martes, 30 de octubre de 2012

Pobreza e indigencia, otra mentira del Indec


(Editorial del Diario La Nación) - Las falaces estadísticas oficiales ocultan la existencia de casi seis millones de personas pobres en la Argentina
Conocer el número de personas bajo la línea de pobreza no es un mero dato estadístico: es una necesidad vital en un país serio, con planes serios de crecimiento y de asistencia a sus ciudadanos. Lamentablemente, en la Argentina la ya institucionalizada manipulación de los datos estadísticos oficiales por medio del Indec hace que ese conocimiento sea falaz, pues se oculta la existencia de casi seis millones de personas pobres.

La subestimación del valor de los productos utilizados para elaborar los índices de inflación es una de las causas que derivan en una realidad que deja afuera a semejante número de ciudadanos.

Según el Indec, una familia de cuatro integrantes ya no es pobre cuando gana mensualmente poco menos de 1600 pesos. Y un hogar pobre no llega a ser indigente cuando el ingreso supera los 700 pesos, es decir, cuando sus cuatro integrantes pueden alimentarse con poco menos de 24 pesos diarios. De esos datos, el Gobierno saca como conclusión que en el país es pobre el 6,5 por ciento de la población, e indigente, el 1,7 por ciento. Traducidos esos porcentajes en cantidad de pobladores, se está hablando de unos 2.900.000 personas.

Según la encuesta de la deuda social de la Universidad Católica Argentina (UCA), para el cuarto trimestre de 2011, la pobreza llegaba al 21,9% y la indigencia, al 7,8%, es decir, unos 9.800.000 ciudadanos, entre pobres e indigentes. La razón de tan grandes diferencias no es otra que la fuerte manipulación que hace el organismo oficial de la evolución de los precios. Mientras que para el Indec, el costo de vida apenas crece a un dígito, todos los estudios privados, provenientes de consultoras e institutos económicos, dan cuenta de una inflación aproximadamente 2,5 veces mayor.

Y la consecuencia no sólo pasa por las dificultades para hacer un adecuado diagnóstico social, que permita poner en marcha eficaces políticas de desarrollo humano, sino también para generar un escenario previsible para quienes apuesten a realizar inversiones productivas en la Argentina.

La medición realizada por el Indec a fines del mes pasado contiene otros datos tan llamativos como sospechosos. En un contexto de aumentos de salarios, subsidios y jubilaciones por encima de la canasta básica que se calcula oficialmente, entre otras variables, la pobreza y la indigencia deberían haber bajado. Sin embargo, esa medición del Gobierno da cuenta de un estancamiento de tales índices respecto del segundo semestre de 2011.

Según el Indec, el mantenimiento de los porcentajes de pobreza e indigencia se logra merced a variaciones por demás dispares y, en algunos casos, hasta disparatadas.

Mientras se consigna que en la ciudad de Buenos Aires y en el conurbano la pobreza tuvo un avance del 2,3 al 4% y del 6,9 al 8,6%, respectivamente, cayó considerablemente, del 14,2 al 7,5% en la ciudad de Resistencia; del 8 al 4,1% en Jujuy, y del 7,2 al 5,7% en la ciudad de Tucumán. Es decir, hay muchos menos pobres en las provincias históricamente más golpeadas por la pobreza, donde, por lo visto, según el Indec, ya casi no quedan indigentes. Se trata, además del Chaco, de Santiago del Estero, Jujuy, Salta, La Rioja, Misiones y Corrientes, con índices de indigencia inferiores al 2 por ciento.

No hay una explicación coherente acerca de por qué a la Capital y a la provincia de Buenos Aires les va peor en términos de pobreza. Como se sabe, cada vez son más las provincias que han dejado de difundir sus índices de inflación, dejando librada a la Nación esa tarea. Se trata, especialmente, de distritos alineados políticamente con el gobierno nacional, donde mostrar diferencias con el poder central podría costarles caro en términos políticos, pero fundamentalmente económicos.

Ya lo dijo la subsecretaria de Defensa del Consumidor, María Lucila Colombo, cuando sacó de circulación las mediciones de una asociación de consumidores privada, amén de haber inhabilitado a otra: "Las mediciones privadas que valen son las que coinciden con las del Indec".

Coherente con sus falsas mediciones, el organismo oficial de estadísticas no puede menos que ajustar al dibujado índice de inflación el resto de las variables. Si no, se vería en la obligación de reconocer que hay atraso cambiario, que crece el freno en las economías regionales, en la industria y en el empleo; que la canasta básica está muy por encima de lo que se informa y que, salvo casos excepcionales, el comercio no logra mantener sus ventas. Se trata, sin dudas, de cuestiones de impensadas consecuencias para la salud del "relato" oficial..

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