El escenario internacional ha visto extenderse, a lo largo de la primera década del siglo XXI, riesgos y amenazas globales frente a los cuales no son suficientes las capacidades tecnológicas, militares y económicas de las grandes potencias ni los poderes de los Estados.
La inédita producción de riqueza, la difusión de conocimientos aplicados y tecnologías y la dotación masiva de recursos que posibilitan superar situaciones de extrema necesidad y coadyuvar al desarrollo humano no se corresponden con la insuficiente capacidad de volcar esa acumulación de poderes y saberes a la prevención o resolución de los grandes flagelos que más afectan a la humanidad.
En el año que pasó, los terremotos en Haití y Chile produjeron, en distinta escala, catástrofes humanitarias que trascendieron los límites nacionales y reclamaron la atención pública mundial y la asistencia internacional. Esta atención y asistencia involucra no solamente a los organismos internacionales y Estados sino también a ONG’s, redes sociales y medios de comunicación.
El cambio climático, la lucha contra las enfermedades, el terrorismo y el narcotráfico, las crisis financieras y la asistencia a grandes poblaciones en riesgo o golpeadas por la tragedia no pueden ser enfrentadas por los países en forma aislada. Esto refuerza la necesidad de una nueva gobernanza global. Ya no se trata solamente de la preservación de la paz y la seguridad internacionales: se trata de posibilitar una vida sustentable y digna para los pueblos. Se han extendido, a lo largo de la primera década del siglo XXI, riesgos y amenazas globales frente a los cuales no son suficientes los poderes de los Estados.
Fuente: Editorial del diario Clarín (Modificado por Desarrollo y Defensa)
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