Por Ricardo Kirschbaum (Editorial del Diario Clarín) - La furiosa presión del Gobierno sobre la Justicia está vinculada en la intimidad con el objetivo mayor del oficialismo: lograr que Cristina se autosuceda ininterrumpidamente .
Las
dificultades actuales han obligado a bajar el tema de la cartelera,
pero no ha sido abandonado. La maniobra está precedida por este
forzamiento dirigido a impedir que la Justicia actúe independientemente
en un fallo crucial sobre la inconstitucionalidad o no de dos
artículos de la ley de medios, que está en vigor a pesar de la
propaganda kirchnerista en contrario.
Está claro cuál es el objetivo: disciplinar y callar a los medios que no han logrado someter, para imponerle a la sociedad una única, restrictiva y sesgada visión de la realidad .Por eso, el límite del 7 de diciembre para el recurso cautelar que interpuso el Grupo Clarín, dispuesto por la Corte Suprema, ha sido enarbolado por el oficialismo como una fecha de la gran batalla .
A los intelectuales kirchneristas les gusta encontrar palabras de epopeya aun para los actos más arbitrarios. Y éste pronostica ser uno de los más importantes de un grueso catálogo, donde el avance sobre los medios no adictos es una cuestión que pretende retemplar una épica un tanto desvaída.
Quienes han descalificado al periodismo y han demonizado a los medios apuestan a que la ausencia de testimonios indiscretos y de un relato verídico de los hechos abrirá la gran oportunidad de mantener a Cristina en la Casa Rosada por mucho tiempo.
La imagen de la Presidenta ha caído abruptamente. El dato es una preocupación creciente para el oficialismo porque el derrumbe ha sido vertiginoso . La cascada de errores manifiesta, con claridad, que hay un problema de gestión importante, que surge del núcleo muy cerrado de la conducción del Estado.
El Gobierno parece haberse propuesto impedir que la Justicia decida sobre la ley de medios. Está usando la fecha de caducidad de una medida cautelar como un grito de guerra. No hay límites: se recurre a artilugios legales que la propia Presidenta había repudiado , como el per saltum, y al forzamiento legal para que la arbitrariedad se parezca a la democracia, vistiendo de epopeya esa impudicia.
Como telón de fondo, la autosucesión de Cristina impregna todos los actos del oficialismo. Para lograrla, quieren la unanimidad de voces, el silencio de toda crítica . No es una epopeya sino un acto desesperado.
Está claro cuál es el objetivo: disciplinar y callar a los medios que no han logrado someter, para imponerle a la sociedad una única, restrictiva y sesgada visión de la realidad .Por eso, el límite del 7 de diciembre para el recurso cautelar que interpuso el Grupo Clarín, dispuesto por la Corte Suprema, ha sido enarbolado por el oficialismo como una fecha de la gran batalla .
A los intelectuales kirchneristas les gusta encontrar palabras de epopeya aun para los actos más arbitrarios. Y éste pronostica ser uno de los más importantes de un grueso catálogo, donde el avance sobre los medios no adictos es una cuestión que pretende retemplar una épica un tanto desvaída.
Quienes han descalificado al periodismo y han demonizado a los medios apuestan a que la ausencia de testimonios indiscretos y de un relato verídico de los hechos abrirá la gran oportunidad de mantener a Cristina en la Casa Rosada por mucho tiempo.
La imagen de la Presidenta ha caído abruptamente. El dato es una preocupación creciente para el oficialismo porque el derrumbe ha sido vertiginoso . La cascada de errores manifiesta, con claridad, que hay un problema de gestión importante, que surge del núcleo muy cerrado de la conducción del Estado.
El Gobierno parece haberse propuesto impedir que la Justicia decida sobre la ley de medios. Está usando la fecha de caducidad de una medida cautelar como un grito de guerra. No hay límites: se recurre a artilugios legales que la propia Presidenta había repudiado , como el per saltum, y al forzamiento legal para que la arbitrariedad se parezca a la democracia, vistiendo de epopeya esa impudicia.
Como telón de fondo, la autosucesión de Cristina impregna todos los actos del oficialismo. Para lograrla, quieren la unanimidad de voces, el silencio de toda crítica . No es una epopeya sino un acto desesperado.
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