenes se vienen a estudiar GRATIS a Argentina, por eso no hay marchas de estudiantes, por eso los que viven cerca de la cordillera se atienden en hospitales argentinos y los que viven en el norte en hospitales peruanos, por eso tienen uno de los peores índices de distribución de riqueza en el mundo.....Ricardo Toro, ya sabemos lo que es Chile, y nadie quiere parecerse a ustedes. Sergio
ResponderEliminarLos chilenos (los que salimos a marchar) vemos a argentina como un ejemplo de sector publico fuerte, educacion, salud garantizada, empresas nacionalizadas y un gobierno que le pone alto a los abusos de las transnacionales. en cambio, el gobierno de chile se abre de piernas frente a las empresas extranjeras, todo privatizado, todo se vende, todo se piensa en terminos de mercado, y ni hablar de la brecha socioeconomica que es comun a todos los paises de A latina. Ninguno de los paises es la panacea en nada, es cierto que se tiene la percepcion que aca se vive mejor que alla, pero por cuanto tiempo?
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