Estado persevera en la renuncia y cesión del espacio público, lo que ha permitido que se haya cambiado la fisonomía de muchos espacios significativos por su importancia urbana o su valor arquitectónico o histórico.
Un antecedente es el repliegue de la policía del espacio público y su obligada sustitución, de parte de los particulares, por otros servicios de vigilancia -entre ellos, la contratación de personal policial con fines de custodia privada. Las calles, los parques y las estaciones de trenes están, por lo tanto, a merced del vandalismo y el deterioro.
Otros cambios se originaron por la concesión de espacios públicos, como ha sucedido con los predios ferroviarios, que oscilan entre el abandono y la intrusión. Tal es el caso de la estación de Belgrano R, donde, conforme una denuncia de la Asociación de Protección Patrimonial Histórica y Cultural de Belgrano R., se está proyectando convertir la estación en un shopping y su emblemática toma de agua en un maxikiosco. Se trata de edificios históricos, que datan de 1876 y tienen protección legal. Sin embargo, se los cedería por cánones mensuales que, además, son de poca monta.
La mejora de la calidad del espacio público, su fortalecimiento y preservación es una función básica del Estado que distintos administradores no han sabido atender y valorar. Ante esto, las denuncias de la sociedad civil en algunos casos han logrado limitar o revertir actos de disposición de bienes que deben ser preservados en provecho de toda la comunidad. El espacio público es desprotegido por inacción que permite su deterioro, o por acciones que afectan el patrimonio, como puede suceder con un proyecto para la estación de Belgrano R.
Fuente: Editorial del diario Clarín
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