Por Fernando Gutierrez (Producción: Mariano Jaimovich) - iProfesional.com
03/10/2012 Los mega anuncios
ya son parte fundamental del "relato". Pero al tener que identificar quién pone
la plata, el protagonista siempre es el mismo. Los analistas no ocultan su
preocupación sobre el estado de salud del sistema y hablan de ficción contable.
El lado B de la "joya de la corona"
El haber incentivado la economía emitiendo y
volcando dinero al mercado en épocas de vacas flacas ha sido uno de los
orgullos de los que más se jactan los ideólogos del
modelo K.
Incluso, ya forma parte del "relato" enfatizar que el Gobierno está en total desacuerdo con lo hecho por otros países que, en tiempos de crisis, ajustan sus gastos y agravan la magnitud de la recesión.
La "fórmula" que se aplica a nivel local para atacar los problemas es recurrir a la caja del Estado para inyectar dinero en la economía, en una suerte de "keynesianismo criollo", ya que muestra algunas particularidades.
Una de ellas es que prácticamente todo el dinero que se usa sale de la misma y única caja.
Desde planes sociales y asignaciones, pasando por el pago de todo tipo de deudas, la construcción de viviendas, la entrega de notebooks a estudiantes, el sostén de empresas como Aerolíneas Argentinas, de firmas energéticas casi en estado de default y hasta el oxígeno financiero a la estatizada YPF encuentran a la Anses como "facilitadora" de recursos.
¿Por qué? Porque el Gobierno K no cuenta con otra fuente de financiamiento, no tiene acceso a los mercados de crédito y tampoco ha mostrado interés en amigarse con ellos. En definitiva, pasaron los años y la plata de la soja se usó para un montón de cosas, menos para resolver, por ejemplo, la deuda con el Club de París.
Así las cosas, la caja de las ex AFJP -que supuestamente debería ser administrada con vistas a engrosar los fondos de quienes hoy son asalariados- no sólo no está focalizada a tal fin sino que además, algo peor, ya no puede afrontar la totalidad de los miles de juicios efectuados por quienes -habiendo aportado- se retiraron del mercado laboral y no reciben sus haberes.
Desde que a Amado Boudou se le ocurrió la idea de que el Gobierno tenía que adueñarse de esos fondos (algo que luego lo catapultaría a la vicepresidencia de la Nación) este stock de inversiones se convirtió en la "joya de la corona" kirchnerista.
En aquellos días turbulentos de 2008, la reestatización del sistema jubilatorio resultó ser una bendición para las exhaustas arcas públicas.
Por un lado, el Gobierno se hizo de la administración de un capital de u$s30.000 millones, que fueron "capturados" a las ex administradoras.
Por otro, de un flujo de caja anual de unos u$s4.500 millones, que provienen del aporte mensual de millones de personas en actividad.
Lado B de la "joya de la corona"
El primer uso que se le dio a la "recuperada" caja de la Anses fue el de financiar procesos productivos, en momentos en los que la crisis de 2009 ponía en peligro la conservación de los puestos de trabajo en muchas empresas (tal como sucedió con el emblemático préstamo de u$s70 millones otorgado a General Motors).
Luego, ya en plena campaña electoral, Cristina recordaría esta situación en muchos de sus discursos, como un ejemplo de Estado activo ante un escenario mundial adverso. Tal argumento ayudó a su victoria en las urnas.
Claro que había un "lado b" de la historia que permanecía en las sombras. Y era que no sólo las empresas privadas fueron merecedoras de la "vocación benefactora" de la Anses.
En realidad, el principal beneficiado fue el Gobierno. Desde la "captura" de esa caja no hizo más que llevarse dinero constante y sonante a cambio de títulos (pagarés) de deuda pública (más allá de haberse "liberado" del pago de unos u$s3.500 millones por bonos estatales que antes estaban en manos de las AFJP).
La siguiente infografía permite apreciar cómo estaban distribuidos los fondos de la entidad a fines del año pasado. Se destaca que casi el 60% de los mismos se componen de títulos públicos:
Así las cosas, comenzaron a escucharse, cada vez con
mayor frecuencia, voces preocupadas por la salud del
sistema jubilatorio argentino.
Y tales preocupaciones no hacen más que acrecentarse luego de cada uno de los anuncios "rimbombantes" -que ya son parte integrante del "relato" oficial- y que tiene a la caja de la Anses como protagonista.
Uno de los más recientes fue el plan de construcción de viviendas Procrear, por el cual se espera erigir unas 100.000, con créditos a tasas subsidiadas. El titular de la Anses, Diego Bossio, indicó que el plan suponía inyectar en la economía unos $20.000 millones.
El objetivo del plan era loable... pero hay un problema. Se trata de dinero que antes era destinado a gastos corrientes. De manera que, si se usa para otros fines, entonces será inevitable que se genere un nuevo costo fiscal. De hecho, el Instituto Argentino de Análisis Fiscal (IARAF) corrigió su previsión luego de este anunció, y espera un déficit fiscal total de $70.000 millones.
La gran caja que fue y ahora no es
Un informe de la Fundación Mediterránea, a cargo del economista Jorge Vasconcelos, da cuenta de la preocupante situación argentina, ya que cada vez hay menos asalariados que aportan en relación con la gran cantidad de gente que no trabaja.
La mala noticia es que el fondo de la Anses viene cayendo, si es que se lo mide en términos reales y no nominales. En efecto, hoy alcanzaría para pagar 12 meses de jubilaciones, mientras que en el momento de la reestatización ese índice era de dieciseis.
El pronóstico de la Fundación Mediterránea es que esta situación, lejos de resolverse, ira empeorando con el paso del tiempo. Al menos, mientras la inflación se mantenga alta.
"En la medida en que la suba de precios esté por encima de las tasas de interés, la inversión del organismo verá perder su valor en términos reales dado que -con el correr del tiempo- el recupero que haga de los créditos no compensará los aumentos salariales que lo obliguen a incrementar sus erogaciones futuras", advierte.
En una proyección a cuatro años el capital invertido perderá un 60% de su valor real, señala el informe, suponiendo que la actual inflación de 25% anual se mantenga.
Rascando el fondo de la caja
Al plan de viviendas le siguió otro "mega anuncio", como fue el nuevo "polo audiovisual" en la isla Demarchi, que será administrado, como era de prever, por la Anses.
Al respecto, Diego Bossio, titular de la entidad, afirmó: "Con la creación del Polo, a través de ANSES profundizamos la política de (...) fortalecer el sistema previsional. Muchas veces se habla de las inversiones que realiza la ANSES; en este caso, es el organismo quien recibe estos valiosos terrenos para su administración".
Pese al argumento oficial de que los capitales serán privados, la iniciativa volvió a despertar suspicacias respecto de cuál será el costo final para el Estado de esta idea.
"El anuncio grandilocuente, con gráficos que nadie entiende ni sabe de dónde salieron los datos, careció de una información clave: ¿cuáles son los flujos de ingresos, egresos y tasa de rentabilidad que generará ese proyecto faraónico del Hollywood del subdesarrollo? Nadie lo sabe", afirma Roberto Cachanosky, uno de los más ácidos críticos del modelo K.
Como si esto fuese poco, se sumó otra instancia que tuvo a la Anses como protagonista: la colocación de deuda de la "recuperada" YPF, que tuvo al organismo de seguridad social -una vez más- como financista principal.
La petrolera salió a buscar fondos al mercado por $1.500 millones. Lo cierto es que el organismo estatal terminó adquiriendo casi el 70% ($1.000 millones) de ese total.
Tal situación terminó relativizando la euforia oficialista sobre el "éxito" de la salida de YPF al mercado de créditos, ya que la mayor parte del dinero involucrado termina siendo una transferencia intraestatal.
Y, más allá de la inevitable polémica respecto de la salud financiera de YPF (y las dudas sobre su futuro tras su epopeya nacionalista), la pregunta que queda flotando es: ¿hasta dónde se puede seguir recurriendo a la Anses como fuente casi excluyente de financiamiento del Estado y de las iniciativas que propone el "relato"?
En otras palabras, ¿es inagotable esta caja?
Y la respuesta que dan los analistas es preocupante: muchos creen que estos fondos están más cerca de ser una ficción contable que de constituir una verdadera caja.
"El fondo no existe, es un conjunto de bonos públicos que a su vencimiento se van renovando y nunca se realizan y tiene muy poco dinero líquido", es la tajante definición del economista Enrique Szewach.
Y agrega: "El Gobierno inventa una fantasía y todos discutimos alrededor de eso".
Para este analista, los recursos no son genuinos, porque como el sistema jubilatorio es deficitario, en definitiva el dinero que la Anses le presta al Gobierno es el mismo que previamente éste le había transferido.
En la misma línea, el economista José Luis Espert destaca que, de no ser por el auxilio gubernamental, el sistema de seguridad social tendría un déficit de $72.000 millones.
"En la teoría, el sistema deja un superávit de $11.000 millones, más otra cifra igual que surge como rentabilidad del Fondo de Garantía de Sustentabilidad. Por eso le compra bonos al Gobierno, pero en realidad lo que está haciendo es devolverle la plata que el Tesoro le había dado previamente", afirma.
En cuanto al stock, que asciende ahora a $209.000 millones, según el último informe difundido (con cifras a marzo), hay también observaciones que relativizan su potencial.
Para empezar, porque el dinero verdaderamente disponible es una parte muy inferior a esa cifra.
Ocurre que la mayor proporción de sus activos no pueden ser vendidos:
¿Alcanza? "Dependerá en gran medida de cómo se invierta el dinero. El gran enemigo de este fondo es la inflación. Si se destina al subsidio de créditos se irá erosionando cada vez más", señala Ariel Barrraud, economista del Iaraf.
Las opiniones apuntan a que el Gobierno va a ir teniendo un margen cada vez más acotado para echar mano de esta caja.
Mientras todo esto sucede y los "mega proyectos" siguen apuntalando el relato K, hay un costo que es muy claro: la pérdida de "salud" del sistema jubilatorio.
"El Gobierno va a seguir pisando el acelerador del gasto público, generando déficit, emisión monetaria e inflación. Además de eso, corre un gran riesgo, financiando proyectos con tasas por debajo de las de mercado. En realidad no parecen preocuparle las jubilaciones futuras", resume Espert.
Pero, si bien la visión predominante es crítica, hay algo que todos los analistas admiten: no es la primera vez que se usan recursos del sistema jubilatorio para financiar gastos corrientes.
De hecho, para ser justos, hay que reconocer que ha sido una de las más tradicionales costumbres argentinas por parte de varios Gobiernos.
Incluso, ya forma parte del "relato" enfatizar que el Gobierno está en total desacuerdo con lo hecho por otros países que, en tiempos de crisis, ajustan sus gastos y agravan la magnitud de la recesión.
La "fórmula" que se aplica a nivel local para atacar los problemas es recurrir a la caja del Estado para inyectar dinero en la economía, en una suerte de "keynesianismo criollo", ya que muestra algunas particularidades.
Una de ellas es que prácticamente todo el dinero que se usa sale de la misma y única caja.
Desde planes sociales y asignaciones, pasando por el pago de todo tipo de deudas, la construcción de viviendas, la entrega de notebooks a estudiantes, el sostén de empresas como Aerolíneas Argentinas, de firmas energéticas casi en estado de default y hasta el oxígeno financiero a la estatizada YPF encuentran a la Anses como "facilitadora" de recursos.
¿Por qué? Porque el Gobierno K no cuenta con otra fuente de financiamiento, no tiene acceso a los mercados de crédito y tampoco ha mostrado interés en amigarse con ellos. En definitiva, pasaron los años y la plata de la soja se usó para un montón de cosas, menos para resolver, por ejemplo, la deuda con el Club de París.
Así las cosas, la caja de las ex AFJP -que supuestamente debería ser administrada con vistas a engrosar los fondos de quienes hoy son asalariados- no sólo no está focalizada a tal fin sino que además, algo peor, ya no puede afrontar la totalidad de los miles de juicios efectuados por quienes -habiendo aportado- se retiraron del mercado laboral y no reciben sus haberes.
Desde que a Amado Boudou se le ocurrió la idea de que el Gobierno tenía que adueñarse de esos fondos (algo que luego lo catapultaría a la vicepresidencia de la Nación) este stock de inversiones se convirtió en la "joya de la corona" kirchnerista.
En aquellos días turbulentos de 2008, la reestatización del sistema jubilatorio resultó ser una bendición para las exhaustas arcas públicas.
Por un lado, el Gobierno se hizo de la administración de un capital de u$s30.000 millones, que fueron "capturados" a las ex administradoras.
Por otro, de un flujo de caja anual de unos u$s4.500 millones, que provienen del aporte mensual de millones de personas en actividad.
Lado B de la "joya de la corona"
El primer uso que se le dio a la "recuperada" caja de la Anses fue el de financiar procesos productivos, en momentos en los que la crisis de 2009 ponía en peligro la conservación de los puestos de trabajo en muchas empresas (tal como sucedió con el emblemático préstamo de u$s70 millones otorgado a General Motors).
Luego, ya en plena campaña electoral, Cristina recordaría esta situación en muchos de sus discursos, como un ejemplo de Estado activo ante un escenario mundial adverso. Tal argumento ayudó a su victoria en las urnas.
Claro que había un "lado b" de la historia que permanecía en las sombras. Y era que no sólo las empresas privadas fueron merecedoras de la "vocación benefactora" de la Anses.
En realidad, el principal beneficiado fue el Gobierno. Desde la "captura" de esa caja no hizo más que llevarse dinero constante y sonante a cambio de títulos (pagarés) de deuda pública (más allá de haberse "liberado" del pago de unos u$s3.500 millones por bonos estatales que antes estaban en manos de las AFJP).
La siguiente infografía permite apreciar cómo estaban distribuidos los fondos de la entidad a fines del año pasado. Se destaca que casi el 60% de los mismos se componen de títulos públicos:
Y tales preocupaciones no hacen más que acrecentarse luego de cada uno de los anuncios "rimbombantes" -que ya son parte integrante del "relato" oficial- y que tiene a la caja de la Anses como protagonista.
Uno de los más recientes fue el plan de construcción de viviendas Procrear, por el cual se espera erigir unas 100.000, con créditos a tasas subsidiadas. El titular de la Anses, Diego Bossio, indicó que el plan suponía inyectar en la economía unos $20.000 millones.
El objetivo del plan era loable... pero hay un problema. Se trata de dinero que antes era destinado a gastos corrientes. De manera que, si se usa para otros fines, entonces será inevitable que se genere un nuevo costo fiscal. De hecho, el Instituto Argentino de Análisis Fiscal (IARAF) corrigió su previsión luego de este anunció, y espera un déficit fiscal total de $70.000 millones.
La gran caja que fue y ahora no es
Un informe de la Fundación Mediterránea, a cargo del economista Jorge Vasconcelos, da cuenta de la preocupante situación argentina, ya que cada vez hay menos asalariados que aportan en relación con la gran cantidad de gente que no trabaja.
La mala noticia es que el fondo de la Anses viene cayendo, si es que se lo mide en términos reales y no nominales. En efecto, hoy alcanzaría para pagar 12 meses de jubilaciones, mientras que en el momento de la reestatización ese índice era de dieciseis.
El pronóstico de la Fundación Mediterránea es que esta situación, lejos de resolverse, ira empeorando con el paso del tiempo. Al menos, mientras la inflación se mantenga alta.
"En la medida en que la suba de precios esté por encima de las tasas de interés, la inversión del organismo verá perder su valor en términos reales dado que -con el correr del tiempo- el recupero que haga de los créditos no compensará los aumentos salariales que lo obliguen a incrementar sus erogaciones futuras", advierte.
En una proyección a cuatro años el capital invertido perderá un 60% de su valor real, señala el informe, suponiendo que la actual inflación de 25% anual se mantenga.
Rascando el fondo de la caja
Al plan de viviendas le siguió otro "mega anuncio", como fue el nuevo "polo audiovisual" en la isla Demarchi, que será administrado, como era de prever, por la Anses.
Al respecto, Diego Bossio, titular de la entidad, afirmó: "Con la creación del Polo, a través de ANSES profundizamos la política de (...) fortalecer el sistema previsional. Muchas veces se habla de las inversiones que realiza la ANSES; en este caso, es el organismo quien recibe estos valiosos terrenos para su administración".
Pese al argumento oficial de que los capitales serán privados, la iniciativa volvió a despertar suspicacias respecto de cuál será el costo final para el Estado de esta idea.
"El anuncio grandilocuente, con gráficos que nadie entiende ni sabe de dónde salieron los datos, careció de una información clave: ¿cuáles son los flujos de ingresos, egresos y tasa de rentabilidad que generará ese proyecto faraónico del Hollywood del subdesarrollo? Nadie lo sabe", afirma Roberto Cachanosky, uno de los más ácidos críticos del modelo K.
Como si esto fuese poco, se sumó otra instancia que tuvo a la Anses como protagonista: la colocación de deuda de la "recuperada" YPF, que tuvo al organismo de seguridad social -una vez más- como financista principal.
La petrolera salió a buscar fondos al mercado por $1.500 millones. Lo cierto es que el organismo estatal terminó adquiriendo casi el 70% ($1.000 millones) de ese total.
Tal situación terminó relativizando la euforia oficialista sobre el "éxito" de la salida de YPF al mercado de créditos, ya que la mayor parte del dinero involucrado termina siendo una transferencia intraestatal.
Y, más allá de la inevitable polémica respecto de la salud financiera de YPF (y las dudas sobre su futuro tras su epopeya nacionalista), la pregunta que queda flotando es: ¿hasta dónde se puede seguir recurriendo a la Anses como fuente casi excluyente de financiamiento del Estado y de las iniciativas que propone el "relato"?
En otras palabras, ¿es inagotable esta caja?
Y la respuesta que dan los analistas es preocupante: muchos creen que estos fondos están más cerca de ser una ficción contable que de constituir una verdadera caja.
"El fondo no existe, es un conjunto de bonos públicos que a su vencimiento se van renovando y nunca se realizan y tiene muy poco dinero líquido", es la tajante definición del economista Enrique Szewach.
Y agrega: "El Gobierno inventa una fantasía y todos discutimos alrededor de eso".
Para este analista, los recursos no son genuinos, porque como el sistema jubilatorio es deficitario, en definitiva el dinero que la Anses le presta al Gobierno es el mismo que previamente éste le había transferido.
En la misma línea, el economista José Luis Espert destaca que, de no ser por el auxilio gubernamental, el sistema de seguridad social tendría un déficit de $72.000 millones.
"En la teoría, el sistema deja un superávit de $11.000 millones, más otra cifra igual que surge como rentabilidad del Fondo de Garantía de Sustentabilidad. Por eso le compra bonos al Gobierno, pero en realidad lo que está haciendo es devolverle la plata que el Tesoro le había dado previamente", afirma.
En cuanto al stock, que asciende ahora a $209.000 millones, según el último informe difundido (con cifras a marzo), hay también observaciones que relativizan su potencial.
Para empezar, porque el dinero verdaderamente disponible es una parte muy inferior a esa cifra.
Ocurre que la mayor proporción de sus activos no pueden ser vendidos:
- En el caso de los títulos públicos, porque la estrategia del Estado es renovarlos al vencimiento, para evitar una erogación que dificultaría su posición financiera.
- En cuanto a las acciones de empresas privadas (heredadas de las AFJP), porque al Gobierno K le da poder el tener representantes en los directorios. La reciente controversia con Techint (donde Axel Kicillof es director) es un ejemplo elocuente.
- En relación con plazos fijos y dinero disponible, éstos conforman menos de un 20% del total. Sin embargo, también hay escepticismo respecto de que sea realmente un dinero que esté "a mano".
¿Alcanza? "Dependerá en gran medida de cómo se invierta el dinero. El gran enemigo de este fondo es la inflación. Si se destina al subsidio de créditos se irá erosionando cada vez más", señala Ariel Barrraud, economista del Iaraf.
Las opiniones apuntan a que el Gobierno va a ir teniendo un margen cada vez más acotado para echar mano de esta caja.
Mientras todo esto sucede y los "mega proyectos" siguen apuntalando el relato K, hay un costo que es muy claro: la pérdida de "salud" del sistema jubilatorio.
"El Gobierno va a seguir pisando el acelerador del gasto público, generando déficit, emisión monetaria e inflación. Además de eso, corre un gran riesgo, financiando proyectos con tasas por debajo de las de mercado. En realidad no parecen preocuparle las jubilaciones futuras", resume Espert.
Pero, si bien la visión predominante es crítica, hay algo que todos los analistas admiten: no es la primera vez que se usan recursos del sistema jubilatorio para financiar gastos corrientes.
De hecho, para ser justos, hay que reconocer que ha sido una de las más tradicionales costumbres argentinas por parte de varios Gobiernos.
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