Desde el comienzo de su gestión, el kirchnerismo apela a una retórica confrontativa y agresiva y no pocas veces ofensiva, principalmente con sus rivales políticos y con la prensa independiente.
Es un estilo discursivo que refleja la intolerancia por la opinión ajena, por la convivencia en la diferencia propia de la democracia y de toda sociedad civilizada en general. Pero también da cuenta de la pobreza de las ideas y cada vez más, una actitud defensiva ante los fracasos políticos.
Uno de los representantes más frecuente y agresivo de esta línea ha sido y sigue siendo el jefe de Gabinete, Aníbal Fernández, cuya función –dado que no puede ejercer como jefe de un Gabinete que nunca se reúne ni actúa coordinadamente– es la de ser vocero y defensor de las políticas oficiales. Fernández acaba de agregar, a su larga carrera de exabruptos, una serie de frases agresivas en lenguaje soez, dichas en un programa de radio, en momentos en que no sabía que hablaba al aire.
En un primer momento podría considerarse que se trató de expresiones privadas y coloquiales que dan muestra, en el peor de los casos, de la baja calidad de un lenguaje personal. Sin embargo, lejos de retractarse, Fernández justificó sus dichos insultantes y su irritación, por lo que esas expresiones pueden considerarse públicas y oficiales.
La ausencia de críticas en el Gobierno debe tomarse, además, como un tácito apoyo a una actitud que desprestigia la función pública y envilece la política. La retórica confrontativa y agresiva del kirchnerismo refleja intolerancia y pobreza de ideas. Un reciente exabrupto de Aníbal Fernández, desprestigia la función pública y la política.
Fuente: Editorial del Diario Clarín.
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