Por Martín De Ambrosio - Diario Perfil
Miden menos de un metro y pesan la mitad. Habla Richard Gradwohl, el productor “padre” de las criaturas, que quiere exportarlas a la Argentina.
Foto: Bridget, de la raza Red Panda. El animal tiene dos años.
Mucho cambiaría el paisaje de la pampa argentina si las 50 millones vacas que la pueblan tuvieran el tamaño de un perro grande. Sería un paisaje liliputiense con gigantes humanos, pero amigable con el medio ambiente, según sostienen sus defensores. Ocurre que un proyecto originado hace más de cuatro décadas en los EE.UU. avanza en ese sentido y ya tiene 20 mil cabezas de unas 18 razas de mini vacas distintas, registradas como marcas.
Las hay de todo tipo y color, pero en general no sobrepasan por mucho el metro de altura, todas pesan de adultas unos 200 a 300 kilos (contra los hasta 600 kilos de una vaca “normal”) y dan 7,5 litros de leche (contra los entre 17 y 20 litros de una Jersey). Y quienes las han probado dicen que la carne incluso es más tierna y dulce que las ordinarias.
Según explicó a este diario Richard Gradwohl, doctorado en ciencias animales de la Universidad de Washington y miembro del consorcio de empresas que las comercializan, “al ser más pequeñas, las mini vacas tienen músculos más cortos y entonces son más saludables porque poseen menos grasa. A su vez, son más generosas con el medio ambiente que las grandes”, dijo en referencia al problema de las emisiones de gas metano que generan las vacas, clave en el efecto invernadero que lleva al cambio climático global (ver recuadro). Además, Gradwohl aclaró que la relación gasto-producción es óptima.
Desde Seattle, en donde tiene su emprendimiento, la voz granjera de Gradwohl suena contenta por cómo marcha un negocio que, dijo, crece del 20% al 25% cada año y ya exporta semen y embriones de sus criaturas a varios países. Tiene una página web en la que se pueden hacer los pedidos. “De la Argentina hemos recibido varios llamados para preguntarnos detalles, pero aún no les hemos vendido nada; ojalá podamos hacerlo en el futuro”, mencionó.
Al contrario de lo que podría ser la primera sospecha, la manipulación genética en el laboratorio no tiene nada que ver con la obtención de las mini vacas. “Son 44 años de seleccionar a los más pequeños ejemplares para cruzarlos entre sí”, puntualizó Gradwohl, autor del libro Guía para principiantes en el arte de criar ganado en miniatura.
Así, el método seguido es estrictamente mendeliano y sujeto a las condiciones de la ciencia antes de que Watson y Crick descubrieran la estructura del ADN en 1953. Consiste en tomar a los animales más pequeños de cada una de las generaciones y hacerlos cruzar. Parece simple, pero es un sistema que tiene historia: sin ir más lejos, es el método que usa el ser humano desde hace unos 10 mil años para elegir qué ejemplares cruzar dentro de las especies domesticadas. Perros y caballos con funciones especiales son apenas dos ejemplos. El sistema hasta mereció capítulos enteros en la obra de Charles Darwin, que lo bautizó “selección artificial”, para contraponerla con la selección que hace la naturaleza por su lado y en otras condiciones.
¿Qué piensan los investigadores y productores argentinos? Ninguno de los consultados por PERFIL conocía el proyecto. Guillermo Berra, coordinador del programa de Salud Animal del INTA, sostuvo que hacen falta pruebas científicas para demostrar las supuestas bondades de las nuevas mini razas vacunas. “De lo contrario, es meramente una expresión de buena voluntad; por ejemplo, hay que ver la eficiencia de conversión, es decir, la relación entre lo que se les da de alimento y lo que transforman en carne: en las aves, por cada dos kilos se obtiene uno; el chancho necesita cuatro kilos para ese resultado y el bovino, cinco kilos si es con alimento balanceado o diez kilos si lo que come es pasto”. Y agregó: “Si estas minivacas convierten 3,5 kilos de alimento en uno de carne, por ejemplo, son eficientes. Pero habría que demostrarlo, no alcanza con decirlo”. Berra concluyó que estas 20 mil vacas no son nada contra las 1.300 millones que hay en el mundo.
El productor Juan Manuel Garciarena, por su parte, se mostró más interesado. “Sobre todo si son capaces de adaptarse a zonas más rústicas como las del norte de la Patagonia, por ejemplo, con pastos duros o semiduros”, explicó. Pero aclaró que debería ver su nivel de mansedumbre, su adaptación al clima local y si tienen pelo corto o largo para resistir los vientos del sur. Si aún no tiene una animal de esas características, Gradwohl podría prepararlo en poco tiempo. Digamos, otros 44 años.
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